Quizá, la última prueba de una actitud soberbia y altanera haya sido cuando apenas un día después de la renuncia de Gerardo Martino a la conducción de La Selección hayan empezado a aparecer los apellidos de futbolistas confirmados para integrar el plantel Sub23 que compitió en Rio 2016. Nadie se sorprendió: hoy, la AFA es una Caja de Pandora de la cual salen todos los males posibles cada vez que se abre. Entonces, sea fulano o mengano quien lo anuncie, lo cierto es que el clima interno en la casa madre del fútbol argentino provoca escenas propias de un conflicto latente y que pasa a manifiesto sin permiso previo.
El Tata le había puesto el foco a la participación olímpica antes de la Copa América Centenario y hasta había lanzado nombres al aire tales como los de Matías Kranevitter, Ramiro Funes Mori y los de cuatro delanteros en pugna por dos lugares: Paulo Dybala, Mauro Icardi, Jonathan Calleri y Luciano Vietto. El entrenador lo había hecho antes de que los clubes europeos concedieran o rechazaran el permiso, pero - más allá de éso - había dado una señal clara puertas adentro para querer involucrarse a la búsqueda de una medalla. La dirigencia afista lo ninguneó. Y no era sólo cuestión de querer o no la continuidad de un DT: lo peor fue sacarse de encima un compromiso al que erróneamente se calificó como un problema.
Tampoco sorprende tamaña descalificación. En Viamonte al 1300 anida el pragmatismo del sálvese quien pueda, consecuencia directa del FiFAgate que estalló a mediados de 2015. La mira está y sigue ahí. Y con el agregado de ver cuánto le toca a cada club en el reparto de dinero que baje desde Fútbol para Todos. Money, money, money...
No es nuevo que el fútbol olímpico sea menospreciado en la Asociación del Fútbol Argentino. Ante cada competencia de este nivel, la valoración es mínima respecto del organizado por la FIFA. Es cierto que en lo alto de la escala de expectativas figuran un Mundial de mayores y luego la Copa América, pero es absolutamente injusto que una puja en la que están en juego símbolos que representan al deporte argentino en su conjunto sea medida con una vara demasiado baja.
De hecho, la Argentina obtuvo su primera presea - plateada - en Amsterdam 1928 y dos años después, la base de esa formación fue finalista en Uruguay 1930, la primera Copa del Mundo. En los JJOO Atlanta 1996 se cosechó la segunda de plata y también la evocación es escasa. Sin embargo, lejos de haber variado el grado de ponderación, tampoco se les ha dado un espacio prominente a las conquistas de las medallas doradas en Atenas 2004 y Beijing 2008. Todo lo contrario: hasta pareciera un hecho de jerarquía mínima. Casi como si esos objetos esféricos que cubren el pecho fueran una molestia en vez de un orgullo.
Esta problemática se enmarca - también - en una cultura deportiva en la cual los juegos olímpicos resultaron ajenos al sentimiento futbolístico masivo durante décadas. En determinados momentos, el fútbol enviaba selecciones armadas de apuro y con entrenadores de paso. Cuando Marcelo Bielsa logró con su persistencia que se pudiera conformar un plantel de alta competitividad para 2004, lo hizo a través de una gestión de motu proprio y que no se enmarcaba en la política afista. Ese equipo venía de ganar el Preolímpico y de perder la final de la Copa América por penales, en Perú.
El primer campeón olímpico argentino de la historia, en Atenas 2004.
Con el aporte de tres experimentados y mayores de 23 años – Roberto Ayala, Kily González y Gabriel Heinze – la Selección arrasó con estrellas surgentes como lo eran Carlos Tevez, Javier Mascherano, Javier Saviola y Andrés D'Alessandro, entre otros. Seis triunfos en igual cantidad de partidos, 17 goles a favor y ninguno en contra, fueron el resultado que desembocó en la histórica obtención del oro. Inclusive, fue la primera presea áurea después de la conseguida por el doble par de remo sin timonel en Helsinki 1952 con Tranquilo Capozzo y Eduardo Guerrero.
El efectó dominó positivo se incrementó para 2008, cuando la albiceleste venía precedida de las victorias en los mundiales Sub20 de Holanda 2005 y Canadá 2007, los tres últimos del fabuloso ciclo comandado por José Pekerman y que ya había coronado campeón del mundo al seleccionado en Qatar 1995, Malasia 1997 y Argentina 2001. La irrupción de Lionel Messi, Kun Agüero, Ezequiel Lavezzi y Ángel Di María junto a Mascherano - sobreviviente de Atenas - y los ya consolidados Juan Román Riquelme y Fernando Gago, entre otros, le dio al plantel comandado por Sergio Batista la oportunidad de mantener la presea dorada, lo cual ocurrió.
Ya con Messi en sus filas, el plantel de 2008 retuvo la corona olímpica en Pekín.
Ya en la estadística, la representación de la AFA había alcanzado a la uruguaya en el palmarés olímpico, con dos oros y dos plata, respectivamente. De todos modos, la valoración seguía siendo disímil: la camiseta de Uruguay muestra cuatro estrellitas arriba de su escudo - dos mundiales y dos juegos olímpicos ganados - en tanto que la celeste y blanca sólo remite a las Copas del Mundo 1978 y 1986, como si éstos grandísimos logros fueran los únicos valiosos. Ni hablemos de Brasil, que celebró ahora en el Maracaná su primer oro transformando a Neymar en su gran referente.
El panorama en ciernes alentaba a que la Argentina pudiera llegar a Londres 2012 con las posibilidades firmes de conseguir su tercera dorada consecutiva, pero ya puertas adentro de la AFA hubo movidas internas que desencadenaron la ruptura del proyecto entre selecciones mayores y juveniles. Con una absoluta falta de coherencia, se fue segregando al grupo de expertos que se desarrolló durante la era Pekerman y las improvisaciones tuvieron un costo altísimo.
Walter Perazzo, de poca experiencia por entonces, estuvo al frente de la Selección que fue eliminada del Mundial Sub 20 en Colombia, por lo que el bicampeón olímpico no tuvo chance de defender su doble corona en los Juegos por venir. Así, una generación e proyectos interesantes como Erik Lamela, Juan Iturbe, Nicolás Tagliafico y los mendocinos Esteban Andrada y Rogelio Funes Mori terminó frustrada. Es más, cuando Alejandro Sabella buscaba a Roberto Sensini como entrenador de la nueva Sub20, una decisión compartida entre Carlos Bilardo y Humberto Grondona favoreció la llegada de Marcelo Trobbiani. Éste tuvo su bautismo con otro magro resultado: eliminados en la primera rueda del Sudamericano Sub20 en Mendoza (2013).
Tras la pobre performance en Rio, entendible por el tiempo de trabajo escaso que tuvo Julio Olarticoechea, al menos se abre una luz de esperanza en la AFA y de la mano de una decisión feliz del Comité de Regularización. El ente abrió un concurso por oposición y antecedentes para los entrenadores con experiencia en fútbol base e inferiores. Éstos tendrán tiempo hasta el próximo viernes 26/8 para presentar una propuesta con el fin de volver a darle un proyecto serio a las selecciones juveniles. El único antecedente data de 1994, cuando lo ganó José Pekerman. Ese momento representó el prólogo al ciclo más brillante y exitoso de todos los tiempos en las divisiones formativas. Qué mejor aliciente puede haber: meritocracia en vez de amiguismo/oportunismo. Y sin que la dirigencia sólo le apunte al reparto de dinero., Que así sea.