Le decadencia actual
Para demostrarlo existe una prueba irrefutable de la realidad tangible: Argentina es hoy un país empobrecido, situado en los últimos lugares del ranking en todas las materias computables, luego de disputar los primeros puestos entre las naciones más desarrolladas del mundo a fines del siglo XIX.
Quienes hemos viajado, y somos muchos los que lo hemos hecho, sabemos por experiencia personal y en carne propia lo que nos duele comparar a nuestro querido país, que antaño nos producía el máximo orgullo, con EEUU, Canadá, cualquier país de Europa aún los devastados por la gran crisis de 2008, Australia y los tigres asiáticos.
Sin dudas debemos admitir, para revertir esta situación paupérrima, que habitamos hoy uno de los países más solitarios y subdesarrollados del planeta, dentro de una paradoja: no somos un país pobre sino al contrario, uno de los más ricos del mundo en su naturaleza y con alto nivel humano, pero empobrecido por las pésimas administraciones enquistadas durante decenios, elegidas o no. Y si no analizamos la o las causas de estos efectos tan nefastos, seguiremos igual o peor a partir de 2016. Me propongo profundizar, ajustado al espacio del diario, esta secuencia decadente.
Los gobiernos militares
Soy un orgulloso subteniente de reserva del LMGE (1952) de modo que tengo cierta autoridad para tratar el tema. La organización militar se estructura en base a verticalidad, subordinación y ausencia de deliberación.
El objetivo de las Fuerzas Armadas es la defensa nacional y, en última instancia, el combate, para lo cual los mandos deben ser necesariamente verticales y, los subalternos, absolutamente subordinados, no admitiéndose la deliberación, la discrepancia y menos la democracia. “El superior siempre tiene razón y más cuando no la tiene” es uno de los principios liminares.
Esto no se debe interpretar en forma literal sino conceptual: las órdenes militares superiores no se discuten, se cumplen (repárese en la similitud con el cristinismo).
Un ejército deliberativo terminaría en un inexorable fracaso. Los militares no están preparados para gobernar. Pues hemos tenido seis gobiernos militares en cincuenta y dos años: 1930; 1943; 1955; 1962; 1966; 1976.
Como no podía ser de otra manera el país se transformó en un gran cuartel general porque de los militares no se podía esperar democracia y eso nos hizo retroceder medio siglo. Las Fuerzas Armadas son internamente antidemocráticas, por eso la Constitución las subordina al poder civil y el presidente es su jefe supremo.
Cuando tomaron el poder civil gobernaron antidemocráticamente porque no pueden hacerlo de otro modo. No suspendieron el órgano ejecutivo ni el judicial -aunque lo limitaron- pero sí el legislativo, precisamente porque no conciben ni admiten la deliberación, la discusión de las ideas.
Esta antidemocracia -repito, esencial para el combate- durante tantos años, terminó por minar las bases constitucionales del país, el orden jurídico y la sujeción a la ley, con lo cual el deterioro general no se hizo esperar y la violación a las leyes fue moneda corriente.
En este lapso la deuda externa creció vertiginosamente y Argentina descendió decenas de lugares en el concierto internacional. El pueblo reaccionó contra el duro orden militar y hoy vivimos en una anomia constante aunque tenemos miles de leyes que no cumplimos.
Los gobiernos civiles
En ese lapso, entremezclados con los militares desde 1946, se sucedieron gobiernos civiles: Perón hasta 1955; Frondizi hasta 1962; Guido hasta 1963; Illia hasta 1966; Cámpora, Perón, Perón hasta 1976. Desde 1983, Alfonsín hasta 1989; Menem hasta 1999; De la Rúa hasta 2001, luego cinco peronistas en una semana hasta Duhalde en 2003; Kirchner hasta 2007; Cristina Fernández hasta hoy. Cinco radicales y catorce peronistas. En 68 años han gobernado sólo peronistas y radicales.
Peronismo muy inclinado al autoritarismo, radicales con falencias de autoridad y militares, nos han dejado el país devastado, empobrecido e inexistente en el orden internacional.
Para 2016 se está preparando lo mismo: kirchnerismo, peronismo o radicalismo. El kirchnerismo se enmarca en una democracia cuasi formal pero no sustancial.
Es un populismo demagógico que se proclama como un gobierno nacional y popular pero deja tierra arrasada, con instituciones débiles y un Ejecutivo cuasi dictatorial. La presidente gobierna para su parcialidad y el sistema ha concebido y parido un orden en el que son válidas solo las huestes kirchneristas y todo lo demás es antipatria, cipayos, ahora buitres y desestabilizadores.
La economía de “crecimiento con inclusión social” ha dejado más pobres, más indigentes, un gasto público exorbitante, una corrupción cancerosa, cepo cambiario, reservas cada vez más exiguas, inseguridad mortal insufrible, parálisis de la economía, emisión e inflación crecientes y un desprestigio descomunal.
Esto caracterizó al kirchnerismo durante once años, pero sus antecesores también destruyeron. Frondizi no pudo hacer nada con un peronismo proscripto y un régimen petrolero contrario a sus convicciones que no alcanzó a nacer; Illia fue débil y no pudo manejar el país, además de no dejarlo gobernar los militares; Isabel de Perón fue la incapacidad y puerilidad personalizadas; Alfonsín no supo conducir la economía y debió renunciar antes de terminar su mandato por una hiperinflación descontrolada; Menem salió de la híper por el sistema de convertibilidad con cambio fijo de Cavallo pero produjo al final una altísima recesión preanunciada por el premio Nobel Milton Friedman; De la Rúa defraudó al país huyendo del gobierno en helicóptero desde la Casa Rosada.
Rodríguez Saá proclamó victoriosamente el quinto default y preparó la devaluación de Duhalde, que terminó con la clase media y los asalariados de entonces.
¿Qué se puede esperar ahora de un kirchnerismo, peronismo o radicalismo a partir de 2016? ¡Muy posiblemente más de lo mismo!
¿Cuál es entonces la solución?
Cuando leo o escucho a los posibles candidatos pregonando lo que van a hacer, recuerdo los cuentos de hadas de mi lejana infancia. Todos tienen programas "perfectos" como también los presentaron sus fracasados antecesores.
¡Ninguno explicita cómo van a desarrollarlos ni cómo van a enfrentar ni a vencer los numerosos obstáculos que deberán afrontar, más aún en un país tan obsoleto y enfrentado por los odios proclamados también desde el Gobierno! ¡Ninguno explica los numerosos fracasos de sus predecesores ni cómo los van a superar!
Son portadores de una pícara ingenuidad infantil casi insuperable. Cada uno cree vanidosamente que vencerá en las elecciones y no perciben que, atomizados como están, serán en conjunto, colas del pelotón. Y aun cuando configuran alianzas son tan selectivos y exclusivistas que no intuyen que carecen de ligazón y de fuerza electoral.
La unión más divulgada tiene al mejor candidato que en los sondeos de opinión no obtiene más de 17%, debajo de Massa y Scioli. No entienden que la patria está en peligro y les demanda un esfuerzo descomunal y que, si no lo hacen, seguiremos cayendo en un pozo sin fin.
Lo he escrito varias veces. De aquí a diciembre de 2015 hay cuatro etapas mínimas: llamar a un congreso de todos los partidos políticos para establecer un pacto donde se convengan y unifiquen todos los puntos fundamentales de las diversas políticas de Estado, a cumplir por todos los candidatos y, en especial, por el que sea elegido Presidente; determinar las formas y procedimientos para darles cumplimiento; seleccionar a los candidatos para presentarse a las PASO; elegir a los candidatos para el período 2015/2019.
Acordadas las políticas de Estado no habrá posibilidades de desvíos y el pueblo elegirá democráticamente qué candidato, a su criterio, estará más capacitado para darles cumplimiento.
Falta un año para las elecciones. Los partidos deben suspender sus actos proselitistas y la preselección de sus candidatos, que en ese lapso se desgastan y llegan a los comicios muy devaluados, para cumplir con el Pacto de la Moncloa local. Si no es así, las probabilidades de nuevos fracasos y frustraciones serán enormes.