El fútbol, los buenos y los malos

La violencia en las canchas de fútbol arrincona y amedrenta cada vez más al ciudadano normal que disfruta y paga por ver un partido. Por suerte, en el arco de la realidad, hay ejemplos para remitirse e imitar como el del ex-jugador y director técnico Dani

El fútbol,  los buenos  y los malos

Durante una década y media o tal vez más, el fútbol mendocino viene arrastrando la rémora de la violencia sin razón que imponen las barras bravas de los clubes locales, con desmanes que abarcan todo el espiral de la locura y la sinrazón.

La última expresión de la barbarie se registró en el esperado clásico mendocino entre Godoy Cruz e Independiente Rivadavia, celebratorio de la Copa Vendimia, planteado por los organizadores como un espectáculo de verano, una oportunidad para que el simpatizante habitual concurra a la cita, acompañado de la familia, dada las comodidades del lugar donde se ofrecía y porque lo que estaba en disputa era simplemente el honor y también el beneplácito de llevar una copa más a las vitrinas de trofeos de los clubes que se enfrentaban.

Un grupo de hinchas del equipo Azul del Parque, sin ninguna razón que lo justificara emprendió la minuciosa tarea de romper las instalaciones del complejo, arrojar piedras y restos de mampostería a diestra y siniestra, poniendo en peligro a desprevenidos espectadores que habían concurrido acompañados por sus esposas e hijos, quienes se vieron envueltos en una espiral de violencia cuando sólo pretendían pasar unas horas de esparcimiento.

Los vándalos impusieron sus condiciones como lo vienen haciendo año tras año, y ahora mes tras mes, sin que nadie pueda hacer cesar sus desbordes, que no mide consecuencias.

Ésa es una de las caras implacables del fútbol mendocino, no importa que también se dé en otras partes. Nos importa nuestro terruño, caracterizado también por la proverbial amabilidad y respeto de la mayoría de sus componentes.

Decimos entonces que ese rostro, el de los individuos arrojando objetos hacia todos lados y procurando hacer el mayor daño posible, es el que persiste ahora.

El señor y la señora que fueron al estadio, con los niños y que tal vez ya no vayan más, esperan que las autoridades hagan bien las cosas y consigan que los inadaptados no entren más a un campo de juego. Sería lo mínimo que deberían saldar por sus acciones insensatas. Lo verdaderamente deseable consistiría en un proceso judicial y la condena por los ilícitos cometidos, además del pago de los daños.

En el otro extremo de la cuerda, un hombre sencillo y genuino dio una alegría al deporte más popular. Nos referimos al director técnico y ex futbolista Daniel "Gato" Oldrá, distinguido por la Cámara de Diputados de la provincia por sus servicios al deporte y desarrollo en armonía de niños y jóvenes. El ex zaguero, hombre de bajísimo perfil, tal vez se haya resistido al reconocimiento por su modestia, pero su ejemplo es un espejo donde mucha gente puede mirarse y tender a imitar. Con él, es justo valorar que hay muchos otros Oldrá en la sociedad, dispersos en la geografía provincial, conduciendo semilleros juveniles en distritos y barrios, totalmente desconocidos, impidiendo que muchos jóvenes se desvíen por los senderos de la droga, el alcohol y el delito.

En la interpretación de los mendocinos existe el criterio unánime de que la gente perturbada que empaña las convocatorias deportivas tiene que ser apartada, permitiendo que se pueda volver a presenciar espectáculos en las canchas de la Liga Mendocina de Fútbol y el estadio mayor, como alguna vez ocurrió en el pasado y sobre lo que todavía pueden dar fe muchísimos testigos.

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