El juego de las dos caras

Gimnasia sumó su undécimo partido sin triunfos en condición de visitante. Ayer, más allá de la derrota ante Chacarita por 1 a 0, expuso su peor versión. Casi no inquietó la valla de Taborda.

El juego de las dos caras

Fuera de casa parece no haber alternativas viables. Es derrota o derrota (fueron diez sobre doce) y el equipo repite una tras otra actuación una imagen decrépita que en nada se parece al equipo que sale a jugar como local.

Ayer, en la derrota ante Chacarita 1-0, salió a medir a su rival, a cuidar su valla y a intentar provocar un error, sin intenciones de arriesgar demasiado. Cuando se dio cuenta, ya perdía 1-0 y el rival había decidido cerrarse. Conclusión: nunca pudo llegar hasta las narices de César Taborda, quien pasó una tarde tranquila, más allá de los insultos de sus propios hinchas.

Con un 3-4-1-2, donde Carranza hacía las veces de Oga, Gimnasia casi nunca pudo hacerse de la tenencia del balón. Con menos gente en la zona media (4-3-1-2), el Chaca copó el sector y manejó durante toda la etapa los destinos del balón. Por las bandas, sobre todo por la derecha, buscó hacerse ancho y llenar de centros el área de Alasia. Más allá de las intenciones de unos y otros, el juego salió chato, casi sin emociones.

El gol de Aliendro llegó cuando no había pasado nada. ¿El Lobo? Inquietó con un tiro libre de Espinosa que se fue lejos y después no volvió a tener chances. No logró imponer a sus delanteros en el mano a mano y Carranza no fue nunca el conductor.

En el complemento, a partir del ingreso del Bocha Pereyra, Gimnasia ganó en posesión y supo meter a su rival en su propio campo. De un lado al otro movió el balón, jugó con la posesión, buscó ponerse de frente al arco rival y hasta probó con centros, pero nunca inquietó al local. Ni Farías ni Akerman tuvieron chances claras. Que los hombres más adelantados del Lobo hayan jugado casi siempre de espaldas al arco, es un mérito de Chacarita. Apenas se puede contar un remate de Farías que, más allá de su potencia, terminó en las manos del portero funebrero.

Arias movió el banco en la búsqueda de un revulsivo para un equipo que no tenía claridad ni verticalidad. No hubo caso. Los relevos apenas pudieron levantar un poco el nivel que exhibieron los reemplazados. A esa altura, la decisión de salir a esperar a su rival estaba sentenciada con la condena más dolorosa. Once partidos sin ganar es una racha que no debe ser ignorada. Algo está pasando fuera del Víctor Legrotaglie, donde el Lobo muestra su peor cara.

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