La increíble historia del jujeño Humberto René Vilte que no zarpó en el submarino ARA San Juan recordó a otras personas que se salvaron de milagro.
En principio debían ser 45 los tripulantes del submarino ARA San Juan, que realizarían el recorrido desde Ushuaia hasta Mar del Plata. Sin embargo, uno de ellos no zarpó en una decisión tomada a último momento.
Sólo a horas de subirse al submarino que aún no se ha encontrado luego de 9 días desaparecido, "Beto" pidió excusarse de la misión debido a que su madre había tenido un problema de salud, según informó Infobae.
De esta manera, la Armada le concedió el permiso e incluso le pagó el traslado a su provincia natal.
Como el submarinista jujeño, otros tres argentinos también le escaparon al destino y hoy viven para contarlo.
Los que se bajaron antes del micro de la tragedia de ruta 7
Para una de las tragedias más recordadas hay que trasladarse hasta el 7 de febrero de 2014, cuando un camión que circulaba a contramano por la ruta 7, a la altura del autódromo de San Martín y a más de 100 kilómetros por hora, chocó de frente con un micro de larga distancia y provocó la muerte de 16 personas.
En un principio se creyó que fueron 17 las víctimas fatales. La confusión se generó minutos después de la tragedia cuando la empresa Mercobus envió un listado con el número de pasajeros que subió en Córdoba.
Allí se indicó que 28 personas venían en el micro y se entregó el nombre y apellido de cada uno, pero luego se confirmó que viajaban 27 porque uno de los pasajeros a último momento no subió al colectivo. Se trata de Axel Saenz, un hombre con una discapacidad física.
De esta manera, el colectivo siguió su trayecto hasta la Terminal de San Martín. Allí volvió a variar el listado porque subió otro hombre y volvió a ser 28 el pasaje total, tal como era la lista original.
Sin embargo, una mujer, identificada como Mónica Barzotta, bajó del micro en la terminal del este, por lo que otra vez el número de pasajeros volvió a ser 27, ya que hubo una subida y una bajada.
Tanto Axel como Mónica se salvaron de la peor tragedia vial de la provincia registrada hasta ese momento.
"Por un lado, era agradecimiento a Dios que no me había pasado nada y estaba bien. Por otro lado, era la angustia de saber que toda esa gente no había tenido la misma oportunidad que tuve yo de poder evitar la desgracia", reflexionó Mónica en una entrevista a Página/12.
La mujer que se salvó de la tragedia nunca asoció que era el colectivo del que se bajó minutos antes: "Una amiga que llamó por teléfono me dijo que mi nombre estaba en la lista. Ahí caí en la cuenta de que era el mismo ómnibus".
El argentino lesionado del Chapecoense que no subió al avión
El mundo del deporte vivió una de las más lamentables tragedias en noviembre del año pasado. Un total de 71 personas murieron al estrellarse en Colombia el avión que transportaba al equipo brasileño Chapecoense, que viajaba a disputar la final de la Copa Sudamericana,
Uno de los jugadores del club que no subió al avión fue el delantero argentino Alejandro Martinuccio debido a una lesión que no le permitió jugar tan esperado encuentro ante Atlético Nacional de Colombia.
"Me levanté con esta noticia. Triste. Yo me estaba recuperando de una lesión y no viajé", contó en aquel momento.
Además del argentino, otros ocho jugadores tampoco viajaron en el avión de la muerte. Incluso, se salvó el hijo del DT Caio Junior, Matheus Saroli, que quiso acompañar a su padre a la final de ida de la Copa Sudamericana.
Por cosas del destino, no encontró el pasaporte para viajar y ese imprevisto impidió que el joven tomara el avión de la tragedia.
Se salvó por una promesa con su hijo
Gustavo Espejo Trigo integraba un grupo de 150 gendarmes que viajaba a Salta para prevenir disturbios y cortes de rutas por los anuncios de Juan Manuel Urtubey, que reasumía como gobernador en diciembre de 2015.
Pero el micro desbarrancó en la ruta y 42 gendarmes perdieron la vida. Gustavo iba a bordo de la unidad, pero sus amigos lo obligaron a bajarse kilómetros antes del lugar del accidente ya que se enteraron que le había prometido su hijo Nahuel que asistiría a su fiesta de egresados.
"Tengo que ir. Es mi deber. Me convocaron. Nahuel ya es grande y lo va a entender", argumentó Gustavo, que se negaba a bajar del colectivo.
Uno de sus jefes intervino: "Usted se baja, se vuelve y va a la fiesta de su hijo. Es una orden", le dijo, mientras le guiñaba un ojo y le daba una palmada en el brazo.
Gustavo dejó el colectivo y regresó a su casa. En la madrugada, su teléfono celular no paraba de sonar, ya que sus amigos y familiares estaban desesperados por saber si él estaba en el micro accidentado. Prendió la televisión y se enteró de la peor noticia.