El índice Lo que me dijo el quiosquero, del Instituto Guitarra

Digan lo que digan los muchachos que ayer juraban que había menos pobres que en Alemania, los datos demuestran que hoy no hay ningún proceso socialmente regresivo en marcha, mucho menos uno impulsado voluntariamente desde el Gobierno.

El índice Lo que me dijo el  quiosquero, del Instituto Guitarra

Por Fernando Iglesias - Periodista. Especial para  Los Andes

Según el diagnóstico unánime de la oposición al Gobierno, desde el trotskismo nac&pop hasta el kirchnerismo, incluyendo sus variantes massistas y randazzistas, en la Argentina está aconteciendo una catástrofe social. Basándose en el Índice Guitarra, los voceros del Instituto Me Dijo el quiosquero sostienen que el implacable gobierno de los CEOs se está cargando a la población. Pero un simple vistazo a la evolución de las cifras demuestra que esta “realidad” se limita a habitar en los deseos de quienes ven esfumarse su poder político.

Así lo muestra el análisis de la evolución de la pobreza durante los últimos cinco años, que por notorias razones he tenido que elaborar en base a los datos del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, entidad escasamente macrista. Y bien, el número de argentinos bajo la línea de pobreza, que era de 24,7 % en 2011, llegó progresivamente (26,2%, 27,4%, 28,7%) hasta el 29% de diciembre de 2015. Agotado el doping electoral de 2011, liquidados los stocks y terminada la parte festiva del ciclo populista, la pobreza siguió un indetenible tren ascendente durante cuatro años consecutivos, a un ritmo de un punto porcentual por año. La simple continuidad de la tendencia hubiera llevado, a fines de 2016, a un valor superior al 30%, similar al obtenido por Cambiemos (30,3%).

Con una importante diferencia: la modificación de los valores de la canasta de consumo efectuada por el Indec de Todesca en 2016 eleva alrededor de un punto y medio el índice de pobreza, como ha demostrado el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad de La Plata, otra institución poco alineada con el PRO. Hecha esa corrección, la evolución de la pobreza durante el cambio del kirchnerismo a Cambiemos puede resumirse como sigue: durante el último gobierno de Cristina los argentinos por debajo del límite de pobreza crecieron al ritmo de un punto porcentual anual, llegando a ser el 30,5% de la población en diciembre de 2015. A fines de 2016 la tendencia ascendente fue revertida. Actualmente, el porcentaje de personas pobres es ligeramente inferior al dejado por el kirchnerismo. Punto. Las cifras no son una opinión.

Es cierto, hubo una aceleración del crecimiento de la pobreza en el primer semestre de 2016. En ella influyeron causas ajenas al Gobierno, como la inflación derivada de la emisión efectuada por el kirchnerismo en el año 2015 (otro doping electoral), y decisiones propias, como la salida del default y del cepo cambiario, que tuvieron inevitables consecuencias inflacionarias. Pero el segundo semestre de 2016 marcó un cambio de tendencia ojalá definitivo: por primera vez desde 2011 hubo una reducción del número de pobres en el país, con 494.915 personas saliendo de la pobreza.

Se trata del casi medio millón de personas que habían caído en la pobreza a inicios de 2016 (y no un millón y medio, como logró instalar el discurso populista), y que salieron de ella en los siguientes seis meses. Es una rara proeza, si se piensa que el gobierno neoliberal de los CEOS lo logró a pesar de que la economía cayó 2.3% durante ese año. La próxima medición dirá si se ha tratado de un espejismo o una tendencia. Entre tanto, digan lo que digan los muchachos que ayer juraban que había menos pobres que en Alemania, los datos demuestran que no hay ningún proceso socialmente regresivo en marcha en el país, mucho menos uno impulsado voluntariamente desde el Gobierno. Y quienes crean que el INDEC de Macri miente como mentía el de los Kirchner, que lo denuncien en Tribunales como hicimos los que tomamos la responsabilidad de denunciar a Guillermo Moreno en pleno apogeo K.

Pero veamos el otro tema candente: el de la “epidemia de despidos”. Un coro de alegría nac& pop sacudió al país al grito de “¡Subió la desocupación!” apenas el INDEC comunicó que la tasa del primer trimestre de 2017 había llegado al 9.2%. A nadie le importó el simple hecho de que entre el 4º trimestre de un año y el 1º del siguiente es habitual que haya una baja del empleo no conectada a razones de política económica sino a factores estacionales. ¿Excusas? Durante los años del kirchnerismo, en diez de los doce “cambios de año” entre el cuarto trimestre de un año y el primero del siguiente hubo aumento de la tasa de desocupación, y las dos excepciones consistieron en mejoras muy modestas (de 14.5% a 14.4% en 2003/04, y de 8.4% a 8.3% en 2009-10); en ambos casos, con una suba fuerte de los commodities y el país creciendo a tasas altas e insustentables en el tiempo, como enseguida se demostró.

Comparar el 9.2% obtenido en el primer trimestre de 2017 con el primer índice confiable de desocupación en años (9.3% en el segundo semestre de 2016) desmiente también la leyenda de los despidos masivos. Además, la tasa de desocupación es la más popular de las formas de evaluar la capacidad de generar empleo en una economía, pero no la mejor, porque suele producirse un fenómeno paradojal: cuando la economía cae y mucha gente decide abandonar la búsqueda de trabajo porque disminuye la confianza en encontrarlo, la tasa de desocupación suele bajar; y cuando la economía mejora y mucha gente decide comenzar a buscar trabajo porque confía en encontrarlo, la tasa de desocupación suele subir. Este fenómeno actuó a favor del Gobierno el año pasado, cuando el PBI tuvo una caída del 2.3% y la desocupación bajó del 9.3% del segundo semestre al 7.6% del cuarto. Lo contrario sucede hoy, cuando todos los índices indican una indudable recuperación de la actividad económica pero la desocupación ha subido del 7.6% al 9.2%.

Un dato mejor para evaluar la capacidad de empleo de una economía es la tasa de empleo, que cuenta el total de trabajadores ocupados en relación al total de la población. Y bien, la caída de la tasa de empleo entre el cuarto trimestre de 2016 y el primero de 2017 fue de 0,6 puntos porcentuales. Había sido de 0,7 puntos porcentuales entre 2011 y 2012, y de 0,9 / 0,9 / 0,7 en los años siguientes (no hay datos para 2015-2016). Por lo tanto, la caída de 2017 es la menor desde 2011, inicio del ciclo recesivo del que estamos intentando salir sin volar por los aires, esta vez. Por lo tanto: la situación del empleo es difícil, hay mucho que mejorar y es posible encontrar casos puntuales y problemas sectoriales, pero no está sucediendo una caída vertical del número de ocupados como las que hubo durante los tres años récord de destrucción de empleo en Argentina: 1985 (gobierno peronista de Menem), 2002 (gobierno peronista de Duhalde) y 2014 (gobierno peronista de Cristina Kirchner). Datos de la tasa de empleo de la EPH del INDEC.

Según el diagnóstico unánime de la oposición, desde el trotskismo nac&pop hasta el kirchnerismo, incluyendo sus variantes massistas y randazzistas, está aconteciendo una catástrofe social en la Argentina. Pero ni las cifras de desocupación ni las de pobreza indican eso. Otra vez, también aquí la situación es difícil, el 2016 fue complicado, la recuperación tardó más de lo esperado y no es pareja en todos los sectores. Pero no está sucediendo ninguna catástrofe social con aumento simultáneo y rápido de los desocupados y los pobres como los que sufrió el país cada vez que las cifras de la macroeconomía llegaron a los valores de 2015 (7% de déficit fiscal, cuatro años de recesión consecutivos, 24% de inflación, atraso cambiario, caída anual de us$7.000 millones en las reservas y déficit comercial de -16.000 millones de dólares). Quienes vivimos el Rodrigazo, la caída de la tablita de Martínez de Hoz, las hiperinflaciones y el colapso de la Convertibilidad, lo podemos testificar.

Además, con un año de retraso, el famoso segundo semestre parece haber llegado. Doce de los dieciséis sectores de la economía crecieron en el primer trimestre, y el crecimiento del PBI se aceleró a +1,1% contra el anterior. La economía acumula así tres trimestres consecutivos de crecimiento cada uno mayor que el anterior (+0,1%, +0,7% y +1.1%), con las exportaciones (+2,9%) y la inversión (1,7%) liderando la recuperación. El consumo privado aumentó 1,4%, obteniendo el primer crecimiento desestacionalizado desde el segundo trimestre de 2015. No es para tirar manteca al techo de nuevo, ni nadie quiere eso, pero no está nada mal.

Los voceros del Instituto Me Dijo el Quiosquero que basándose en datos del Índice Guitarra dedican todas sus energías a clamar contra un ajuste inexistente podrían estar cometiendo un error tan grave como el de 2015, cuando las cadenas nacionales en que Cristina sostenía que en la Argentina había menos pobres que en Alemania fueron la mejor campaña posible para Cambiemos.

Porque la gente percibe las dificultades actuales pero sabe que no estamos en medio de una catástrofe, recuerda bien de dónde salieron los problemas y se acuerda de que venimos de festejar treinta años de democracia con la ex Presidenta bailando con la murga y Moria Casán mientras morían veinte argentinos en los saqueos de Córdoba y Tucumán. Y a todo eso le ha dicho nunca más.

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