Para entender la naturaleza del problema de las empresas estatales, conviene remontarse a un asunto muy bien estudiado en la década del 80 del siglo pasado. donde hubo numerosas y serias investigaciones sobre este problema, en muchos países del mundo.
Un tema clave de esos estudios consistían en la pregunta acerca de quiénes eran realmente los dueños de las empresas estatales, entendiendo por dueños los beneficiarios de la existencia de empresas propiedad del Estado.
Las conclusiones de los trabajos de investigación empíricas fueron concluyentes. Los verdaderos dueños (beneficiarios) de las empresas del Estado, no era por cierto los habitantes del país. Los verdaderos dueños eran los empleados, los proveedores y los grupos políticos de los gobiernos de turno, en ese orden.
Mientras más empleados, más fuerte era su control sobre la empresa; mientras más grande y más compras realizara, los proveedores eran más beneficiados. Y siempre los partidos políticos de turno, o los gobiernos de facto, colocaban directores, funcionarios y parientes.
Esto, exactamente eso, es hoy mismo Aerolíneas Argentina, su radiografía pasada y actual.
Parece innecesario recordar, ya que es de público y divulgado conocimiento, que el personal de esta línea aérea, en todas sus categorías, debe ser de los mejores pagos del país y quienes de mayores privilegios laborales gozan.
Aerolíneas Argentinas nació hacia 1950 de la unión de varias empresas de aviación, constituyendo una empresa estatal, como era la modalidad de aquella época, bajo el hoy anacrónico slogan de "aerolínea de bandera".
Entre ese año de creación y 1990, en que se decidió su privatización, siempre dio pérdidas, pagadas por los contribuyentes aunque nunca hubiesen subido a un avión. Pero se decía que era símbolo de la "soberanía nacional".
En el año 1990, bajo el Gobierno de Carlos Menen, mediante el proceso de privatización de las empresas estatales, Aerolíneas Argentinas fue transferida a la empresa estatal española Iberia. Una mala decisión, ya que privatizar una empresa estatal, transfiriéndola a una empresa estatal de otro país no suele dar buen resultado. Lo cierto es que la empresa se transfirió sin pasivo, ya que antes el Estado absorbió toda su deuda.
Se inició entonces un largo y tenebroso proceso, ahora en manos de la empresa pública hispánica, que es una de las vergüenzas que dicho país no ha dado cuentas claras. Aerolíneas Argentinas fue virtualmente vaciada por la empresa estatal española, que se declaró en bancarrota en 1994, momento en que las acciones de Aerolíneas pasaron a manos de la Sociedad Española de Participaciones Industriales, ente público del Estado español.
En medio de una grave crisis, en 2001, se cedió el control de Aerolínas Argentinas y varias empresas que integraban el conjunto, al grupo español Marsans. En ese entonces la Auditoría General de la Nación estableció que luego de 18 años de gestión española la empresa había quedado con un patrimonio negativo de 2.500 millones de pesos y un pasivo de 890 millones de dólares. Hacia el año 2002 Aerolíneas salió de la convocatoria de acreedores, porque un juez de Buenos Aires aceptó la reestructuración de la deuda.
El resto es más tenebroso aún, en el año 2008 el gobierno de Cristina Kirchner resuelve expropiar las acciones y volver a estatizar la empresa, decisión que fue aprobada por la mayoría del Congreso de la Nación. El por entonces ministro de Economía, Axel Kicilloff, adujo que no teníamos que pagar ni un peso y por el contrario el grupo Marsans debía pagar muchos millones a la Argentina. La realidad es muy diferente, en materia de empleados eran 9.000 cuando se estatizó pero el kirchnerismo los llevó a 12.000 privilegiados. Así, el Estado, los contribuyentes, han puesto dos millones de dólares diarios para sostener esta aberración.
El Presidente Macri ha dicho que menos del 5% de la población viaja en avión. El gobierno dice que quiere que vuelva a ser rentable, algo casi imposible, sobre todo con sindicatos del sector que en vez de ayudar hacen lo imposible para conducir a su quiebra o su liquidación.