El fútbol no tiene la culpa

Cualquier acto de violencia que anda suelto termina siendo relacionado con el fútbol; en realidad son producto de una sociedad violenta.

El fútbol no tiene la culpa
El fútbol no tiene la culpa

Por Maxi Salgado - Editor de Más Deportes msalgado@losandes.com.ar

El fútbol se ha asociado a la violencia desde tiempos inmemoriales. Hay bibliografía que asegura que los inicios de este deporte fueron brutales.

Eran tiempos en los que el juego era considerado como un mecanismo para vencer y aniquilar al enemigo, “porque ese era el sentido de las victorias”, aseguran los historiadores.

Para graficar esto, recuerdan que en Inglaterra la primera “pelota” utilizada para jugar fútbol fue la cabeza de un soldado romano muerto en batalla y debido a ello se llegó a prohibir el fútbol en varios momentos y lugares.

Hoy es muy fácil echarle la culpa al fútbol de un montón de situaciones que pasan en nuestra sociedad. “Violencia en el fútbol” es casi un latiguillo que mete a todos en una misma bolsa y con eso hay un culpable intangible pero que libera a quienes deben poner orden de tener que hacerlo.

Esta semana en nuestra provincia hubo algunas situaciones que justifican lo que digo.

Godoy Cruz e Independiente de Avellaneda jugaron ayer a puertas cerradas porque un imbécil tiró un proyectil hace quince días y lastimó a un colaborador de Lanús. Entonces pagan justos por pecadores y es más fácil prohibir que prevenir. ¿Una acción aislada es sinónimo de violencia? ¿Esa actitud tiene que ser atribuida al fútbol?

Maipú y Gutiérrez protagonizaron, después de muchísimo tiempo, el clásico departamental que para muchos es el segundo en importancia en nuestra provincia y, más allá de que todos hablaban de la posibilidad de que hubiera incidentes, todos se fueron del Malvinas Argentinas en tranquilidad.

Hubo sí algún incidente entre los hinchas celestes, pero que nada tenía que ver con el deporte en sí, sino con una interna en la que seguramente había plata en juego.

Pero, un día después, una denuncia aseguraba que los hinchas maipucinos habían destruido un micro al regreso a su departamento. Un acto totalmente ajeno a lo que tiene que ver con el deporte, aunque ¿quién terminó pagando el pato? Sí, el fútbol.

¿Es justo querer empañar una fiesta deportiva en la que hubo más de cinco mil personas porque unos cuantos inadaptados tuvieron un rapto de locura?

Yo creo que no, sinceramente. Porque si no también habría que echarle la culpa al rock de que un grupito hiciera escándalo el miércoles en el recital de Manu Chao en Talleres, cuando hubo casi diez mil personas que terminaron la noche en paz.

Si una persona sale a delinquir con la camiseta de un equipo de fútbol, es más fácil decir que la exacerbación de la pasión deportiva es la que lo llevó a actuar de esa manera.  Lo que sí es cierto es que hoy por hoy, en una sociedad que está propensa a actuar con violencia, donde las adicciones juegan un papel nunca antes visto, los protagonistas del espectáculo (eso es un partido de fútbol hoy) deben tener profesionalismo a la hora de manejarse.

El arquero de Independiente, Gaspar Servio, salió tras la victoria de su equipo sobre Gimnasia a decir “le ganamos con la camiseta”, una declaración que sólo sirve para exacerbar a los de la vereda de enfrente, más que nada porque quien la dijo lleva apenas unos meses viviendo en la provincia. Conoce poco y nada de lo que es la historia casi centenaria del clásico mendocino.

La violencia verbal también forma parte del ambiente del fútbol y puede ayudar a que estén presentes otras formas menos deseables gracias a su capacidad de seducción.

Servio quedó bien con sus hinchas, que seguramente lo tomarán como un ídolo. Porque hoy alcanza con una declaración para llegar a esa categoría.

Es verdad que los periodistas queremos a jugadores que se saquen el casete, pero la verdad es que los futbolistas deben estar para hablar dentro de la cancha con sus actuaciones y afuera deberían dedicarse a analizar lo que pasó en el campo de juego. Algo parecido pasa con los directores técnicos.

Lo mismo suele ocurrir con los dirigentes, quienes tienen que convencerse de que su tarea es conseguir dinero y manejar con honestidad los ingresos de la institución.

Yo me resisto a creer que el fútbol como deporte tenga que ser vapuleado. Esta semana veía a los chicos que hacían cola para firmar en la Liga Mendocina y me sentí reconfortado. Esos niños siguen viendo en el juego su felicidad, y eso es lo mejor que nos puede pasar.

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