Uno de los mayores riesgos en la acumulación de flúor en el cuerpo es el daño en el sistema nervioso, degenerando la síntesis de neurotransmisores y receptores de las células en este sistema, a la vez que implicaría dificultades para la asimilación de proteínas en el cerebro llevando a una lenta degeneración de las neuronas.
Otro efecto nocivo pueden ser los problemas en el sistema digestivo, debido a su ingesta accidental el flúor (compuesto por ácido flurhídrico) irrita el estómago y todo el tracto gástrico produciendo diarrea y vómitos, esto se da especialmente en niños o personas con debilidad estomacal.
Por último, este popular componente puede ser el responsable de una patología odontológica denominada fluorosis dental, cuando es utilizado en cantidades mayores a las adecuadas puede estimular la aparición de manchas blancas, oscuras o líneas en el diente.
Se recomienda que los artículos de higiene dental no posean cantidades mayores a los 0,7 miligramos por litro de flúor, esto es no más del 0,2 por ciento por producto y en niños menos del 0,05 por ciento. Para hacerlo de un modo más gráfico el cepillado debería hacerse con una cantidad de pasta equivalente al tamaño de un garbanzo.