El director de la CIA, John Brennan, reconoció que agentes de la agencia hicieron cosas “aborrecibles” a detenidos sospechosos de terrorismo y que no podía demostrar que el duro trato proporcionado a los prisioneros hizo que estos cooperasen. Pero defiende el programa de interrogatorios tras el 11-S por detener ataques y salvar vidas.
En el centro de los comentarios de Brennan había un argumento exquisitamente matizado: que aunque la CIA no se pronuncie hoy sobre si las propias técnicas brutales de interrogatorio llevaron a los detenidos a cooperar, no cabe duda de que los detenidos sometidos a estas prácticas ofrecieron información “útil y valiosa” después.
Brennan dijo que se “desconocía y no se puede saber” si el duro tratamiento proporcionó inteligencia crucial que podría haberse obtenido de cualquier otra forma.
Se negó a definir las técnicas como tortura, como habían hecho el presidente Barack Obama y la presidenta del Comité de Inteligencia del Senado, e incluso se abstuvo de utilizar la palabra en sus 40 minutos de comparecencia y respuestas a periodistas. Obama prohibió este tipo de técnicas de interrogatorio cuando llegó al poder.
También pareció establecer una distinción entre métodos de interrogatorio, como el ahogamiento simulado, que fueron aprobados por el Departamento de Justicia en su momento, y otros que no lo fueron, entre ellos “la alimentación rectal”, amenazas de muerte y golpizas. No habló de las técnicas por su nombre.
“Estoy totalmente de acuerdo en que hubo momentos en que agentes de la CIA excedieron las guías que se les dieron y las técnicas autorizadas, que fueron aprobadas y declaradas legales”, dijo. “Excedieron los límites. Voy a dejar a otros la forma en que podrían querer etiquetar esas prácticas. Pero para mí, es algo ciertamente lamentable”.
Pero Brennan defendió la detención total de 119 sospechosos por haber ofrecido información valiosa que, entre otras cosas, ayudó a la CIA a encontrar y matar al líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden.
Aunque los interrogatorios más duros se llevaron a cabo en 2002 y 2003, el programa continuó hasta diciembre de 2007, según reconoció Brennan. En total, 39 detenidos fueron objeto de prácticas brutales. Brennan dijo que aunque cree que los interrogatorios duros generan un exceso de información falsa, no descarta que esas tácticas vuelvan a emplearse de nuevo.