El fútbol, después de Grondona, apela al continuismo

El fútbol argentino fue manejado durante 35 años consecutivos por una política de concentración de poder y toma de decisiones que aplicó el extinto Julio Humberto Grondona. Y por ahora, quienes lo suceden en AFA, pretenden repetir la misma línea de conduc

El fútbol, después de Grondona, apela al continuismo

Julio Humberto Grondona planeaba retirarse de la AFA en 2015, luego del cumplimiento de su noveno mandato consecutivo como presidente del máximo organismo que rige el fútbol argentino. Un récord de permanencia que no reconoce antecedentes en la conducción del deporte más popular del país. Una habilidad propia de quien ejerció el poder ilimitado con sumisión absoluta por parte de directivos futbolísticos devotos del "Síjulismo".

La muerte, ocurrida dos semanas atrás, lo encontró sin haber alcanzado su anhelo definitivo: coronar a su sucesor y mantenerse como uno de los vicepresidentes senior de la FIFA, la entidad mundial con sede en Suiza que otorga una virtual inmunidad diplomática a los miembros de su comité ejecutivo.

Grondona logró un registro inédito de suma de voluntades en la dirigencia afista durante los 35 años que gobernó con su política de pragmatismo como bandera. Su ingreso como presidente de AFA se produjo en 1979 de la mano del almirante Carlos Lacoste durante el gobierno de facto; previamente, el directivo se desempeñaba como tesorero de la institución. Desde allí se sostuvo sin mayores inconvenientes hasta la última elección, ganada en 2011, cuando ya contaba con el poder financiero de los recursos que bajaban desde Olivos a través de "Fútbol para Todos" y cuyo reparto, en forma discrecional, le permitía al caudillo patriarcal distribuir entre los clubes de acuerdo a su conveniencia política.

De origen de militancia cercana al balbinismo, Grondona fue ajustando su visión conforme la alternancia de gobiernos de distinto signo, tanto dictatoriales como democráticos. Su frase de cabecera, "Todo pasa", se leía en un anillo que portaba con orgullo. Bien podría interpretarse tal consigna como "todos pasan, menos yo". La hegemonía absoluta que construyó en el fútbol nacional tuvo su base en la adhesión de dirigentes que le reportaran en todo momento y por cualquier motivo. Así, se acostumbró a manejar la caja grande y la caja chica. Absolutamente cualquier movimiento interno, por insignificante que pudiera ser, debía pasar por su aprobación previa.

Don Julio, como se lo conocía masivamente, fue un experto en tejer alianzas con el fin de expandir su poderío dentro y fuera de los límites del territorio nacional. Se jactaba de "no hablar una sola palabra en inglés", pero solía argumentar que hablaba "el idioma del fútbol". El lenguaje entrelíneas remitía a su ascenso vertiginoso dentro de la FIFA, al punto de que fue vicepresidente del Comité Ejecutivo, vicepresidente de la Comisión Organizadora de la Copa Mundial, vicepresidente de la Comisión de Estudios Estratégicos y presidente de la estratégica Comisión de Finanzas y del Consejo de Mercadotecnia y Televisión.

Grondona siempre actuó respaldado por un grupo de asesores que supo explicarle las ventajas del reglamento de la AFA, el cual amparaba a quien utilizara el poder plenipotenciario. Por eso, provocaba el ingreso y/o egreso de "directivos títeres" que se movieran a su antojo dentro del Tribunal de Disciplina, del Tribunal de Apelaciones y del Colegio de Árbitros; inclusive, del Consejo Federal, que controla el fútbol de todas las provincias argentinas.

Si bien, a partir de 2012, Grondona encomendó un cambio de reglamentación para que sus sucesores ocuparan el sillón presidencial por no más de dos mandatos consecutivos, él no se sintió abarcado por el espíritu de la reforma y mantuvo la reelección indefinida (ocho mandatos, durante su ciclo).

La dirigencia que lo sucede ya dio una señal de alineamiento político tras la ausencia de su jefe: designó a su hombre de confianza, Luis Segura, para cumplir el resto del período presidencial hasta las próximas elecciones del año que viene. Continuismo, en definitiva. Al menos por ahora.

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