La pandemia del coronavirus pone a prueba en todo el mundo la capacidad de reacción de los gobernantes. Los efectos demoledores de este agente infeccioso se ven a diario en distintos países, en cada continente, en algunos casos con más virulencia, lo que se refleja en el lamentable y estremecedor número de muertes.
En el caso de la Argentina, este flagelo se convirtió rápidamente en una de las urgencias del nuevo gobierno nacional. Muchos planes debieron postergarse para dar paso a la adaptación de la gestión, para intentar combatir dignamente la emergencia sanitaria. Un desafío de alto riesgo. Seguramente, a ningún gobernante le agrade enfrentar a un enemigo silencioso que pone en jaque a la mayoría de la población.
Es probable que la estrategia utilizada por el gobierno nacional para hacer frente con celeridad a la pandemia sea la correcta. Ya el mundo de la salud habla bien de lo que se viene realizando en la Argentina, pese a que el pico de contagios aún no llega, según las estimaciones de los expertos. Pero debe quedar claro que el nivel de efectividad será un asunto a evaluar en su momento, cuando este mal trance pase y el país recupere paulatinamente su ritmo.
En tanto, sí se puede destacar la predisposición mostrada desde el primer momento de esta crisis por el titular del Poder Ejecutivo Nacional para transmitir a la ciudadanía el cuadro de situación y los planes a seguir. El Presidente comunica a través de los medios dignamente las medidas que se adoptan para salir al cruce de la pandemia. Se muestra seguro en sus apariciones públicas, procurando generar tranquilidad en la sociedad en medio de la angustiosa realidad. Está demostrando Alberto Fernández ser buen comunicador de los planes de su gobierno ante la sorprendente coyuntura, con el énfasis apropiado según la importancia de cada anuncio en el obligado día a día para la toma de decisiones.
Otro aspecto que también se puede rescatar en este tiempo de emergencia sanitaria es la predisposición presidencial para colaborar con los medios de comunicación en todo lo que tenga que ver con la explicación detallada de las medidas más necesarias. La importancia que el gobierno nacional le dio a la crisis tiene correlato en la profesionalidad de la amplia mayoría de las coberturas periodísticas, pertenecientes a empresas consolidadas por su trayectoria y credibilidad.
La tensa realidad no impidió hasta ahora que el presidente de la Nación tuviese el tiempo justo para responder personalmente a las inquietudes periodísticas. Su aparición en radios, televisoras y periódicos es prácticamente diaria y equitativa. No sólo no se priorizan los medios de difusión oficiales, sino que se viene buscando una participación plena, sin distinción de mediciones de audiencia ni posibles cercanías políticas. Es esta última una saludable actitud, puesto que contrasta claramente con una de las acciones políticas más criticadas en gestiones anteriores cercanas al actual espacio gobernante.
En una época muy difícil para la labor periodística, por la abundancia de información engañosa a través de las redes sociales, el reconocimiento y la confianza desde el Estado reivindica a los medios tradicionales, que con esfuerzo empresario afrontan la adaptación a los cambios de tendencia de las distintas audiencias.
Pero los medios, además, no sólo se aferran a su vocación de servicio y función social; además se esfuerzan aún en la adversidad por mantener las fuentes laborales que generan.
Cerrar la grieta a partir de la consolidación de la libertad de prensa y la libre difusión de los hechos es un gesto republicano de gran valía. Con más razón en circunstancias de emergencia como las que nos toca vivir.