El deterioro del Estado, agravado desde el 2003, ha provocado un incremento del consumo, tráfico y producción de drogas a niveles alarmantes en medio de la indiferencia de la política. Hoy, villas miseria del área metropolitana de Buenos Aires, el Gran Rosario y en la mayor parte de los conurbanos provinciales están copados por el narcotráfico ante el retiro del Estado.
Cuando Gustavo Béliz propuso el plan de reformas en la Justicia y en las fuerzas de seguridad, fue echado del gobierno a las pocas semanas. Entre las propuestas estaba la creación de una fuerza federal, integrada por personal con formación universitaria, para combatir el crimen organizado, que excede el marco de la drogadicción pues comprende el tráfico de personas, los delitos económicos, la corrupción de los funcionarios.
Es que el narcotráfico no se enfrenta con tanques sino con estructuras institucionales sólidas y transparentes.
Organismos como la UIF, que es una herramienta para luchar contra el lavado del dinero, sea de la corrupción administrativa o del narcotráfico, ha sido desarmada y puesta en manos de un inepto y sospechoso de amparar los delitos, por lo menos de los integrantes del Gobierno nacional.
Es que para combatir el delito es esencial la ejemplaridad de los gobernantes, sin ejemplos de honradez, austeridad no es posible contar con fuerzas de seguridad capaces y decentes.
Gobernadores ignorantes proponen involucrar al Ejército, pero la experiencia regional como lo muestran México y Brasil ha probado el fracaso de la participación del ejército en el combate a los carteles de la droga; el resultado es la corrupción de sus efectivos.
La represión contra el consumo de estupefacientes ha fracasado en el Estado más fuerte y con mayores recursos del mundo, los Estados Unidos. En el 2006, la DEA, Agencia que se ocupa del tema tuvo, un presupuesto de treinta y nueve mil millones de dólares. Ese país lleva una política de criminalización de los alcaloides desde 1971 y ha fracasado. Como fracasó hace noventa años la prohibición de vender alcohol, generando pingües negocios a la mafia, los gángsters y elevando las tasas de crímenes y asesinatos
Por supuesto los que viven del tráfico y el lavado del dinero sucio son los principales promotores de la represión, para mitigar sus conciencias algunos financian clínicas de recuperación, pero no se privan del negocio de la prohibición.
Por otra parte los agricultores de Bolivia o Perú, minufundistas que cultivan un promedio de una hectárea cada uno reciben unos diez mil dólares por las hojas de coca. El problema es que por cultivar tomate solo obtienen unos mil dólares, es decir diez veces menos. El que esto escribe estuvo en Bolivia, enterándose allí que el derrocado presidente Sánchez de Losada había pedido un subsidio de cien millones de dólares anuales para destruir los cultivos de coca, pero la respuesta de las agencias de los Estados Unidos fue negativa a pesar de los frondosos presupuestos con que cuenta para encarar una guerra fracasada y que está destruyendo a nuestros países.
Crimen y vicios
Los vicios son aquellos actos por los que el hombre se daña a sí mismo o a su propiedad, los crímenes son aquellos actos por los que un hombre daña la persona o la propiedad de otro. Si un gobierno asimila un vicio con un crimen y lo castiga como tal, esto constituye un intento de falsificación de la naturaleza de las cosas. Estas frases fueron escritas en 1875 por Lysander Spooner y en ellas está planteada hasta dónde llega la intromisión del Estado en la vida privada. Este asunto lo define en el artículo 19 la Constitución Nacional: “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública ni perjudiquen a un tercero están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados”.
Milton Friedman decía en 1988: “Las drogas son una tragedia para los adictos. Pero criminalizar su uso convierte la tragedia en un desastre para la sociedad tanto para los que la usan como para los que no la usan”.
Las drogas son un vicio que causa enormes males físicos y mentales a los que las usan. Hay otras adicciones, algunas fomentadas en ésta década K, como el juego, que dejó de ser una atracción de parajes turísticos y se extiende por todos lados en los centros de las ciudades y en pueblo pequeños donde los pobres dejan los ingresos de su trabajo o de los planes sociales sin control del Estado y facilitando el lavado de dinero.
También está el problema del alcoholismo, otra adicción que afecta a los adolescentes sin distinción de sexos y que curiosamente se ha extendido y afectado notoriamente mientras el consumo de vino se ha reducido a la tercera parte en 25 años. También hay otros peligros, como el consumo de varias cucharadas de azúcar por un niño puede provocarle la muerte y hasta ahora nadie ha advertido del peligro de ese consumo como pasa, en cambio, con el vino.
En los Estados Unidos que, a diferencia de la Argentina, tienen estadísticas confiables muestran que el alcohol es responsable de accidentes de tránsito cien veces más que en el caso de los adictos a las drogas. Cien muertos es el costo de los accidentes de autos protagonizados por alcohólicos en ese país. Trescientos mil mueren prematuramente por el tabaquismo. Las muertes por consumo de drogas fueron menos de cuatro mil. El costo del alcoholismo supera ampliamente los cien mil millones de dólares anuales.
La represión del consumo de droga lo que ha originado es un estupendo negocio a los traficantes. La prohibición eleva los precios a niveles que permiten pagar sicarios y sobornos. La represión ha generado un negocio que moviliza cuatrocientos mil millones de dólares anuales. Esos fondos están manejados por los narcotraficantes que deben lavar su dinero. Los fondos en negro financian las matanzas, los ajustes de cuenta, los sobornos a policías, jueces, políticos.
La otra parte va a los paraísos fiscales y, entre otras cosas, se invierten en los complejos donde se fomenta la ludopatía con los malditos tragamonedas. Estas actividades generan superestructuras que permiten financiar operaciones mediáticas o concentrar medios y financiar así a políticos venales. Muchos dirigentes honestos pero ingenuos no entienden que, en definitiva, también está en juego la cuestión del poder.
En el caso de los ciudadanos está además la cuestión de los límites a los gobiernos, pues así como con la justificación de la preservación de la moral se avalaba la censura, se termina en el freno a la libertad de expresión.
Es tentador prohibir los vicios, pero el riesgo que la historia confirma es que los gobiernos aprovechan para terminar con las libertades, como pasó en tiempos de Onganía que hasta se metían con el largo del pelo de los jóvenes o las polleras de las jovencitas, hasta prohibir una ópera de Ginastera y Mujica Lainez a terminar con las cátedras más prestigiosas de la Universidad de Buenos Aires iniciando un camino de decadencia que no se ha detenido.
La libertad es la salida
Debe despenalizarse totalmente el consumo de drogas y permitirse el comercio en las farmacias de las mismas para el consumo privado. No debe permitirse el consumo en lugares públicos, la experiencia holandesa de reservar espacios públicos, donde el Estado entrega una ración de droga no es exitosa. Tampoco debe aceptarse la propaganda ni la apología del consumo, por el contrario deben promoverse fuertes campañas mediáticas resaltando los indudables daños que producen los alcaloides a la salud de las personas. Además deben incrementarse las penas para los accidentes y crímenes en los que participen drogadictos.
En definitiva se trata de destruir un negocio que hoy trae secuelas tremendas para la sociedad y corroe a los Estados convertidos en apéndices de delincuentes con fortunas enormes y que no tienen los que se dedican a ganar dinero con empresas productivas e innovaciones científicas y tecnológicas.
Por otra parte las fuerzas de seguridad, que deben capacitarse y llegar paulatinamente a contar con formación universitaria para la totalidad de sus cuadros, pueden dedicarse a combatir la inseguridad de los personas y bienes en vez de andar detrás de quienes fuman marihuana.
Las opiniones vertidas en este espacio, no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.