Balseiro: el físico argentino que orbita por los cielos

Nacido en Córdoba en 1919, se transformó en padre del desarrollo científico nacional al propulsar la investigación y la experimentación en ese vasto campo. Promovió la fundación del Instituto de Física de Bariloche y sentó las bases de una educación orien

Balseiro: el físico argentino que orbita por los cielos

Orbitando el Sol, entre Marte y Júpiter, el asteroide 6109 honra la memoria del célebre físico argentino. En efecto, en 2008, la Unión Astronómica Internacional (UIA) aceptó la propuesta de que el asteroide 6109 llevara el nombre del Dr. José Antonio Balseiro. Así, el 6109 Balseiro se sumó a la lista de otros asteroides con nombres de argentinos: (4617) Zadunaisky; (2548) Leloir y (2550) Houssay, por citar ejemplos.

De un modo metafórico, su trayectoria estelar describe la línea biográfica del hombre que propulsó la ciencia en Argentina.

José Antonio Balseiro, físico nuclear, nació en Córdoba el 29 de marzo de 1919. Cuarto hijo de Antonio Balseiro, emigrado español, y de Victoria Lahore, argentina de origen francés, terminó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Monserrat.

Para continuar con su vocación, se trasladó a la ciudad de La Plata, donde en 1944 pudo doctorarse en física gracias a una beca que le concedió la Universidad de su provincia natal. El informe académico era promisorio: “sigue los cursos de modo brillante año por año y con las más altas notas".

En el ’43, un año antes de que Balseiro completara su Doctorado en Ciencias Físico-Matemáticas, aterrizaba en Argentina el profesor austríaco Guido Beck, quien trabajaría como investigador en física teórica en el Observatorio Astronómico de Córdoba. Eso, para sus alumnos, significó la llegada de las últimas novedades sobre los avances de la física en Europa.

Su presencia en el Observatorio, más la dinámica personalidad del director Enrique Gaviola, convirtió a esa institución en una suerte de epicentro de la investigación científica.

Balseiro fue admitido en el Observatorio para completar una pasantía posdoctoral bajo la dirección de Beck. La estadía de dos años en Córdoba lo llevó de regreso a su ciudad natal.

Del profesor austríaco, Balseiro incorporó los elementos necesarios para dominar las técnicas de la física teórica de la época. El vínculo con su maestro no sólo amplió sus horizontes intelectuales sino que enriqueció su experiencia emocional. Beck traía consigo el caudal de la cultura académica europea y la vivencia directa de los sufrimientos de la guerra. Esto lo reconocería Balseiro en una carta: “Usted, de quien aprendí más que física”.

El informe Huemul
En la primavera de 1950, Balseiro partió a Manchester con una beca del Consejo Británico para trabajar en la Universidad en temas de física nuclear bajo la dirección de Leon Rosenfeld. Fueron tiempos ásperos: "lo magro de la beca y la situación en la Europa de posguerra hacen que su esposa, María Mercedes Cueto, con quien se había casado en 1948, y su pequeña hija Beatriz, nacida en 1949, deban permanecer en la Argentina", narra su biografía.

Pero apenas dos años más tarde regresa al país, requerido por el gobierno argentino para integrar la Comisión Investigadora del Proyecto Huemul.

¿Qué fue el Proyecto Huemul? En la isla Huemul, ubicada en el Lago Nahuel Huapi, se desarrolló un proyecto pseudocientífico fraudulento a cargo del austríaco Ronald Richter.

Este científico nazi presentó a Perón un proyecto para desarrollar la fisión nuclear controlada, posibilidad que en ese momento no había logrado ningún laboratorio en el mundo. La promesa era la de contar con una fuente prácticamente inagotable de energía, para ser utilizada en la transformación industrial del país.

Perón se entusiasmó. Richter inició sus trabajos en el Instituto Aerotécnico de Córdoba, donde por otra parte el Ing. Kurt Tank llevaba a cabo experiencias exitosas en el diseño y construcción de aviones a reacción.

En marzo de 1951 Ronald Richter comunicó a Juan Domingo Perón que los experimentos habían tenido éxito. Sin constatarlo, el gobierno anunció: “El 16 de febrero de 1951 en la Planta Piloto de Energía Atómica en la Isla Huemul, de San Carlos de Bariloche, se llevaron a cabo reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica”.

La Comisión Nacional de Energía Atómica, que tenía entre sus objetivos brindar apoyo al proyecto Huemul, consultó a los expertos contemporáneos sobre la idoneidad de Richter y la veracidad de sus afirmaciones. La Isla, pues, fue visitada por una comisión fiscalizadora; entre sus miembros estaba José Antonio Balseiro.

En su informe, el cordobés fue contundente: invalidó los argumentos de Richter con fundamentos de carácter teórico y demostró que no tenían allí ningún dispositivo que pudiera generar un campo magnético oscilante para lograr un efecto de resonancia con la frecuencia necesaria de precesión de Larmor como sostenía Richter. Además, relató cómo las experiencias realizadas por Richter habían fracasado y aseguró que era falso que hubiera logrado generar ninguna reacción de carácter termonuclear controlada: “El Dr Richter ha mostrado un desconocimiento sorprendente sobre el tema”, afirmó.

Los miembros de la Comisión,  según recuerda Buch, lo vieron a Richter “un día antes de que un psiquiatra lo declarara afectado de un ‘estado crepuscular’, vagando entre altoparlantes que lanzaban sonidos tan impresionantes como inútiles”.

Se sabe que la historia del proyecto fue objeto de una ópera, un libro e innumerables artículos en revistas históricas y científicas.

Como sea, el frustrado intento nuclear de Richter derivó involuntariamente en el desarrollo de la física en la ciudad patagónica (en 1955 se creó el Instituto que luego fue bautizado, precisamente Balseiro). Y también del comienzo de la música electroacústica en el país: el compositor Francisco Kröpfl rescató parte de aquellos equipos para armar el primer laboratorio musical de América Latina, el Estudio de Fonología, en la Facultad de Arquitectura de la UBA.

El instituto brillante
En el '55 se firma un convenio entre la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Universidad Nacional de Cuyo. A partir de él, se crea el Instituto de Física de Bariloche y el 1° de agosto del mismo año, bajo la dirección de Balseiro, comienzan las clases.

Desde entonces, el Instituto ha formado profesionales en Física, Ingeniería Nuclear, Ingeniería Mecánica, Ingeniería en Telecomunicaciones y posgraduados en Física, Física Médica e Ingeniería. Es considerado, por su impecable trayectoria, el centro educativo científico de mayor renombre en la Argentina y América Latina y uno de los mejores del mundo.

Balseiro soñó un centro educativo que estuviera a un paso del futuro. Allí se realizó. Aunque tal vez la crisis más profunda que debió atravesar el Instituto en sus primeros diez años se produjo con la muerte prematura de Balseiro, a fines de marzo de 1962.

Crónica de una ilusión

El libro “J.A. Balseiro: crónica de una ilusión”, de Arturo López Dávalos y Norma Badino, narra la historia de la física en la Argentina a través de una investigación basada en la historia personal del hombre que creó el Instituto de Física de Bariloche y echó los cimientos de esta disciplina —en su concepción moderna— en nuestro país.

El libro (ahora reeditado por Ediunc) repara en los obstáculos políticos que debió enfrentar, el entorno internacional, las transformaciones de la ciencia, los científicos que lo acompañaron en el difícil camino de crear un centro de formación e investigación de punta que ha tenido un papel fundamental en el desarrollo de la tecnología nuclear argentina.

El Instituto Balseiro, llamado así en merecido homenaje al gran científico luego de su muerte, en 1962, trascendió el tiempo y las fronteras merced a su sostenida labor pedagógica y de investigación de excelencia. La relevancia internacional que ha adquirido desde entonces, por su seriedad y el compromiso asumido con la ciencia, va de la mano con la calidad de sus egresados.

Al cumplirse 60 años de la creación de ese instituto señero en América Latina, la Ediunc reedita este libro con la intención de difundir de forma amena –a través de curiosas anécdotas, entretenidos relatos e imperdibles lecciones de vida– el titánico esfuerzo de Balseiro para fomentar la investigación científica de alto nivel en nuestro país.

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