El juez que controla la noche sanrafaelina

Se lo conoce por su rigurosidad en la aplicación de las normas de diversión nocturna y de convivencia. Clausuró locales por presencia de menores, consumo de alcohol y exceso en la capacidad.

El juez que controla la noche sanrafaelina
El juez que controla la noche sanrafaelina

El control de la diversión nocturna es una de las tareas más difíciles de llevar adelante y mucho más si es en una ciudad turística donde la presencia de jóvenes en grandes cantidades obliga a tomar precauciones aún mayores.

Y esta tarea alguien debe realizarla por más desagradable e ingrata que sea y por “ley” esta responsabilidad está delegada a los juzgados de Faltas, que actúan también para controlar otras muchas normas de la convivencia humana que generalmente no constituyen delitos sino, justamente, faltas leves o graves al cumplimiento de estas disposiciones.

San Rafael no es ajeno a la realidad cotidiana y tiene su control legal en este aspecto y está a cargo del juez Oscar de Diego (56).

Es precisamente el receptor de los aplausos y abucheos, felicitaciones y condenas sociales y de una serie muy amplia de reacciones.

Empezó a tomar notoriedad con una medida que adoptó contra un vecino, al que hizo detener, por arrojar basura (en gran cantidad)  en la vía pública en plena ciudad y luego por las inspecciones en los boliches.

Es hijo de Clemente y Nélida, a los que agradece siempre su crianza. El destaca que su educación infantil fue religiosa y siempre tuvo el gran apoyo de su madre.

Estudió abogacía en la Universidad de Buenos Aires y en el 93 obtuvo su título. También tiene uno de mediador.

Terminó la carrera de abogacía en el año 1993 en la Universidad de Buenos Aires e ingresó luego a la Municipalidad de la Ciudad Capital y se desempeñó al año siguiente como asesor en dos mutuales gremiales.

Ya en San Rafael, ingresó en la Fiscalía Correccional del Poder Judicial en el año 2002.  Fue secretario del Juzgado de Faltas junto al entonces juez Jorge Yapur y el 4 de noviembre de 2009, tras concursar el cargo, asumió como titular.

Tanto él como su familia, compuesta por su esposa e hijos, se enamoraron de San Rafael durante un viaje de vacaciones y al poco tiempo se encontraron viviendo en este departamento mendocino al que han aprendido a querer como propio.

“La idea, relata el mismo, cuando nos vinimos estaba muy lejos del  ejercicio de la abogacía” y es así que adquirieron una finca y se dedicaron a las tareas rurales como crianza de animales de granja y cultivo de vides y frutales.

En realidad, recuerda, “buscábamos   una forma distinta de vida” y San Rafael les pareció un lugar ideal para vivir y criar a sus hijos.

Esto fue hasta la crisis de 2001 donde la situación del país lo llevó nuevamente a De Diego a ejercer su profesión de abogado en el fuero local y es así que comenzó a relacionarse en el mundo de los tribunales hasta que concursó para ingresar al “otro lado del mostrador” de la Justicia.

Junto a su esposa también armaron un pequeño complejo turístico en el acceso al Valle Grande que, por su función, está bajo la responsabilidad de su familia.

No es extraño que este Juez recorra a cualquier hora de la noche,   generalmente acompañado por auxiliares y según la situación por efectivos policiales y funcionarios municipales, los locales bailables y bares de San Rafael.

Sostiene firmemente que su tarea es sólo controlar el cumplimiento de las leyes y otras normas vigentes y advertir y sancionar, de ser necesario, los incumplimientos y uno de sus máximos objetivos es controlar el consumo de alcohol entre los jóvenes.

Su palabra siempre está dirigida a los padres más que a los mismos jóvenes. El sostiene que “somos los padres quienes guiamos a los chicos tanto como a los adolescentes o jóvenes de 20 y algo más de años que todavía siguen siendo adolescentes,  para que sepan cuidarse.

Sepan que la vida es una sola y que en realidad son seres humanos comunes y que por más que por la edad crean que nada puede sucederles la realidad marca que todos estamos propensos a cualquier tipo de accidentes o enfermedades producidas por las malos hábitos, especialmente el excesivo consumo de alcohol.

“Tampoco digo que el delito sea producto o esté directamente vinculado al consumo de drogas o de alcohol, pero sí lo que hace generalmente el consumo de tales sustancias es desinhibir a las personas y, a veces, terminan llevándolos a situaciones graves. Esa es mi preocupación”, concluye.

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