El fútbol y la violencia... de género - Por Maxi Salgado

El fútbol y la violencia... de género - Por Maxi Salgado
El fútbol y la violencia... de género - Por Maxi Salgado

La noticia pasó casi desapercibida, no sólo para algunos medios sino para la mayoría de los lectores que no la pusieron entre las más leídas en las ediciones on line, pero creo sin dudas que para estos tiempos que corren es una de las mejores cosas que pasaron en el último tiempo y que marcará una bisagra en esta militancia que la sociedad lleva adelante para terminar con la cultura del sometimiento a las mujeres.

El viernes, por primera vez en la historia, en Arabia Saudita las mujeres pudieron presenciar en directo un encuentro de fútbol, algo que estaba prohibido por las autoridades del país que vive bajo un reino musulmán ultraconservador que intenta dar señales de una tímida apertura en las costumbres sociales de los últimos tiempos.

Entre las reformas emprendidas por el príncipe Mohamed bin Salmán, de 32 años y con una mente más abierta que sus antecesores, está la autorización para que las mujeres puedan conducir a partir de junio y la posibilidad de concurrir a los cines desde el mes de marzo. Es real que las mujeres iguales tuvieron que ver el partido desde un corralito lejos de los hombres y con la obligación de portar velo, pero es un paso como bien explicó Nura Bajuryi: “Yo veía los partidos por televisión, mientras mis hermanos acudían al estadio. Me sentía triste y me preguntaba por qué yo no podía ir. Pero hoy eso ha cambiado, es un día de placer y alegría”.

Este cambio de paradigma llega justo en un momento en el que en Occidente las novedades de deportistas que cometen abusos sexuales se multiplican día a día.

“A mí me la suda. Ya sabemos cómo somos los futbolistas (...), pero la tía esa nos puede buscar un problema", es el mensaje de WhatsApp que el español Sergi Enrich, en ese momento jugador de Eibar, le mandó a su compañero Antonio Luna, ambos acusados de abusar de una mujer que los denunció y mostró un video. Muestra la impunidad que algunos deportistas piensan que les da el hecho de ser “famosos”.

Esta semana el peruano Gino Guerrero fue imputado por la justicia paraguaya por abusar de una menor, lo que hizo que su contrato con Guaraní, club al que había llegado hace un mes, fuera rescindido.

En España sigue la investigación contra tres futbolistas del humilde club La Arandina -juega en la Tercera categoría- por agredir sexualmente a una adolescente. Eso se suma a la condena de nueve años de prisión que se le aplicó al brasileño Robinho por agresión sexual junto a otros cinco hombres sobre una joven de 22 años cuando era jugador del Milan en un café de la ciudad italiana y después de haber hecho que la chica tomara tal cantidad de alcohol que se encontraba en estado de inconsciencia.

Fue una semana en la que también se detuvo al ex jugador de la Real Sociedad Javier de Pedro por agredir a su pareja, algo que el futbolista ya había hecho en 2010 y por lo cual había sido condenado.

Uno no puede olvidarse de Barbi Segovia pareja del arquero de Boca Agustín Rossi, quien acusó al futbolista de violencia y aseguró que “al haber hecho la denuncia en la comisaría de La Plata, me respondieron ‘Vos sabés que esto es difícil porque es jugador de acá”.

Como tampoco de Jonathan Fabbro, a quien se lo detuvo en México acusado también de someter sexualmente a su sobrina. La víctima, quien actualmente tiene 11 años, aseguró que el futbolista le eyaculaba en la boca y la obligaba a hacerle sexo oral desde que tenía 6 años. Fabbro fue jugador de Boca y River en la Argentina y de la selección de Paraguay, para lo cual se nacionalizó y es pareja de la mediática Larissa Riquelme, todo lo que seguramente le hacía pensar que tenía la inmunidad para cometer semejantes aberraciones.

En ciertos ámbitos deportivos, rebajar la dignidad de una mujer se puede establecer, en medio del maremágnum de violencia, como un acto aceptable. Es folclore acordarse de la madre o la hermana del árbitro o el jugador rival. Y no entendemos que son claves para alentar una sociedad patriarcal de la que se deriva violencia hacia las mujeres.

Hace poco leía la historia de La Nuestra Fútbol Femenino, una asociación civil que logró ganar terreno en una zona conflictiva como la Villa 31 en Buenos Aires, donde las mujeres tenían vedado poder jugar al fútbol y en la nota Mónica Santino, la presidenta, aseguraba: “Creemos que el fútbol es una herramienta maravillosa para erradicar la violencia de género. Tenemos pibas muy empoderadas que difícilmente sean víctimas de violencia de género. Y cuando te das cuenta de que tenés un cuerpo que puede hacer todo lo que te dijeron que no podías hacer, es cuando realmente te empoderás y podés transformar la realidad. El fútbol nos hace sentir más fuertes y lo podemos hacer igual que un hombre”.

Debemos comenzar a cambiar la realidad. Y situaciones como las ocurridas en Arabia y en la Villa 31 son un paso. Darles más poder a las víctimas que a los victimarios y dejar de justificar las violencias, como en los últimos días hicieron algunos colegas tomando como normal que hinchas de un equipo de fútbol “asalten” un micro para ir a la cancha al extremo de ir una veintena en el techo y no lo condenen.

Que sea costumbre no significa que esté bien. Porque sino avalamos a un Cacho Castaña diciendo “relájate y goza” con el único argumento que es una frase muy conocida.

Cómo dice Santino, hagamos que el deporte sea un transformador de una idiosincrasia arcaica y no que nos lleve a vivir en un caos permanente.

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