El año 1945, junto con el final de la Segunda Guerra Mundial, marca el inicio de un mundo nuevo. Produjo un cambio notable en los aspectos políticos, sociales y económicos, de los cuales la Argentina no puedo sustraerse.
El país asistió de esta manera a una transformación profunda que definió afinidades y personalidades políticas, que influyeron notablemente en los 25-30 años posteriores; surgieron mitos, creencias populares y "slogans", que permanecieron en el colectivo imaginario de los argentinos.
En ese año decisivo, se asistía al final del gobierno militar que había producido la revolución del 4 de junio de 1943; el presidente "de facto", Edelmiro J. Farrell, era cuestionado por los partidos políticos, que habían conformado un frente opositor, con el objetivo de obtener una convocatoria amplia y libre para elegir al futuro presidente y restablecer el orden institucional.
La oposición dirigía todas las críticas al coronel Juan Domingo Perón (1895-1974). Este militar, integrante de la logia militar GOU, que había derrocado a Castillo en 1943, ocupaba en el gobierno militar tres cargos: secretario de Trabajo y Previsión, ministro de Guerra y Vicepresidente "de facto".
Perón tenía una posición clara y definida: unificar el movimiento obrero e integrarlo al mecanismo del Estado, con la finalidad de evitar la proliferación de ideologías combativas como el comunismo o el anarquismo; para evitar la lucha de clases.
Su pensamiento estaba relacionado con la Doctrina Social de la Iglesia y las políticas laborales y proyectos del radicalismo y el socialismo. Lo apuntado podría resumirse en lo que el propio Perón denominaba la "Justicia Social", que consistía en repartir equitativamente la riqueza nacional.
De esta manera, logró organizar a los gremios que no poseían una tradición sindical, y atrajo al nuevo componente obrero producto de las migraciones urbanas, sin formación ideológica.
Con este panorama, el presidente anunció el 7 de julio de 1945 la convocatoria a elecciones generales. Nadie ignoraba que el candidato del gobierno militar iba a ser Perón, aunque él lo desmentía. El 19 de setiembre se produjo la Marcha de la Libertad y la Constitución que, partiendo de Plaza Congreso, culminó en Plaza Francia, integrada por los partidos políticos tradicionales y la opinión pública independiente.
Exigían la renuncia de Farrell, la entrega del poder al presidente de la Corte Suprema y la realización de los comicios en los que no participaran personas o miembros del gobierno militar. A su vez, contó con el apoyo del embajador norteamericano, Spruille Braden, quien se puso a la cabeza de los reclamos opositores.
Sin lugar a dudas, la marcha debilitó al gobierno. Farrell restableció el estado de sitio y en el Ejército comenzaron las deliberaciones, especialmente en Campo de Mayo, cuyo comandante el coronel Eduardo Ávalos, se rebeló y exigió al presidente el alejamiento de Perón de sus tres cargos, como una forma de descomprimir la situación y lograr un cambio político que asegurara una salida institucional lo más tranquila posible.
El 9 de octubre Perón renunció a sus tres cargos y al día siguiente pronunció un discurso desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, en el cual pidió que no abandonaran la lucha por la dignificación del trabajo, defender lo conseguido y que la emancipación de la clase obrera está en el propio obrero. La explosión del entusiasmo de sus interlocutores fue memorable.
A partir de este momento, los hechos se precipitaron vertiginosamente. El día 13 Perón fue detenido y enviado a la isla Martín García para, según el gobierno, preservar su integridad física. Alojado en un chalet custodiado por dos centinelas, escribió cinco cartas, en las cuales puede deducirse su estado de ánimo.
Quizás la más importante y emotiva fue la dirigida a Eva Duarte, en la cual en uno de sus párrafos le dice "… tesoro mío, tené calma y aprendé a esperar. Con lo que yo he hecho estoy justificado ante la historia y sé que el tiempo me dará la razón".
Las cartas mencionadas mostraban a un Perón que se sentía derrotado y anhelaba el pase a retiro del Ejército, casarse con Eva e irse a vivir al Sur. Ignoraba lo que se estaba gestando y que lo catapultaría a convertirse en el líder de los trabajadores.
¿Cómo se armó el 17 de Octubre? La detención de Perón produjo en la CGT un profundo debate. Las bases empezaron a reclamar su libertad, otros dirigentes sindicales creían peligroso unir sus reclamos al futuro político de Perón y temían perder las conquistas sociales logradas durante la gestión del ex secretario de Trabajo y Previsión.
El día 16, en la sesión del Comité Central Confederal, se frustró la idea de arribar a una solución única y debió recurrirse a la votación. Por 16 votos a 11, se aprobó la moción de convocar a una huelga general para el 18. En los considerandos de la medida adoptada no figura explícitamente el pedido por la libertad de Perón.
Empero, las bases que no estuvieron de acuerdo y su principal objetivo era conseguir la liberación de Perón, sobrepasaron a los dirigentes y desbordaron a sus sindicatos y a la central obrera, destacándose dos figuras importantes: Cipriano Reyes y Luis Gay.
El primero, del gremio de la carne; el segundo, de los telefónicos, enfrentados con la conducción de la CGT, cuya resolución llegó tarde a los distintos sindicatos y las bases ya habían empezado a movilizarse. Provenían del cordón industrial de Buenos Aires y se dirigían, en la madrugada del miércoles 17 de octubre, hacia la Plaza de Mayo.
A su vez Perón, aduciendo problemas de salud, fue trasladado de Martín García al Hospital Militar y allí comenzó a tomar contacto con la realidad, a través del coronel Domingo Mercante, que había sido el nexo de su relación con los gremios, el cual le informó de la manifestación que insistía en su liberación. Al mediodía, la plaza estaba colmada casi en su totalidad y el presidente Farrell decidió llamar a Perón para que calmara a la muchedumbre, a fin de evitar desmanes y atropellos.
Ávalos, el nuevo ministro de guerra, presente en la reunión entre Farrell y Perón, presentó su renuncia, al igual que todo el gabinete. A continuación, Farrell se dirigió a la multitud, expresó que el gobierno no sería entregado a la Corte Suprema y se respetarían las conquistas sociales obtenidas. Sin embargo, lo que la gente reclamaba era la presencia de Perón quién a las 23.10 de ese día se asomó por el balcón y un griterío ensordecedor tronó en la histórica plaza.
¿Qué dijo Perón? No hizo alusión a dónde estuvo. Expresó que había decidido solicitar su pase a retiro para ponerse al servicio del pueblo argentino, "el pueblo sufriente que representa el dolor de la tierra madre que hemos de reivindicar".
Su discurso fue interrumpido varias veces. Se aclamaba su nombre y su voz demostraba el cansancio y fatiga de un día memorable que marcaría el fin de una época y el comienzo de otra. En la parte final de su alocución expresó "… quiero pedirles que se queden en esta plaza quince minutos más, para llevar en mi retina el espectáculo grandioso que ofrece el pueblo desde aquí".
Su triunfo había sido total y categórico. El 17 de octubre de 1945 nacía el peronismo y hacía realidad la participación de la clase obrera en la política del país. La inserción de los obreros ya no podía soslayarse ni obviarse. La definición más exacta de lo ocurrido este día fue el título del "Time" de Londres que expresó "full power to Perón" (todo el poder a Perón).
A 70 años del 17 de octubre de 1945, puede afirmarse que es la fecha más importante de todo el siglo XX. En la liturgia peronista fue bautizado como el "Día de la Lealtad Popular" y, durante las presidencias peronistas, establecido como feriado nacional. Se trató de un momento histórico único e irrepetible, fue un verdadero huracán que atravesó y modificó la historia de la Argentina.
PD: El título de esta nota es el de un capítulo del libro de Félix Luna, llamado "El 45".