El petróleo ha sido el eje del desarrollo de la economía desde su aparición y, a medida que los estudios sobre sus componentes se descubrieron, muchas aplicaciones fueron dándole nuevas utilidades.
De hecho, no sólo los combustibles sino diversos polímeros obtenidos por la industria petroquímica dan vida a muchas esferas de negocios en el mundo.
El petróleo, como el gas, son esenciales para la generación eléctrica en un alto porcentaje, además de permitir el funcionamiento de millones de automóviles, camiones, máquinas agrícolas y maquinarias viales. Puede decirse que la vida de las ciudades y personas, así como de las economías, tiene en los hidrocarburos un insumo fundamental.
La posesión de este recurso siempre ha sido causa de litigios políticos entre naciones, dándose la paradoja que los países que tienen disponibilidad del recurso no son los más desarrollados y que estos son los principales compradores. Las excepciones son Estados Unidos, Inglaterra y algunos países nórdicos, como Noruega. El resto de los países petroleros son subdesarrollados.
Hace algunos años se comenzó a tomar conciencia del agotamiento del recurso en un plazo que no era muy largo. No obstante, los yacimientos de la península arábiga o de Venezuela parecen tener mucho futuro, pero esto trae problemas geopolíticos ya que se teme presiones por parte de estos países, que forman parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Los precios han tenido diversas oscilaciones basadas en desequilibrios entre oferta y demanda y en temas políticos. En la actualidad, los embargos dispuestos por Estados Unidos sobre Venezuela e Irán han generado una disminución de la oferta, aunque la caída del nivel de actividad económica global se ha traducido en una menor demanda.
En un pasado no muy lejano, en 2004, la fuerte devaluación del dólar, sumado al vigoroso crecimiento de China, generaron un aumento de la mayoría de las materias primas que, en el caso del petróleo, generó una suba constante que se coronó en 2012, cuando alcanzó U$S 150 por barril, con una media de U$S 110 para todo ese año. Pero desde ese pico, y merced a un crecimiento de la oferta, comenzó una fuerte caída que se coronó en 2016 con una media de U$S 26.
La mayor oferta apareció de la mano de la explosión de los yacimientos no convencionales en EE.UU. La caída del precio generó una reacción de la OPEP que hizo caer el precio, pero consiguieron detener el shale oil creciente, casi en simultáneo con la confirmación de los yacimientos neuquinos de Vaca Muerta.
Hoy el crudo parece equilibrado en valores entre U$S 55 y 60 pero comienzan a aparecer voces de alerta aunque, en este caso, esas alertas no tienen que ver con el fin del recurso sino con una peligrosa disminución de la demanda por el crecimiento de las ofertas de energías limpias alternativas en todo el mundo.
Tanto las energías eólica, solar, hidroeléctrica y, en menor medida, energía geotérmica o biomasa, van avanzando para remplazar al petróleo en la generación de electricidad.
Algunos países, comprometidos con el cuidado del ambiente, ya han fijado fechas límite para la circulación de automóviles clásicos para que sean remplazados por autos eléctricos. El plazo es exiguo y esto también repercute en la industria automotriz.
La reciente fusión del grupo Fiat Chrysler con PSA (Peugeot - Citroën) va en línea con incrementar las inversiones para llegar, en fecha, con los nuevos vehículos eléctricos.
Mientras esto se produce a gran velocidad, en Argentina no terminamos de definir un cuadro legal para asegurar la explotación plena de Vaca Muerta, tanto en Neuquén como en Mendoza. En tanto, el nivel de reservas es muy limitado, sobre todo si se piensa en una futura expansión de la producción tanto primaria como industrial.