El jugador más valioso es mendocino

Lucas Reyes, hijo del recordado “Chirigua” Reyes, se consagró como el MVP del Argentino U15 disputado en Río Tercero. Un lujo borravino.

El jugador más valioso es mendocino
El jugador más valioso es mendocino

Los últimos análisis clínicos de la familia Reyes sorprendieron, y mucho, tanto a los bioquímicos como a los médicos de cabecera. Es que encontraron en la sangre de cada uno de los varones de la familia una pasión ilimitada por el básquet. Es así señor lector. No se asuste.

En la familia Reyes sólo se respira básquet. Y mucho tiene que ver el papá, Fernando “Chirigua” Reyes, ese base que surgió en el semillero de Murialdo en la década del ‘80 y luego brilló en el multicampeón Mercado Cooperativo Guaymallén y en ese equipo gigante del Club Mendoza de Regatas que pisó fuerte en el TNA en los años ‘90.

Y no había otra opción. Su hijo, Lucas, “Chirigüita” para el mundo del básquet, comenzó a picar la pelota a los 6 años en el club Canario. Con su dribbling, mágico para muchos especialistas, comenzó a destacarse en mosquito, premini y mini. Y eso que insinuaba desde pequeño comenzó a ratificarlo en su adolescencia. En la actualidad, Lucas se ha convertido en una de las máximas promesas de la provincia. En el último campeonato Argentino U15 disputado en Río Tercero, certamen en el que Mendoza terminó cuarto, “Chirigüita” se volvió a destacar y se robó en cada juego, el  aplauso y la admiración de todos los espectadores. Se consagró como el mejor jugador del Torneo.

“¡El MVP es mendocino!” retumbó fuerte en Río Tercero y  sus compañeros se unieron en un abrazo que fue casi eterno.

Tras siete días de ardua competencia, el “Chirigüita” tomó los libros nuevamente, pidió carpetas a sus compañeros y se puso al día con la escuela. Cursa tercer año en el Instituto Leonardo Murialdo. Entre tanto básquet, los deberes son una prioridad. Pero se hizo otro recreo y recibió a Más Deportes, quien como si tuviera el balón en la mano, no dudó un segundo y enfrentó los micrófonos como un jugador profesional. Un crack en todo sentido.

“El básquet es una pasión, me gusta jugarlo y disfrutarlo. Cuando todos me preguntan si no me agoto de los entrenamientos, siempre comento que soy feliz porque me divierto. Juego con amigos”, estas fueron las primeras palabras lanzó el mejor jugador del último Argentino U15.

Sobre qué se le cruzó por la cabeza cuando escuchó su apellido al nombrar al MVP, explicó: “Fue una alegría enorme. Queríamos hacer un buen torneo. Sabíamos que teníamos un gran equipo. Por algo llegamos al cuarto escalón. Después del juego ante Buenos Aires, uno empieza a escuchar rumores, posibilidades y esas cosas. Me sorprendió pero después de ese partido, algo en mi cabeza cambió”.

Con respecto a su nivel en el torneo y las posibilidades de emigrar a otra provincia, manifestó: “Se acercó gente de la Unión de Formosa a charlar. Sería muy buena una posibilidad de esa índole. Recién salto de un club como Murialdo, que es mi casa, a Anzorena, un equipo que está en el TNA. Uno tiene que seguir entrenando(se) fuerte todos los días”. De inmediato, Lucas se definió como jugador: “Me gusta mucho tirar de tres puntos. Siempre intento varios movimientos para lanzar tranquilo. Tengo buen dribbling y apuesto por el uno contra uno”.

Consultado por cómo es la relación con su papá, Fernando Reyes, ex jugador, hoy DT, lanzó: “Muchos que lo vieron jugar me dicen que soy mejor que él (risas), pero no creo. Tenemos una gran relación. Hablamos mucho. Durante los partidos habla poco, pero, a veces me habla demasiado. Y en casa me explica y me enseña en forma constante. Nunca insistió con que jugara al básquet. Estaba solo en el club y empecé a entrenar(me)”.

La familia Reyes tiene una particularidad y es que, como en los 80 sobresalieron los hermanos Reyes, Fernando (base) y Gonzalo (pivot) en Murialdo y Mercado, hoy, sus hijos son casi inseparables. El hijo de Gonzalo, Juan Martín, mide más de 1,90 y también juega en Anzorena. Hoy, juntos hacen recordar muchos de los movimientos y la química de sus padres. Al respecto, Lucas mencionó: “Mi primo Juan Martín es un genio. Jugamos de memoria. Desde chico rompimos todo en la casa de mi abuelo. Tenemos un aro y siempre jugamos. El “grandote” es bueno, bueno”, sonrió y se despidió con una pelota de básquet en una mano y su sonrisa de crack.

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