“Usa muy poca barba (… ) pero su rostro no deja por eso de tener el aspecto de un guerrero (… ) es de constitución muy robusta; tiene un pecho muy ancho y sumamente prominente, que difícilmente se puede encontrar en otro más bien organizado. Su rostro conserva toda la lozanía de la juventud, aunque a mi juicio debe haber nacido el General a principios del siglo. Es de una estatura regular y es más bien grueso que delgado. Su color es blanco, pero la tez de su rostro está algo ennegrecida con los soles que
ha pasado en sus campañas militares y con los aires del campo en donde vive. Todas sus facciones están llenas de expresión. Su boca es pequeña y hermosamente dentada. Sus ojos son de un color claro, están llenos de fuego y vivacidad (… ). Sus cabellos son negros y empiezan a separarse de su des-pejada frente, lo que pone al General Urquiza en un paralelo con César”.
Así describió el político Ángel Elías a uno de los grandes próceres de nuestra historia.
Al cumplirse hoy exactamente 150 años de su asesinato creemos oportuno recrear la escena haciendo uso del testimonio de un testigo presencial. Finalizando el siglo XIX la Revista “Caras y Caretas” entrevistó al Coronel Carlos Anderson, quien durante su juventud sirvió al General Urquiza y estuvo presente aquél fatídico 11 de abril.
A continuación reproduciremos parte de la entrevista:
“ —Vengo a visitarlo, mi coronel, para que hablemos de aquellas cosas de Entre Ríos en 1870... de la muerte del General... ¿Recuerda el hecho?
—¡Vaya!... ¡Como para olvidarlo fue!.. Lo tengo tan presente como si fuese ayer (… ) ¡Qué bárbaro rato me hicieron pasar!
—¡Me lo imagino!
—¡Figúrese!... Yo estaba de guardia y mi hermano, que era el otro ayudante, estaba en cama razón por la cual me encontraba en su cuarto acompañándole, juntamente un paisano Molina de Guaieguay que había venido a cobrar unas vacas vendidas al General, que era muy negociante. Serian entre las siete y siete y veinte de la noche, cuando sentí que don Justo -que estaba, como era su costumbre, tomando el té bajo la galería en la entrada del palio- le preguntaba al hombre de servicio: ¿Qué ruido es ese?”.
Parecía ser un tropel bastante sonoro que se acercaba rápidamente. Minutos más tarde Urquiza advirtió a todos gritando: ¡son asesinos! “En eso, los asaltantes -continúa Anderson-, que eran cinco no más (pues aunque entraron al Palacio ciento cuatro, los otros enderezaron a la guardia y a asegurar la entrada) desembocaron en el patio y al verlos les gritó: ‘No se mata así a un hombre entre su casa, canallas’ y les disparó un tiro: la bala le pasó robando el bigote a un cordobés Álvarez y fue a quebrarle el hombro al negro Luna, otro de los que venían. Álvarez, entonces, le tiró con un revólver y le pegó al lado de la boca, era herida mortal, sin vuelta. El General cayó.”
Urquiza fue rematado a cuchilladas acertadas incluso mientras su esposa y una de sus hijas lo cargaban para encerrarse en una habitación.
Más allá de que este sea un aniversario luctuoso, no debemos dejar de recordar al “Gran entrerriano” por su enorme legado: la Constitución Nacional Argentina.