Mendoza fue un legítimo campeón. Un equipo sólido, vistoso, efectivo y muy solidario en su juego. Con estas claves, estos 12 jugadores mendocinos llevaron a la provincia a tocar el cielo con las manos y ubicar el básquetbol mendocino en lo más alto a nivel Nacional. Así rezaban las páginas de los diarios de aquella época cuando Mendoza obtuvo por primera y única vez en su historial el Campeonato Argentino de Básquetbol. La gran final fue contra Córdoba y fue triunfo por 73-64. Diario Los Andes fue un jugador más de ese elenco Borravino. Es que Daniel Egarrat, periodista del medio, fue el único reportero mendocino presente en la provincia de Neuquén. Su pluma también cortó las redes.
El desarrollo de la XXVI edición, se disputó entre el 20 y el 28 de febrero de 1959 y se jugó en cinco ciudades: Cinco Saltos, Allen y Cipolletti (en Río Negro); Plaza Huincul y Neuquén. Participaron 16 selecciones, las cuales terminaron clasificadas de la siguiente manera: Mendoza, Córdoba, Capital Federal, Chaco (fue el único vencedor de Mendoza en la etapa clasificatoria), Santa Fe, Provincia de Buenos Aires, Santiago del Estero y Catamarca. Por la rueda descenso: Tucumán, Neuquén, La Rioja, Misiones, San Luis, Salta, Río Negro y La Pampa.
El plantel mendocino de oro
Mariano “Gordo” González fue el director técnico del único plantel mendocino campeón argentino. Su asistente fue Fernando Anfuso. El plantel: Alberto Alvarez, Cecilio “Toro” González, Arturo Cacciamani, Andrés Ferro, Luis Felipe Armendáriz (formación titular), Aldo Escalante, Nelson “Pipio” Pedemonte, Héctor Muñoz, José Linares, Juan Coria, Carlos Segura y Osvaldo Vázquez.
Sin dudas, este título no fue casualidad. Era una época de oro del básquetbol mendocino. La Borravino competía de igual a igual con las históricas potencias de nuestro país como Provincia de Buenos Aires, Santa FE, Córdoba y Santiago del Estero. Entre las dos asociaciones que nucleaban el básquet de Mendoza, Benjamín Matienza y Manuel Belgrano, habían más de 30 equipos en Mendoza. Figuras sobraban en cada encuentro. Todos los partidos se jugaban a estadios repletos. Y tras el campeonato de 1959, no sorprendió la convocatoria a la preselección Nacional de 5 jugadores mendocinos: Alvarez, González, Cacciamani, Ferro y Armendáriz. Argentina se preparaba para los Panamericanos de Chicago.
Según la observación especializada de Daniel Egarrat, la Selección Mendocina era un equipo fuerte en todo sentido. El motor del plantel campeón fue Cacciamani, quien estuvo inspirado todo el certamen. Jugó e hizo jugar a todos sus compañeros. Por momentos, fue imparable y transmitió al equipo su energía y personalidad. Otro de los jugadores que se destacó fue Alberto Ferro, quien cumplió con creces su cuota goleador: marcó dobles decisivos. Imposible no mencionar a Armendáriz, un crack adentro y afuera de la cancha, quien se brindó siempre por completo por sus compañeros de Selección.
Un regreso inolvidable
El "Rey Arturo" Cacciamani, recuerda junto a Más Deportes, ese regreso triunfal a Mendoza desde Neuquén con el único Argentino de Selecciones logrado por Mendoza.
Al respecto, señala: “Aquel título se logró con mucha humildad y sacrificio. Mientras Capital Federal se hospedó en un hotel de primera línea, nosotros y las otras selecciones lo hicimos en una escuela Hogar. Dormíamos en las mismas aulas, adoptadas con cuchetas para dormir y casi todo se compartía. No nos quejábamos, porque disfrutábamos de esa camaradería con los demás planteles. Cuando salíamos a caminar por la plaza principal, recibíamos el cariño de la gente. Firmábamos autógrafos y nos colmaban de atenciones. A la noche, después de los partidos, nos reuníamos en fogones con número folklóricos y hasta se elegía la reina del campeonato. Cada delegación estaba obligada a realizar un show artístico. Era fantástico”.
Además, el ex jugador de YPF, Atenas y Macabi, recordó el viaje de ida y vuelta: “ Viajamos en un antiguo ómnibus de Turismo La Cumbre, unidades que en esa época no tenían las comodidades actuales”. Los asientos eran de madera, no eran reclinables y teníamos que estirar nuestras largas piernas hacia el pasillo. Estábamos incómodos pero felices, mucho más el regreso porque traíamos el título de campeón. Cuando volvíamos, el micro se rompió en la ruta y nos comimos un asado en pleno campo, bajo la luz de la luna. El arribo fue maravilloso, nunca viví nada igual, porque la gente nos esperaba en la plaza de Luján y nos acompañó en caravana hasta el centro por la ruta vieja. Veníamos cantando y saltando de alegría”.