Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires
Otra vez la oportuna intervención del presidente del bloque de senadores del PJ-FpV, Miguel Pichetto, le señaló al Gobierno el camino hacia las puertas de salida de la ruidosa crisis que originó el proyecto de ley de Ganancias aprobado en Diputados. Por esa crisis se oscurecieron las relaciones entre el oficialismo y la oposición. Pichetto no fue el único de los facilitadores, pero que el Gobierno siga gozando de sus favores explica buena parte de la gobernabilidad de la que hoy disfruta.
Un ministro de los más importantes le da al senador rionegrino un enorme valor político. Reconoce que “sin Pichetto todo sería más difícil para nosotros” y admite que no son pocas las ocasiones en que el presidente, Mauricio Macri, lo ha llamado para intercambiar opiniones sobre temas críticos. “Es el principal cerebro del llamado peronismo racional, al que necesitamos para gobernar”, agrega el funcionario.
Todo eso quedó confirmado durante la semana que pasó. En primer lugar, que el macrismo es de algún modo dependiente de los sectores peronistas más moderados, entre los cuales está la mayoría de los gobernadores de ese signo, una gran parte de los legisladores y hasta varios dirigentes sindicales con influencia interna en la CGT.
La otra comprobación fue que todo ese andamiaje político que contribuye al sostenimiento de la gestión presidencial es frágil y puede quebrarse en cualquier momento.
Así lo demostró Sergio Massa, cuando creyó de manera equivocada que era el momento adecuado para dar un paso al frente y aproximarse a un liderazgo más abarcativo en el peronismo.
Massa estaba tan eufórico con el armado político de la media sanción de Ganancias, como luego depresivo por las consecuencias que tuvo su acercamiento al kirchnerismo.
Después de aquella carta pública y desafiante al Presidente, su oportunismo no dejó de pasarle facturas, entre las que estaban las de los gobernadores y hasta del propio Pichetto.
Sin vueltas
El episodio de Ganancias, que recién tendrá resolución económica formal en la semana que se inicia, también dejó en evidencia desde la política que cada vez que Gobierno y oposición buscan la vía del diálogo para superar problemas, el kirchnerismo se aleja más de las posiciones peronistas.
El acuerdo con Massa y Diego Bossio también fue una oportunidad para Máximo Kirchner y Axel Kicillof. La diferencia es que los dos primeros pueden reencauzar su inserción dentro del peronismo y los otros, junto a los aún seguidores de la ex presidenta Cristina Kirchner, ya no parecen tener retorno a esa fuerza.
Un ejemplo de esa fractura cada vez más profunda fueron las declaraciones de Pablo Moyano, quien es uno de los sindicalistas más duros de los enrolados en el peronismo. No se anduvo con sutilezas: dijo que le provoca “bronca, rabia, vergüenza o asco que ahora Kicillof levante la bandera del impuesto a las Ganancias” y recordó los oídos sordos que tuvo el gobierno kirchnerista ante ese reclamo de los trabajadores.
Esos datos adquieren importancia ante la inminencia de un año electoral que servirá para medir el acompañamiento que tiene el Gobierno en la sociedad, pero también definirá con más claridad cuáles serán los caminos que va a transitar el peronismo en el futuro.
Si esta semana hay acuerdo multisectorial para la ley de Ganancias, aquel ejercicio tendrá un anticipo con sólo mirar el panel de la votación en el Congreso. En política a eso se le llama reacomodamientos en la relación de fuerzas de cada uno.
Esta movida también tendrá repercusiones en los territorios. La media sanción en Diputados mostró a legisladores que aun compartiendo el mismo espacio, votaron en sentido opuesto al pensamiento de sus gobernadores. En muchos casos estaban dirimiendo posiciones electorales.
Otro frente
Las revelaciones y enseñanzas que dejó la semana hacia el interior del Gobierno también fueron muchas. Las críticas por haber manejado con torpeza política la situación ante el Congreso se escucharon desde la mayoría de las áreas oficiales y todas apuntaron a la mesa chica con que se asesora el Presidente para tomar decisiones.
Fue el propio Macri quien se vio en la necesidad de reafirmar las líneas jerárquicas dentro de la administración y lo hizo con vehemencia.
En la reunión del gabinete ampliado no sólo exigió "decisiones y resultados" a sus funcionarios, sino que brindó un rotundo respaldo político a sus colaboradores más inmediatos, el jefe de Gabinete Marcos Peña, y sus dos vicejefes coordinadores Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. "Ellos son mis ojos y mi inteligencia, y cuando ellos piden algo lo estoy pidiendo yo. Ellos son yo", dijo el Presidente.
¿Había quejas por insubordinaciones? Cerca de Peña afirman que no las hubo, pero más de un ministro en conversaciones reservadas hace oír sus cuestionamientos a la manera en que ejerce su función el jefe de Gabinete. Le reprochan que no haya una evaluación política más profunda de las consecuencias que van a tener las decisiones presidenciales, como en el caso del envío al parlamento del proyecto de Ganancias y la recomendación de no negociar su contenido.
El Gobierno espera llegar al brindis de la Nochebuena con un clima político menos exaltado y una recomposición de relaciones con las fuerzas opositoras que hasta ahora le han facilitado la gestión. Pero a la vez no quiere estar cediendo ante cada reclamo, a los que muchas veces considera extorsivos. Es el difícil equilibrio que debe hacer el poder para no verse debilitado y la semana que se inicia será reveladora en ese aspecto.