La derrota ante los Estados Unidos no sólo marcó la despedida del seleccionado argentino del torneo de basquetbol de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, sino también el adiós de una de las figuras más emblemáticas de la historia de ese deporte en la Argentina: Emanuel Ginóbili.
Reconocido, aplaudido, galardonado, aunque en alguna ocasión cuestionado, el “hasta siempre” de Ginóbili a la selección es quizá el hecho más importante del básquetbol argentino en 2016 por todo lo que representó el bahiense ya no sólo para el equipo, sino también para el deporte nacional.
“Fueron 20 años, toda mi adultez con esta camiseta con esta camiseta... pasaron un montón de cosas, que te unen con gente. Soy un afortunado de haber vivido todo lo que generó este equipo”, reconoció entre lágrimas aquella noche del 17 de agosto, bajo el aplauso de sus compañeros, rivales y del público que colmó las tribunas Arena Carioca 1 para ver el encuentro ante el Dream Team.
Desde aquel debut en el Mundial de Atenas 1998, junto a otro notable grupo de jugadores que el mundo del basquetbol conoció más tarde como la “Generación Dorada”, Ginóbili fue protagonista, a veces exclusivo, de los hitos del basquetbol nacional, como aquel tiro ganador ante Serbia y Montenegro sobre la chicharra en el debut en los en Atenas 2004; los 15 puntos que lo convirtieron en el goleador argentino en el histórico triunfo argentino sobre los Estados Unidos en el Mundial de Indianápolis 2002, o el ser uno de los 12 jugadores que se subieron el escalón más alto del podio de los Juegos Olímpicos de Atenas.
Así se fue Ginóbili de la selección, por la puerta grande, aunque ni él ni el equipo hayan brillado en Río de Janeiro. ¿Importa? Está visto que no.
Y a veces la historia suele ser injusta con algunos de sus protagonistas, porque aquella no tan lejana noche del 17 de agosto también marcó el adiós de otros de los hombres que cimentó la leyenda de la “Generación Dorada”: Andrés Nocioni. Lejos de las marquesinas o los grandes titulares, el “Chapu” fue el ejemplo del esfuerzo despojado de cualquier otro interés que no sea la victoria final de su equipo.
La dimensión en el mundo del deporte de Emanuel Ginóbili se puede graficar con algunas estadísticas contundentes. Fue el jugador con más anillos NBA en el duelo entre Argentina y Estados Unidos de cuartos de final.
Además, fue parte del título dorado de la selección en 2004, siendo junto con el Dream Team los únicos equipos en actividad en subirse a lo más alto del podio en esa disciplina -sólo los imitaron los desaparecidos combinados de la Unión Soviética y Yugoslavia-. Como si fuese poco, quedó ubicado en el sexto puesto de los máximos anotadores en la historia de los JJOO con 523 puntos.
El recambio. El básquetbol argentino recibió en este 2016 que se va algunas buenas noticias, como la confirmación de Facundo Campazzo como un jugador determinante en la Liga ACB de España, y el arribo a la NBA de Nicolás Brussino y Nicolás Laprovittola.
Los tres han recorrido caminos distintos y, en estos momentos, viven experiencias diferentes, pero los tres tienen un denominador común: son el futuro del básquetbol argentino, los hombres que están llamados a ser el recambio de los jugadores que en los últimos dieciséis años lograron con la selección cosas impensadas en otros tiempos.
De los tres es Campazzo, quien tiene un papel preponderante. En la que quizá sea la mejor liga del basquetbol FIBA, el cordobés es a nivel grupal el “general” encargado de conducir a su equipo, el UCAM Murcia, pero también se está destacando en lo individual.
“No sé si he llegado al nivel que quiero estar. Yo me dejo llevar por el resultado colectivo”, ha reconocido Campazzo en los últimos días.
A poco de cerrar el año, el base cordobés recibió una gran noticia: en marzo o abril próximo podría conseguir la nacionalidad italiana lo cual le permitiría regresar al Real Madrid, el dueño de su pase sin ocupar una plaza extracomunitaria.
Regresar al Madrid, en el que tuvo un breve paso en 2014/15, le permitiría dar el último salto de calidad, para convertirse en el jugador determinante que todos esperan.
Mientras tanto dos nuevos argentinos llegaron a la NBA. Quizá sólo sea la juventud lo que emparenta a Brussino (23 años) y Laprovittola (26) porque a partir de ahí sus caminos se bifurcan. Mientras el primero (segundo argentino en ir directamente de un club de la Liga Nacional a la NBA) llegó a un equipo en reconstrucción, los Dallas Mavericks, el otro se sumó a una de las franquicias más dominantes de las últimas décadas, los San Antonio Spurs, aunque hace algunas horas fue cortado.