Los números son claros y concretos: de un censo de 3.803 hijos de productores, sólo un 15 por ciento vive en las fincas, lo que demuestra que la famosa emigración que se produce desde el campo hacia las ciudades no responde sólo a la necesidad de mejorar la calidad de vida de los obreros rurales, sino que ese tipo de actitudes se amplía hacia gran parte del espectro rural, incluyendo a los hijos de los propietarios de los terrenos.
Los resultados surgen de una investigación impulsada por la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas.
Cabría advertir también que no se trata de un aspecto que se produce en la Argentina, sino que se replica en distintos lugares del mundo en razón, según los expertos, de que existe una tendencia casi "natural" de la gente de residir en los grandes conglomerados urbanos.
De allí entonces que el gran desafío radique en establecer políticas que seduzcan a los jóvenes para que prioricen seguir residiendo en las zonas rurales.
No es la primera vez que se realiza en Mendoza este tipo de investigación. Tiempo atrás, por iniciativa de sectores vitivinícolas, se organizó una jornada, con la participación de distintos sectores -empresarios, productores y obreros rurales- a los efectos de conocer los motivos por los cuales se producía una migración permanente hacia los grandes centros urbanos.
En esa oportunidad hubo coincidencias en señalar que los mayores inconvenientes radicaban en que la gente del campo tenía mayores inconvenientes para acceder a la vivienda propia, a la salud, a la educación e inclusive con problemas para transitar las rutas para sacar la producción durante los días de lluvia.
Si nos atenemos a los hechos, todo quedó en un informe, sin que se produjeran cambios en el sector.
Debe señalarse también que situaciones similares se viven en otros lugares del mundo. En algunas zonas de Francia, por ejemplo, las autoridades se vieron obligadas a sancionar leyes laborales especiales destinadas a impulsar que la familia continúe radicada en el interior, mientras en otros países, como Estados Unidos, el objetivo se centra en alcanzar, en las zonas rurales, las mismas posibilidades de acceso a la tecnología y el bienestar que aportan las grandes ciudades, para evitar el éxodo.
Ese tipo de medidas fueron aceleradas cuando se conocieron datos que determinaban que algunas poblaciones estaban "envejeciendo" en lo relacionado con la edad promedio de la población.
El estudio de Acovi señala también que en el campo suelen ser los propios padres los que incentivan a sus hijos a emigrar porque es en las ciudades donde existen mayores posibilidades de ascenso social.
Por su parte, las estadísticas del Instituto de Desarrollo Rural determinan que la edad promedio de los productores frutícolas alcanza los 57,7 años en la zona norte; los 59,4 años en el Este; los 55,6 años en el Valle de Uco y los 56,4 años en el sur, con una edad promedio de 57 años para toda la provincia, según los datos conocidos en 2010, aunque posteriormente se produjo una muy leve mejoría en la investigación de 2014.
No quedan dudas de que el despoblamiento de las zonas rurales responde a distintos factores, entre los que puede influir también la situación que se plantea con las divisiones de las propiedades que se generan con las herencias, pero no es menos cierto que hay otros aspectos que se podrían solucionar y que está en manos de la dirigencia política concretarlos, con el objetivo de evitar la negativa emigración que actualmente está afectando a los sectores rurales.