Hay actitudes de parte de funcionarios y adherentes al último gobierno kirchnerista que realmente sorprenden y que hasta podría calificárselas de increíbles. Uno de los ejemplos, la actitud del titular de la Afsca, Martín Sabbatella, de permanecer en sus funciones y no aceptar la decisión del gobierno de Macri de intervenir provisionalmente el organismo.
La restante, la forma y los argumentos con los cuales los integrantes del pseudo programa periodístico 678, de intentar permanecer en la televisión pública, aduciendo que, por tratarse de la televisión estatal, tenía la obligación de dar cabida a “todas las voces”, inclusive las opositoras.
Lo sucedido con Sabbatella está inclusive en manos de la Justicia -ha sido imputado por incumplimiento de deberes de funcionario público-, razón por la cual no merece una consideración más profunda. Pero lo que ocurrió con el programa ultrakirchnerista de televisión roza los límites de lo inaceptable.
Porque los panelistas parecieron demostrar que tienen muy poca memoria, que no recuerdan que durante el ciclo de más de siete años del programa nunca una voz opositora pudo sentarse a discutir o a defender su forma de pensar. Con lágrimas en los ojos, una de las integrantes del panel se preguntó qué será de su futuro profesional, olvidando que ella misma había formado parte del grupo que denunció y escrachó a colegas que pensaban distinto.
No se preguntó tampoco qué fue de la vida profesional del conductor del noticiario del mediodía de la televisión pública que tuvo el tupé de preguntarle a Andrés “Cuervo” Larroque por qué los jóvenes que repartían mercaderías y otros elementos a los afectados por las inundaciones en Buenos Aires lo hacían con pecheras de Unidos y Organizados, siendo que las donaciones habían sido efectuadas por todos los argentinos.
La respuesta del diputado nacional fue durísima y el conductor del programa fue sacado del aire y al poco tiempo se vio obligado a renunciar.
Si realmente se consideraban "democráticos" los directivos del programa podrían en el último mes haber compensado el grupo de invitados con figuras que pudieran defender la política del actual gobierno.
Muy por el contrario, 678 profundizó su ideología con la presencia de funcionarios y ex funcionarios conflictivos, como Guillermo Moreno, Martín Sabbatella, Máximo Kirchner y Axel Kicillof, que se dedicaron a denostar las medidas anunciadas por el Ejecutivo Nacional y a defender la continuidad del programa, contando con la presencia de grupos de obsecuentes que integraban la tribuna.
A pesar de su bajísima audiencia, el programa le resultó muy caro a los argentinos. Este año, el Estado nacional pagó por la edición semanal 2 millones de pesos mensuales y otros 500 mil por los especiales de los domingos, lo que determina una cifra de 2,5 millones de pesos. La coproducción aportaba los panelistas, el material de archivo y las ediciones, mientras que el canal (de hecho también todos los argentinos) el “piso” y los técnicos.
En lo que hace a los panelistas, que eran pagados por la productora, percibían una suma de entre 60 y 70 mil pesos por mes, lo que lleva a preguntarse si la defensa de la continuidad del programa respondía sólo a una cuestión simplemente ideológica y a la defensa de la democracia, como intentaron hacer aparecer.
No se trata aquí de exigir que desaparezca un programa como el mencionado porque tiene todo el derecho de hacerlo, con ese contenido, en canales que no sean del Estado. Más aún cuando la producción del programa es propiedad de Indalo Media, división de comunicación del empresario Cristóbal López, dueño del canal de noticias C5N. Y es de esperar también que la nueva gestión gubernamental no caiga en el error de impulsar un programa como 678, aunque con un contenido ultra macrista.
Deberá tener en cuenta que la televisión pública es del Estado y no de un gobierno que ha sido elegido por un electorado que responde al amplio abanico político del país, como quedó demostrado en las últimas elecciones. Dejar de lado los fanatismos contribuye a que se reduzca la grieta.