Las definiciones de ayer de Pablo Moyano son contundentes en cuanto a la posición confrontativa de un sector del sindicalismo, pero también sintomáticas de la orfandad en la que hoy está el Gobierno nacional en su relación con el conjunto del poder gremial.
La ausencia de un interlocutor con alguna fuerza sindical parece acentuarse a medida que se acortan los tiempos electorales, al unísono con una caída de la opinión favorable sobre el Gobierno como consecuencia del ajuste económico y social que hacen especular con que pueda no resultar ratificado en las urnas.
El único nexo de relativo peso es el que mantiene con la CGT el ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, que permitió acordar un insuficiente bono de fin de año, después del cual la conducción cegetista tomó distancias, aunque difícilmente pueda garantizarle al Gobierno que no habrá un quinto paro general antes de fin de año.
De haber contado hasta hace poco con la colaboración de los sindicalistas "gordos" de los gremios mayores e "independientes" de buen diálogo con los oficialismos de turno que dominan la CGT, como también de sindicatos menores abiertamente oficialistas (caso los trabajadores rurales de Uatre), Mauricio Macri pasó a contar con los dedos de una mano aquellos aún alienados con su gestión.
La Uatre está en manos de Ramón Ayala, jefe a la vez de una de los tres agrupamientos que se disputan el sello de las 62 Organizaciones. Pero su poder en el sindicato le será disputado por una disidencia interna cuando en los próximos meses tenga que refrendar el interinato que heredó por la muerte del histórico "Momo" Venegas. Más allá de la Uatre, son pocos los sindicatos macristas; quizás el más importante sea el del taxista José Ibarra, enfrentado al histórico Omar Viviani.
Por lo demás, el resto del espectro filogubernamental tomó alineamientos distintos, en función de posicionarse dentro de la interna del panperonismo a la expectativa de reocupar lugares legislativos en las presidencial de 2019. El sector que conduce Luis Barrionuevo se inclinó estos días hacia el lado de Eduardo Duhalde: así su cosecretario cegetista Carlos Acuña, más los "gordos" Armando Cavallieri (Comercio), Roberto Fernández (UTA) y Omar Maturano (La Fraternidad) y los "independientes" Gerardo Martínez (Uocra), Andrés Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), almorzaron con Roberto Lavagna, el ex ministro de Economía al que Duhalde pretendería candidato presidencial.
Pero el otro cosecretario general de la CGT tomó otro rumbo: Héctor Daer (Sanidad) se recostó en la conducción del PJ que dirige el kirchnerista José Luis Gioja y ocupó un lugar en la Mesa de Acción Política partidaria, junto a los hasta hace poco sus "enemigos": el camionero Hugo Moyano y el mecánico Ricardo Pignanelli.
Los dos últimos, sin embargo, transitan desde hace dos meses su propio derrotero político: la abierta confrontación con el modelo económico neoliberal de Macri y su alineamiento con la posible candidatura presidencial de Cristina Fernández de Kirchner en el marco de una "gran" Paso nacional de todo el panperonismo. De allí que compartan la conducción del Fresimona (Frente Sindical para el Modelo Nacional), una corriente política en el sindicalismo a la que también conforman los sindicatos de la Corriente Federal del combativo bancario Sergio Palazzo. A ella también adhieren algunos de los seis poderosos sindicatos aeronáuticos. Ayer sus secretarios generales recibieron el apoyo del Fresimona ante el paro del lunes.
Con apoyo de las dos CTA, el Frente también ratificó su respaldo a las seis horas de asamblea que el martes paralizarán todo tipo de transporte en todo el país convocada por la confederación Catt que preside el hasta hace poco triunviro cegetista Juan Schmid, por Ganancias y el pago del bono de fin de año a todos los trabajadores.