El Goyo que yo viví

El Goyo que yo viví

El Goyo seguro partió en el último tranvía. Con él se fue ese ser nostálgico, bohemio, solidario y comprensivo pero vehemente a la hora de sostener principios como la honestidad y su profesionalismo en periodismo, tarea a la que él llamaba una forma de "despuntar el vicio" .

Cuando lo conocí en la Escuela Superior de Periodismo, en el diario Mendoza y luego al compartir la redacción en Los Andes supe ver en él a un colega con mayúsculas, difícil de doblegar en sus convicciones y un maestro de la vida. Su sonrisa a flor de labios, el menear la cabeza en señal de aprobación o aceptación o un abrazo efusivo, marcaron su personalidad. Decisiones irreversibles, estudiadas, muy pensadas siempre, lo acompañaron, como su charla cansina y llena de sabiduría.

Hoy seguro las acequias, el otoño y el zonda cuyano harán una pausa al verlo pasar hacia un escenario mayor donde lo acompañarán Dardo Palorma, la negra Sosa y otros grandes del folclore para componer otra clase de prosas y versos.

"El Goyo" no caminará más por las calles de la ciudad que amó y muchas veces lo dejó desamparado. Las sombras de la Alameda o de la calle San Martín y las siestas de café estarán vacías sin él, pero seguro no faltará algún canto con sus estrofas que inunde de su figura la geografía mendocina y de todo Cuyo.

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