El futuro es la reconstrucción de la República

En momentos dramáticos como los actuales cuando la violencia política otra vez avanza sobre las instituciones democráticas, es preciso reflexionar en profundidad sobre el contenido republicano de las democracias, porque cuando ambas palabras se separan, c

El futuro es la reconstrucción de la República

Hablar de democracia republicana es referirse a la conjunción de dos sustantivos, ya que ninguna de ambas palabras es adjetiva de la otra. Las dos son imprescindibles e inescindibles si de verdad queremos vivir en el imperio de la justicia, la libertad y la equidad. Sin embargo, no son pocos los que intentan en todas partes del mundo, pero en medida particular en nuestro país, desdoblar ambos términos, como si la democracia pudiera ser otra cosa que republicana.

Así, hoy se habla de democracia populista o neopopulista donde se supone que el gobernante se comunica directamente con el pueblo salteándose las instituciones, como ayer se les decía democracias populares a las dictaduras que sobrevivían en países dominados por la ex Unión Soviética. Pero todos estos agregados son imposturas.

Una auténtica Democracia requiere de representantes y de historia. Ambas exigencias las provee la República, ya que una concepción republicana es la que considera que quien saltea las instituciones no es el que habla directamente con el pueblo sino quien lo sojuzga convirtiéndose en un tirano o un déspota sin control alguno. Nuestra Constitución afirma que el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes, porque es la única manera de que la voluntad popular funcione.

Por el otro lado, la República es la portadora de la historia, del legado institucional de nuestros antepasados, que eso son precisamente las Constituciones, ya que sus gestores, los constituyentes, son un grupo de personas elegidas por el pueblo para pensar en construir las instituciones del futuro, las que regirán a los hijos de nuestros hijos.

Una auténtica Constitución siempre se hace pensando en el largo plazo, no en las urgencias ni en los intereses del momento, porque son pensadas para poner límites al poder absoluto, mientras que lo único que hacen es ceder más poder a los funcionarios. De Constitución lo único que tienen es el nombre.

En la Argentina del presente, las élites dirigentes hablan mucho de democracia y poco de república porque creen que un sistema de libertad se construye sólo con el voto popular, pero no son así como están hechos los sistemas que respetan los derechos de todos los hombres. La legitimidad se construye todos los días mediante el ejercicio justo del poder, donde las minorías y las mayorías encuentran su justo lugar institucional en vez de que existan avasallamientos.

En nuestro país hay serias intenciones, por parte de algunos grupos ideologizados y de ciertos caudillos feudales, por separar definitivamente la palabra democracia de la palabra república para así poner fin a la división de poderes, considerar enemiga a la prensa libre y poner a los líderes por encima de las instituciones. Sin embargo, siguen siendo mayoría los ciudadanos convencidos de los valores de la República Democrática, siendo ellos los que se han manifestado de todos los modos posibles cuando se intentó vulnerar la Constitución o los derechos de las personas.

En nuestro país los valores de la libertad se encuentran en nuestro pueblo y en nuestra Constitución, y a las élites que pretendan imponer otros valores, les resultará muy difícil (si no imposible) avasallar a la vez al pueblo de la patria y a la Constitución de la Nación. Es por eso que la principal tarea de cualquier nuevo gobierno del país será reconstruir la república, que ha sido seriamente herida por sus enemigos, pero que aún sobrevive incólume en el corazón de la inmensa mayoría de los argentinos.

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