El hospital Pereyra recibirá un premio nacional a la calidad

En el neuropsiquiátrico se trabaja con el tiempo mínimo posible de internación y los esfuerzos se concentran en la rehabilitación a través de distintos programas. El orgullo de sus trabajadores.

El hospital Pereyra recibirá un premio nacional a la calidad

De antemano plantean que dudaron en dar a conocer la noticia porque no son ajenos a las dificultades que atraviesa la salud pública mendocina.

Pero reconocen que les ganó el entusiasmo de compartir que hace dos años comenzaron el proceso para concursar por el Premio Nacional a la Calidad, que ya habían recibido en 1996, y resultaron nuevamente elegidos hace unos días. El Hospital Escuela de Salud Mental Dr. Carlos Pereyra es así, por segunda vez, el único que ha obtenido esta distinción en la provincia.

Los directivos aclaran que son un poco “delirantes” y en más de una ocasión durante la entrevista hacen bromas y ríen, lo que permite apreciar, antes de que el director Manuel Vilapriño lo explicite, que el logro es producto del trabajo en equipo.

Su alegría está fundamentada en haber conseguido que las internaciones sean lo más breves posibles -sólo cuando hay riesgo cierto e inminente para ellos o terceros- y el abordaje se concentre en cambio en la rehabilitación a través de distintos programas.

El hospital, cuya entrada principal está ubicada sobre calle Ituzaingó al 2800, ha extendido su labor a otras viviendas alquiladas en el entorno. En una de ellas se ofrecen talleres de capacitación laboral, como reparación de calzado, marroquinería, gastronomía, dulces y conservas, jardinería y textil.

De hecho, un grupo de pacientes que fue dado de alta y luego participó de estos cursos tiene ahora a cargo la atención del buffet del Carlos Pereyra y desarrolla un microemprendimiento de gastronomía para eventos.

También hay Casas de Mitad de Camino, para mujeres y para hombres, donde están durante un tiempo hasta que ganan mayor autonomía y reaprenden las tareas cotidianas aquellos pacientes que no tienen familia que los contenga.

Mónica Raviolo, jefa del Departamento de Rehabilitación, resalta que además de brindarles herramientas para su reinserción social, en estos espacios se puede advertir a tiempo si se produce un cambio al que se deba prestar atención.

En 2005 se creó el Centro Infanto Juvenil, que también funciona en un sitio cercano, y donde se atiende a niños y adolescentes hasta los 17 años.

Recientemente incorporaron un consultorio de salud sexual y reproductiva para asesorar a pacientes -y evitar complicaciones en el desarrollo del bebé causadas por los medicamentos, entre otras dificultades- y realizar los controles de embarazo en un sitio con mayor contención.

Por otra parte, ya cumplió 20 años el Servicio Interdisciplinario de Integración Comunitaria (Sidic), que comenzó como un seguimiento domiciliario e implica que un equipo de profesionales de distintas especialidades se traslade a la casa del paciente para brindar un abordaje integral no sólo de la persona sino también del grupo familiar. Mientras, dentro del hospital se ofrecen, desde 2000, talleres de Arteterapia para quienes están internados.

Pese a que sigue siendo un hospital de salud mental, se han ido incorporando otras especialidades: Clínica Médica, Cardiología, Ginecología, Neurología y Laboratorio. Además, funciona una farmacia que abastece a los pacientes del Pereyra y de otros efectores, y en la que se elaboran medicamentos que no se consiguen, por las dificultades para importar.

Defensa del sistema público

Durante la charla surgen cuestionamientos a quienes opinan que los hospitales psiquiátricos deberían cerrarse. Elisa Sbriglio, jefa del Departamento de Agudos, opina que proponer eso es negar que existe el trastorno mental severo.

Pero al mismo tiempo, insiste en que en el Carlos Pereyra hay una alta rotación de internados -lo que significa que cada uno permanece poco tiempo- y añade que cuentan con un sistema de atención de crisis agudas, donde el paciente permanece menos de cinco días, y otro de internación virtual, en el que se los trata durante el día y regresan a su casa cada noche.

Tanto el director, Manuel Vilapriño, como la jefa del Departamento de Rehabilitación, Mónica Raviolo, resaltan que de lo que se trata es que las personas con un trastorno mental severo -también con consumos problemáticos o víctimas de violencia de género- que no tienen obra social, puedan acceder a un servicio gratuito de calidad (aunque también se reciben pacientes con cobertura de salud).

Segundo premio

Elisa Sbriglio detalla que hay dos caminos para trabajar en la calidad en los organismos privados o públicos: las ISO 9001 y el Premio Nacional a la Calidad, que fue creado por ley en 1992. Éste es el que el Hospital Carlos Pereyra recibió en 1996 y les informaron el jueves que recibirán nuevamente ahora.

Durante esta semana les indicarán cuándo y, con ello, de manos de qué presidente: Cristina Fernández o Mauricio Macri. Pero para ellos lo fundamental es la satisfacción del reconocimiento a un proceso que iniciaron hace dos años y que implicó diversos filtros, incluso para ser aceptados en el concurso, y la visita de una comisión evaluadora.

Con el asesoramiento de una consultora, como prevé la ley, recibieron sugerencias de mejoras del mismo personal, de los pacientes y sus familias a través del libro de quejas y opiniones, como también de otros efectores con los que trabajan (desde centros de salud hasta el Poder Judicial). Los esfuerzos se concentraron en la capacitación y la articulación entre distintas áreas.

Es que, como resalta Mónica Raviolo, se trata de un espacio donde se recepta mucho sufrimiento y se aborda desde la escucha, por lo que sólo pueden ayudar a los pacientes si ellos mismos mejoran.

En el Pereyra se realizan unas 40 mil consultas ambulatorias por año (cifra similar a la del hospital Borda de Buenos Aires) y se atiende no sólo a mendocinos sino también a pacientes de San Juan, San Luis y de Chile. Vilapriño destaca que el premio es para toda la gente del hospital. Añade que también queda mucho por hacer y que se necesita presupuesto para remodelar los servicios de internación, de cocina y nutrición, que son antiguos.

Pero en la línea de mejora continua, planean seguir trabajando para que se convierta en un centro asistencial especializado en salud mental pero donde haya profesionales de un número mayor de disciplinas.

Al menos dos siglos de historia

Si bien el hospital recibió el nombre de Carlos Pereyra en 1967, por decisión del entonces director Juan José Vilapriño y a modo de homenaje al prestigioso psiquiatra argentino, el espacio estuvo ligado a la atención de personas desde mucho antes.

Entre 1947 y 1952 en ese sitio funcionó un asilo para pacientes con trastornos mentales, como parte del Hospital Lagomaggiore, ya que dos hospicios de Córdoba y Buenos Aires dejaron de recibir internados de Mendoza.

En 1952 se transformó en el Hospital Neuropsiquiátrico de la provincia. Diez años después se concursaron cargos de guardia y en 1965 se incorporaron psicólogos y asistentes sociales.

De hecho, en la actualidad, en las consultas de emergencia no sólo hay médicos sino también profesionales de esas dos especialidades. En 1985 se creó la residencia de Salud Mental, por lo que hoy se denomina Hospital Escuela de Salud Mental Dr. Carlos Pereyra.

Sin embargo, la historia se remonta a bastante tiempo antes. En ese mismo predio, que perteneció a los Jesuitas y en donde se levantó la capilla de la Virgen del Buen Viaje, se cree -aunque no se han encontrado registros- que funcionó un asilo. Luego, en 1817, Fray Luis Beltrán lo destinó a residencia y depósito de municiones. Cuando el terremoto de 1861 derribó el templo, se abrió un hospital para enfermos crónicos.

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