En adelante, las mediciones de precios no tendrán lugar a la menor discusión porque no sólo se amplió el universo de bienes y servicios sino porque no existe en el país, otro servicio que iguale la labor técnica del organismo oficial.
Ya no habrá dudas ni sobre los precios ni sobre la medición del PBI ni sobre otras magnitudes que dependan de la matriz nacional que desarrolla el INDEC como los niveles de ingresos.
Cierto es que el camino es largo. Aún resta por definir encuestas un poco más amplias como las que desarrollaba el instituto para determinar la pobreza en todo el país y ampliar los censos nacionales para hacerlos más dinámicos. Es un paso enorme el que se hizo con el sistema de precios.
Ahora, el BCRA podrá ajustar su política monetaria sobre una base más amplia.
Sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos que realiza Federico Sturzenegger y su equipo para contener la suba de precios, la inflación se manifiesta muy rebelde. El recrudecimiento de precios y la mayor dinámica de liquidez quedaron plasmados en la suba del dólar y en una mayor expectativa inflacionaria.
¿Cuál es la prioridad la inflación o el consumo? ¿Qué pesa más la política o la economía? Veamos.
Desde la Casa Rosada, se aviva el fuego para promover una suba de precios. En el afán de llegar a las elecciones con niveles de consumo altos, se vuelvan al mercado excedentes de liquidez extraordinarios que no logran ser neutralizados por el BCRA.
Los incentivos a la toma de préstamos personales, el financiamiento de consumos en supermercados y centros de compra y la facilidad en el acceso a la adquisición de motos y vehículos, generan un incremento de los agregados monetarios que desborda las posibilidades de absorción por parte del BCRA. La administración Macri acelera y multiplica la circulación de dinero y eso es igual a más inflación.
Mientras la autoridad monetaria intenta apagar el incendio inflacionario, desde la Casa Rosada se vuelca más combustible. Algo anda mal, el mercado lo percibe, se anticipa y se dolariza.
Mientras tanto, las inversiones siguen ausentes. La medición del INDEC sobre esta materia arrojó una fuerte caída durante el primer trimestre del año respecto de igual lapso del año anterior, tal vez el punto más bajo.
Esto muestra que el horizonte es difuso. No sólo por la persistencia de una alta tasa de inflación sino por los problemas que enfrentan las empresas a la hora de hacer inversiones.
En primer lugar, la prohibición del ajuste por inflación de los balances es un obstáculo que debe ser removido. Nadie puede invertir en una economía con más de 20 por ciento de inflación anual y no ajustar sus balances.
En segundo lugar, la presión tributaria hace inviable cualquier emprendimiento. Recién ahora Macri se da cuenta que “los impuestos no están matando” aunque en sus manos siempre estuvo la lapicera para bajar las alícuotas impositivas.
No lo hizo. ¿Por qué? Porque en realidad -y eso no lo dice nadie en el gobierno-, lo que “nos está matando” es el monumental gasto público que se lleva casi la mitad del PBI y que es imposible de financiar ni siquiera endeudando a la Nación.
En tercer lugar, los costos laborales, la inseguridad jurídica y la falta de calificación de mano de obra conforman otra de las barreras que tienen los inversores.
No hace falta mirar lejos. En Brasil, asolado por las denuncias de corrupción y la condena al ex-presidente Luiz Da Silva, los mercados reaccionaron favorablemente a la sanción de una nueva ley laboral y previsional que permite incentivar el empleo. Subió el BOVESPA y se fortaleció el Real.
No es la corrupción ni fue Lula lo que hizo mover la bolsa y la moneda, es la economía, la expectativa de una mejora.
Los anuncios no alcanzan. Los inversores quieren ver hechos concretos como las prometidas reformas tributarias -¿sin modificar la coparticipación federal?-, previsional, laboral y otras que permitan hundir capitales en el país.