Por Alfredo Leuco - Periodista - Gentileza de Radio Mitre
Apenas las columnas negras del humo del incendio aparecieron en las pantallas, mucha gente empezó a sospechar por las redes sociales que se trataba de un atentado a Canal 13 y a TN. Por suerte para todos los argentinos eso no fue cierto y está absolutamente comprobado que se trató de las chispas que saltaron de una soldadora mientras un operario la estaba manipulando. Eso lo confirmó la empresa y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich que fue al lugar a comprobar in situ que nada raro haya ocurrido. Pero que las malditas llamas hayan levantado tantas preguntas y dudas es un dato político que habla del nivel de enfrentamiento y locura que los Kirchner inocularon en las venas abiertas de la sociedad. El odio que abrió la grieta o la fractura social expuesta bajó desde el estado de Néstor y Cristina y produjo diferencias irreconciliables que va a costar mucho tiempo solucionar. No hay demasiados antecedentes en democracia de semejante enfrentamiento entre ciudadanos de un mismo país. Hay que remitirse tal vez a la época de peronismo y antiperonismo que nos contaron nuestros padres o que leímos en los libros. Todo está en duda. El fanatismo y la bronca tiñen todos los pensamientos y hasta los hechos de las crónicas. Ya nadie cree en nada. Un incendio no es solamente un incendio. Hay siempre una mirada conspirativa porque durante una docena de años los Kirchner instalaron ese mecanismo que potencia las peleas y enfrenta a los habitantes en discusiones casi fraticidas que por suerte todavía no pasaron a mayores.Pero ante el incendio de Canal 13 hubo un sector de los tuiteros que pensó que se trataba de una especie de atentado terrorista de un sector del cristinismo. Y hubo otros, casi todos cobardes y anónimos, que celebraron el fuego que consumía una canal de televisión que es una fuente gigantesca de trabajo y un faro de libertad de expresión. Muchos se hacían los inteligentes y sus burlas eran burdas. La gran mayoría no existe ni acusa peso en la balanza porque son tan cagones que se esconden detrás de identidades falsas. Todos los días se descubre como Cristina utilizó y sigue utilizando un ejército de tuiteros que cobraban sueldos del gobierno. Hoy mismo se supo que hasta en el ministerio de Defensa, tenían conchabados un grupo de tareas dedicado a injuriar e intimidar a periodistas independientes y políticos opositores.
Hay que decir que el mas energúmeno de todos, el más salvaje y agresivo al que se lo podría acusar en la justicia por incitación a la violencia, tuvo la delicadeza de no ocultarse bajo una identidad falsa.
Hablo de Esteban Capitanich, ex funcionario y primo del Coqui, ex gobernador de Chaco y hoy intendente de Resistencia.
No es la primera vez que Esteban tira estos misiles que se le vuelven en contra. Hizo dos crueldades de pobre tipo. En una escribió: “Por la patria, que vengan los camiones hidrantes ya” y colocó una foto de varios camiones de YPF que transportan combustible. Proponía apagar el incendio con nafta el muy turro. Proponía por la vía de la acción directa hacer desaparecer a canal 13 y TN de la faz de la tierra, por lo menos durante un largo tiempo. Un republicano, el hombre.
Pero eso no fue todo. Esteban el primo de Capitanich, siguió con sus burlas frente a una situación dramática que pudo haber generado muertos. Escribió que “hay dudas sobre si fue un incendio o escape por la gran cantidad de humo acumulado. El mundo ve el incidente como una oportunidad para gran parte del pueblo argentino para pensar con libertad e independencia”. Pobre tipo. Un mediocre de alta gama. Su idea de la libertad y de la independencia es que no existan dos canales o más de televisión. Ese es su sueño, su utopía revolucionaria y el verdadero objetivo no logrado por Cristina y sus muchachos. De hecho, el Coqui, antes de incinerar todo su capital político en el altar de los Kirchner, se hizo famoso en el mundo de los medios por haber roto frente a las cámaras de televisión un ejemplar del diario Clarín. Nadie se había atrevido a tanto en democracia. Algunos supieron quemar libros y diarios en hogueras públicas pero se llamaban Hitler, Stalin o Luciano Benjamín Menéndez. Las ideas no se matan ni se rompen, Coqui.
Como se ve, la familia Capitanich está acostumbrada a manejarse como en un feudo donde la palabra pública tiene que ser solo la de los Capitanich.
En síntesis, es el tipo de sociedad chavista que intentaron establecer los Kirchner y los para periodistas que ahora hablan de república y se sienten maltratados porque no les renuevan los contratos después de años de ganar fortunas en varios puestos del estado pagados por todos los argentinos y de dedicarse a aniquilar el prestigio y el buen nombre de los disidentes.
Hay que reconocer, nobleza obliga, que la ex jefa del bloque de diputados, Juliana Di Tullio tuvo otra actitud, mucho más democrática. Fue la única hasta ahora que salió a desautorizar a los que festejaban el incendio y tiraban más leña al fuego de canal 13. Por las redes sociales la legisladora escribió: “El amor vence al odio. Convertir la bronca en organización. No me gusta ver mensajes celebrando un incendio en donde trabajan miles de personas y alguien pudo correr peligro. Eso no me lo enseñaron”.
En el fondo y al comienzo de esta batalla cultural que el cristinismo perdió por paliza está un concepto viejo y equivocado. La ex presidenta y varios de sus intelectuales a la carta, piensan que los medios son capaces de lavarle la cabeza a la gente y modificar sus votos y conductas. Es un concepto que en los 70 ya era viejo. Es de un paternalismo y una falta de confianza en el pueblo incompatible con gente que se dice peronista. Ya Perón en su momento dijo que llegó al poder con todos los diarios en contra y que lo derrocaron con todos los diarios a favor. Está claro que el ciudadano no es tonto y que reacciona de acuerdo a su propia experiencia personal. Si tiene trabajo o no, si asaltaron o mataron a algún familiar, si la plata le alcanza a fin de mes. La historia la escriben los pueblos y no los medios. De hecho la fortuna que los Kirchner gastaron en inventar radios, canales, revistas y diarios fue plata tirada a la basura para que se enriquecieran algunos pícaros que encima ahora hablan de libertad de expresión. Ni un solo medio K inflado con el dinero de la pauta del gobierno logró ser exitoso ni creíble. Todos fueron un fracaso. Por su falta de libertad, por su falta de profesionalismo y por querer hacer proselitismo en lugar de informar. Intentaron disfrazar la propaganda con una pátina periodística. Pero la gente no es tonta. Jamás consumió esos medios y siguió escuchando, viendo o leyendo esos medios que los fanáticos de hoy quieren incendiar. Nunca comprendieron que un medio de comunicación si no dice la verdad y no tiene una mirada crítica no puede subsistir por más inflador de dólares que le pongan. Por eso fracasaron: por chupamedias, por encubridores de los corruptos y por cómplices a la hora de diseminar el odio que tanto mal nos hizo a todo. Jamás hay que echar más leña al fuego. La democracia y la justicia social necesitan ideas, convicciones y honestidad. El fuego solamente sirve para destruir. Y la idea democrática es construir.