El fin de semana largo “abrió la economía”

Si continuamos con una economía cerrada, con regulaciones en la importación, manteniendo el nivel de gasto y presión fiscal, Chile seguirá siendo el destino de compra de los mendocinos.

El fin de semana largo “abrió la economía”

Hace muchos años que los sectores económicos pudientes del país hicieron de los viajes a Miami provechosos paseos de compra. Es de sobras sabido que buena parte de las compras -indumentaria, tecnología- no era para consumo propio sino para la venta entre amistades o colocada en negocios conocidos. Muchas veces estos negocios estuvieron relacionados a los avatares del tipo de cambio en nuestro país.

Dólar barato y “deme dos” son historias, o caricaturas, conocidas. Pero la constante fue siempre las limitaciones o prohibiciones de importar impuestas por los gobiernos para “proteger la industria y el trabajo nacional”, que pagaban y siguen pagando, claro está, los que no podían viajar y “comprar afuera”.

De un tiempo a esta parte, porteños y provincianos han descubierto lo que los mendocinos conocían desde hace unas tres décadas, las ventajas de comprar en Chile. Es decir no hacía y no hace falta ir a Miami, Santiago ofrece lo mismo y cuesta menos el viaje. Los mendocinos ni siquiera llegan a Santiago, en Los Andes se encuentra todo los que se busca, y “en el día”.

El último “fin de semana largo” constituyó la apoteosis del viaje de compras (similar situación, en el paso a Encarnación, en Paraguay); pasaron a Chile algo más de 26.000 vehículos, simplificando, un número similar de familias que fueron de compras. Los testimonios de los viajeros son abrumadores, el motivo fue ir de compras.

Hubo colas de hasta 15 kilómetros y 8 horas de espera; pero más abrumadoras, apabullantes, son las diferencias de precios: “Me traje un LCD de 32” que me costó $ 1.250... en Mendoza no baja de $ 6.000”. El promedio de ahorro no baja de 60%, aun pagando impuestos por sobrepasar la franquicia de compra (se paga el 50% de impuesto sobre el exceso).

Ahora bien, la pregunta que debemos hacernos es por qué hay esa enorme diferencia de precios, en no pocos casos acompañada de diferencia de calidad. La respuesta es muy sencilla, la economía de Chile es abierta al comercio internacional, con decenas de tratados de libre comercio con los países con las economías más importantes del mundo.

Por esa razón puede exportar competitivamente lo que produce: minería, frutas, vinos, sin pagar o pagando muy poco para ingresar en esos países. E importar lo que no puede producir competitivamente, como automóviles, indumentarias de marca, electrónica, artefactos para el equipamiento del hogar. Chile tiene un arancel externo muy bajo o cero para los países con los que tiene tratados, tiene un gasto público en relación al PBI mucho bajo que nosotros y una presión fiscal también más baja. Ni hablar de sus costos de logística.

Nosotros tenemos todo lo contrario, somos una de las economías más cerradas del mundo, con un promedio de aranceles de importación que resulta estrafalario en el mundo de hoy, salvo Venezuela o Cuba. Seguimos con regulaciones que impiden importar y el gobierno nacional ha prometido a los “industriales nacionales” que los seguirá protegiendo. También dice que mantendrá el nivel actual de gasto y presión fiscal.

Resultados de una y otra políticas: Chile 12% de pobreza, nosotros 32%. Inflación: nosotros 35%, ellos 3%. PBI per cápita (medido como paridad de poder compra), Chile U$S 23.500 (el mayor de América Latina), nosotros 20.500. Desocupación: nosotros 9%, ellos 6%. Si seguimos así, cada fin de semana, largo-corto, miles de familia “abrirán la economía”; el comercio de Chile, de fiesta.

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