El fútbol argentino asiste a su propio “funeral”

Nuestro enviado especial cuenta las sensaciones que vivió en la nefasta noche del jueves. Un análisis que demuestra una triste realidad que se vive en las canchas argentinas.

El fútbol argentino asiste a su propio “funeral”
El fútbol argentino asiste a su propio “funeral”

Son las 0.20 del viernes 15 de mayo de 2015. Sentado en la platea alta de la Bombonera observo, conmovido e incrédulo, cómo el fútbol argentino asiste a su propio velorio. Acaban de matarlo como espectáculo masivo, destrozaron la historia del clásico más lindo del mundo y quedaron al desnudo las miserias más horrendas de una sociedad que, literalmente, está "quemada" y enferma. Miro hacia los costados, recorro el campo de juego y no hay caso: todo es violencia, crueldad y furia. Una Súper vergüenza internacional.

Desde los cuatro costados de la Bombonera no se hace más que echarle nafta a la llama que encendieron un par de fascinerosos: cánticos de guerra, banderas amenazantes y cargadas inoportunas (un drone con el fantasma de la B que fue manejado por alguien desde adentro del estadio) están a la orden del día mientras los jugadores de River no saben cómo hacer para paliar el dolor que causan la irritación y las quemaduras en la piel producto del gas pimienta.

Arruabarrena, D'Onofrio, Crespi, Orion, Gago, Angelici, el árbitro Darío Herrera, los veedores, los policías, los hombres de seguridad, Berni, los dirigentes de la Conmebol... cada uno atendió el juego que más le convenía y entre todos escribieron un guión intrincado que mezcló el terror y la tragicomedia. Entre lo patético y lo increíble, más allá de todas las fronteras de la razón humana. Una vez más, la clase dirigente quedó expuesta en sus complicidades e ineptitudes.

Cada minuto que fue pasando dejó en ridículo al anterior. Cuando parecía que ya no se podía desnudar más miserias, aparecieron nuevas. Suspensión, clasificación de River a Cuartos y sanción ejemplar a Boca era la única salida atada al sentido común. Todo lo que no respondió en esa dirección agigantó la bajeza.

Se habla mucho de los famosos “códigos” del fútbol. Nos quieren hacer creer el discurso de que el jugador de fútbol es lo más puro que tiene este deporte. Nada más alejado de la realidad. Una falacia absoluta. Todo lo contrario. La realidad es que adentro de la cancha se “matan” y hacen todo lo posible para sacar ventaja a cualquier costo.

Nicolás Sánchez, ex defensor de Godoy Cruz y actualmente en River, publicó en su cuenta de Twitter: "¿Y la solidaridad entre nosotros? Nosotros los jugadores dejamos mucho que desear también...". Alguna vez, el mea culpa tiene que venir desde adentro.

El 28 de abril pasado, a pocos días de la Trilogía superclásica, River y Boca participaron de una iniciativa solidaria de la Fundación SOS Infantil donde Leonardo Ponzio y Daniel Osvaldo se pusieron la misma remera por la no violencia.

"Ojalá el superclásico sea una fiesta, que todo salga bien y que no haya violencia", dijeron juntos ante las preguntas de los periodistas. Los presidentes Daniel Angelici y Rodolfo D´Onofrio también participaron de la presentación solidaria. El pacto de caballeros fue sólo para las cámaras, micrófonos y grabadores. En 135 minutos (los 90' del Monumental y los 45' del jueves) se encargaron de dejarlo en claro.

Justamente Osvaldo y Orion fueron los únicos jugadores de Boca que se acercaron hasta el grupo de River y, al observar los rastros del delito, el "9" le dijo a Ponzio: "¡Qué locura!" Claro, después de gritarle a Carlos Sánchez "¡A tu jermu se la c... Cavenaghi!" Nadie es ejemplo ni mucho menos. La solidaridad entre colegas no existe. Es chamuyo de la boca para afuera. Después, adentro, se matan a piñas, patadas e insultos, incitan a la violencia y el fin justifica cualquier medio para conseguirlo. Repulsivo.

Un rato más tarde, con el partido ya terminado, los organismos de seguridad comenzaron a organizar la retirada del plantel visitante. Mientras sus colegas intentaban bajo una lluvia de botellas, encendedores, zapatillas y todo tipo de objetos llegar a la manga del túnel que conduce al vestuario del árbitro (era imposible que River saliera por el vestuario visitante) el plantel de Boca solo se dedicó a mirar todo desde el centro del campo, cuando el sentido común indicaba que si ellos se entremezclaban con los jugadores de River, los proyectiles cesarían.

Solo Arruabarrena salió con los jugadores de River, una actitud que no justifica la ira con la que el DT de Boca se había manejado antes. El gesto final de los jugadores de Boca saludando de cara a la 12 (a pedido de Agustín Orion), ya pasada la medianoche y después del escándalo que determinó la suspensión del partido, completó una noche de locura.

Si hasta Jimena Barón, la mujer de Osvaldo, criticó la actitud de su marido y sus compañeros vía Twitter. ¿Era necesario saludar al sector de la barra donde se originó la barbarie que te deja sin el objetivo más importante del año?

Mil trescientos policías públicos y trescientos hombres de seguridad no alcanzaron a neutralizar el ataque. Evidentemente, en este país la Policía no controla nada. Están ahí, solo para estar, no para actuar. Ofician de meros elementos decorativos que cumplen una función testimonial similar a la de los granaderos en el Cabildo.

Siento tristeza. Indignación. Hartazgo. Pienso que -sinceramente- si no tuviera que asistir a la cancha porque es la profesión que uno eligió para vivir, sería el momento oportuno para alejarme de un ambiente que está cada vez más podrido, violento y enviciado.

¿Cómo le podemos llamar fútbol a esto? El folclore pasó a ser violencia y como deporte lúdico, propiamente dicho, está de luto. Muerto y enterrado. Justo en el Día del Futbolista y AFA, Consejo Federal y las Ligas del Interior del país se habían solidarizado debido a la muerte del joven jugador Emanuel Ortega, de San Martín de Burzaco, suspendiendo todas las actividades del fin de semana, se escribió una de las historias más negras del fútbol argentino.

Dan ganas de llorar. La verdadera pasión está herida de muerte. Todos somos responsables y cómplices y Todos -jugadores, técnicos, dirigentes, periodistas, organismos de seguridad y cada una de las  personas que está involucrada de una u otra manera en el mundo del fútbol- debemos, de una vez por todas, tomar conciencia de ello y aportar nuestro granito de arena para devolverle la vida.

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