Algunas estadísticas generales
En Argentina hay 12 millones de trabajadores registrados, 6 millones en actividad privada, de los 43 millones de habitantes. Los empresarios, profesionales y privados, con sus impuestos, sostienen a un Estado del que dependen directamente 21 millones de personas. Paga sueldos, jubilaciones, pensiones y planes sociales a 15 millones de los cuales 3,6 millones son empleados públicos. Hay 1,5 millones de jubilados provinciales, retirados de las Fuerzas Armadas, policías y fuerzas de seguridad. Casi 13 millones de personas son pobres entre los que se cuentan 2,5 millones de indigentes. Entre enero de 2012 y febrero de 2017 se crearon 576.000 cargos públicos.
En teoría debería haber 20 millones de trabajadores privados registrados, 7 millones de jubilados y 1 millón de empleados públicos. Los pobres no deberían exceder del 3%, es decir 1,3 millones de personas tratando de llegar a pobreza 0. Y por supuesto reducir a su máxima expresión los planes sociales para suplantarlos por empleos registrados.
Los primeros datos son crueles y reflejan una situación que explica con claridad la decadencia argentina y el por qué del fracaso de todos los gobiernos. Ninguno de los gobernantes ha prometido en campaña ni hecho nada en el poder para modificarlos. Los segundos datos son aspiraciones que podrían modificar para bien nuestra realidad.
Promesas electorales
Este crecimiento desmedido e inequitativo del Estado en detrimento de la actividad privada, se registra sucesiva y acumulativamente desde el primer gobierno de Juan Domingo Perón hasta nuestros días. Las promesas de campaña han dicho mentirosamente lo extraordinario que iba a ser cada candidato en el gobierno y el pueblo, engañado por tales promesas, ha elegido demagogias y populismos que han fracasado siempre. La historia así lo enseña.
Se esperaba que recuperada la democracia en 1983, el crecimiento y desarrollo argentinos nos colocarían nuevamente entre las primeras potencias mundiales. Pero el crecimiento y desarrollo se logran por la actividad privada, no por el aumento sin control del tamaño del Estado. Este no produce bienes, solo pocos servicios burocráticos. Por tanto hay que financiarlo mediante impuestos, tasas y contribuciones. Ningún candidato ya en el poder, cumplió sus promesas, con frustración del pueblo, contribuyendo sin pausa a la decadencia cada vez más acentuada.
Lograda la enorme estructura estatal y la reducción al máximo de la actividad privada, no hay forma ni plan que pueda aplicarse para salir de la decadencia. Sólo con el achicamiento del Estado para reducir el gasto público y la eliminación de impuestos para volcarlos a la inversión, al crecimiento de la industria y del comercio, exportaciones, apertura al mundo y al ahorro que genere crecimiento a futuro. También son necesarias además de la reforma del Estado, la previsional y laboral, a las que temen los demagogos y populistas.
Qué prometen los políticos candidatos
Rebajas de impuestos: populismo puro. Si no hay achicamiento del Estado la rebaja de impuestos trae como consecuencia la necesidad de refinanciar el gasto del Estado que sigue igual. Como no hay dinero, ni inversiones, ni exportaciones que generen nuevos dólares, se tiene que recurrir a la emisión monetaria, o sea más inflación, y después, debiendo retirar circulante de plaza por la inflación, se genera mayor recesión y nuevamente colapso y crisis.
Acuerdos entre gobierno, oposición, empresarios y trabajadores: se denominan “acuerdos económicos sociales” y lo son por no más de seis meses. En países de alta y permanente inflación estos acuerdos generan el efecto de una olla a presión de modo que al vencer, revientan con consecuencias nefastas.
Esto porque no se ha atacado la verdadera causa del fenómeno: el enorme tamaño del Estado.
Congelamiento de precios previa fijación de los mismos: Siempre han fracasado. La economía no es una ciencia voluntarista. Si fuera así los demagogos que tantos hay y han habido hubieran obtenido grandes éxitos en sus gobiernos. Lo económico se rige por reglas y leyes precisas que si se alteran no pueden evitarse sus severas consecuencias. Las políticas económicas sirven solo para fijar aquellas que ya existen en los manuales y que es necesario determinarlas en sus aplicaciones prácticas y generales. Los populistas creen que pueden desnaturalizar las leyes económicas a su antojo y a veces logran falsos éxitos hasta que se les acaban los recursos y entonces son sorprendidos por la realidad que golpea sin piedad al pueblo, primera y última víctima de estos desvaríos letales. Claro ejemplo fue el gobierno de Cristina.
Reforma laboral y previsional
Son indispensables para lograr el éxito. No se trata de quitar derechos ni debilitar al trabajador en relación de dependencia. Tampoco de suprimir al sindicalismo. Es necesario minimizar los costos laborales del empleador para incentivarlo a tomar más trabajadores registrados, seguros indemnizatorios y medidas conexas para el crecimiento sostenido de sus grandes y pequeñas empresas.
La reforma previsional consiste en modificar equitativamente la relación activo/jubilado (cuatro activos por cada jubilado), fijar una edad jubilatoria ajustada a la realidad y mejorar sustancialmente los montos jubilatorios y pensionarios.
Estas reformas tienen vigencia en los principales países del mundo.
El voto del pueblo
Creo en la democracia. En Argentina se trata de elegir peronismo kirchnerista o macrismo. Es parte de nuestro problema. El último gobierno entre 2003 y 2015 ha sido mal calificado por la historia reciente. Cristina está en la fórmula y el mundo desconfía de ella. Económicamente el gobierno de Macri ha fracasado. Hay otras buenas opciones sin chances de ganar. Muchos votaremos por el mal menor, a sabiendas de la gran incertidumbre y desazón que esto nos provoca. No es culpa de la democracia sino de las malas ofertas electorales.