Unos golpes en el pecho, sus habituales pasos de reggae, una bandera de Jamaica, su rugiente “¡Soy el número uno!”, un gesto de victoria, sus brazos dibujando un rayo... Celebra Usain Bolt en definitiva y el universo, sometido a su gravedad, le orbita. Es una celebridad, una leyenda, quizá el más grande de siempre, pero unos minutos después sólo es el “grandullón” de Jennifer y el orgullo de Wellesley.
Sus padres lo abrazan y envuelven y su rostro cambia, felicidad infantil. Son conscientes del reto que su hijo único aborda, superar un año en blanco y salvar la amenaza de Justin Gatlin, y no se despegan de su niño, aunque la madre se repite en enojos.
“Fuera de Jamaica la comida siempre es peor y el clima es raro. Aquí, en China, hace calor, pero en Estados Unidos o Europa he pasado mucho frío”, comenta Jennifer, tímida ante los micrófonos en el extranjero, pero muy amable cuando los medios la visitan. Una carretera de baches y tres horas y media de trayecto separan Kingston, la capital, de Sherwood Content, el pueblo donde vive aún en la misma casa donde nació el atleta.
Tres habitaciones austeras, un par de artículos antiguos enmarcados y una cantidad ingente de trofeos la rodean en sus apariciones en documentales de la NBC o la BBC. Lo hace mientras su marido (que tiene dos hijos de otra relación, Sadiki y Sherine) vende cebollas y ajos en la tienda de ultramarinos que poseen y lo hace, como toda madre, cargada de anécdotas bien capaces de avergonzar a su hijo.
“Cuando nació era enorme. Pesó casi cinco kilos, porque salió una semana y media tarde. Creo que sólo fue lento en eso. Luego fue un niño movidísimo, hiperactivo”, explica Jennifer en esas piezas audiovisuales y así cualquiera olvida el perfil conocido de Bolt: mujeriego, amante de la fiesta y de los coches deportivos.
“Cuando estrelló el primero en 2009, un BMW carísimo, le dije que se la iba a llevar, que cuando lo viera iba a correr de verdad”, añade la madre, que fue velocista aficionada, como el padre y como la amplia mayoría de la población del país caribeño. Invitados habituales en la mansión que su hijo posee en Norbrook Terrace, una urbanización de lujo a las afueras de Kingston, resaltan las donaciones que éste realiza para mejorar su aldea, especialmente las destinadas al Waldensia Primary, el colegio donde estudió.
Allí, en una pista de césped, empezó a correr y, allí, aunque su sueño era brillar en el cricket, fue descubierto por los entrenadores del instituto William Knibb Memorial, que lo profesionalizaron. En 2001, con 14 años, viajó por primera vez en avión, a Hungría, Debrecen, para un Mundial juvenil, y la temporada siguiente explotó: Mundial junior en casa, en Kingston.
“Siempre fue un valiente, pero entonces iba a competir con atletas tres años mayores que él y creía que perdería. No quería ir y empezó a llorar. Lo tuvieron que convencer entre su abuela y su madre”, explica Wellesley, que guarda orgulloso el oro en el 200 que ganó en aquel evento y las platas en los relevos 4x100 y 4x400.
Recuerda con temor la escoliosis, una desviación de la columna vertebral, que sufrió después y con satisfacción el primer contrato con Puma y las primeras portadas de revistas internacionales. También conserva las ofertas que llovieron a su hijo de universidades estadounidenses y las respuestas que éste envió: “Las rechazó todas, siempre fue muy familiar”.
"No había dudas, dije que lo haría"
Cuando llegó el momento de correr su prueba favorita, nadie pudo interponerse entre Usain Bolt y su décima medalla de oro en un Mundial de atletismo. Aunque un camarógrafo despistado estuvo a punto de arruinar el festejo.
El velocista conquistó los 200 metros por cuarto Mundial consecutivo al imponerse con tiempo de 19.55 segundos. A pesar de bajar el paso en los metros finales, y empezar a celebrar antes de cruzar la meta, Bolt superó a Justin Gatlin por casi dos décimas de segundo.
Bolt, que también derrotó a Gatlin en la final de los 100 metros, ahora tiene tres dobletes 100-200 en mundiales (2009, 2013, 2015), una racha sólo interrumpida en 2011 cuando fue descalificado de la final de los 100 por una salida en falso.
“No había duda. Les dije que lo haría”, dijo Bolt. “`Mi entrenador me ha dicho que si no voy a afrontar con seriedad el próximo mundial en Londres (en 2017), mejor que no vaya. Todo depende de cómo me encuentre después de Río”.
El tiempo de 19.55 segundos fue el mejor de la temporada. Ahora sólo le falta el relevo 4x100 de mañana para completar otro triplete.
Fuente: elmundo.com