La situación de Grecia domina el debate en España a seis meses de las legislativas, con el gobierno conservador insistiendo en descartar cualquier riesgo de contagio pero aprovechando los contratiempos de Syriza para desacreditar a su aliado español, Podemos.
El gobierno español descarta cualquier comparación en el plano económico con Grecia, víctima desde hace meses de una huida de capitales y un Estado “clientelista” según el PP.
“Nos hemos dotado de instrumentos nuevos y poderosos para hacer frente a la volatilidad de los mercados”, declaró el lunes el ministro de Economía español Luis de Guindos, felicitándose por la recuperación económica (+3,3% previsto en 2015).
“Los desequilibrios macroeconómicos se han corregido”, “los bancos se perciben como solventes”, “el déficit público está en menos de la mitad” y el endeudamiento (casi del 100% del PIB) se moderará.
Pero las similitudes políticas entre los dos países son evidentes, aunque un abismo separa Grecia, con once millones de habitantes, y España, con 47 millones y la cuarta economía de la Zona Euro.
En España, como en Grecia, los socialistas dirigían el país cuando estalló la crisis de la deuda europea por los problemas de Atenas en 2009. Entonces el déficit público griego era del 12,7% y el español del 11,1%.
A finales de 2011, el Partido Popular conservador llegó al poder en España, prometiendo ajustar las cuentas para evitar la bancarrota. En junio de 2012, un gobierno de coalición entre derecha e izquierda aterrizaba en Atenas con el mismo objetivo.
Las medidas fueron las mismas en ambas orillas del Mediterráneo: recetas de severa austeridad sobre un contexto de recesión y explosión del desempleo.
Grecia obtuvo dos planes de rescate de 240.000 millones de euros. En España, la ayuda se limitó a 41.300 millones destinados a su dañado sector bancario.
