El fantasma del paro general

Basado en la historia vivida por cada conducción no peronista, el gobierno intenta negociar con el Confederal de la CGT para impedir la medida de fuerza.

El fantasma del paro general

Por Rosendo Fraga - Analista político. Especial para  Los Andes

El Confederal de la CGT ha convocado un paro general pero no le ha puesto fecha dejando espacio para negociar con el gobierno, que quiere evitarlo.

Puede discutirse si un paro general es hoy relevante o si lo es más la Marcha Federal de protesta que tuvo lugar en los primeros días de setiembre.

Pero la administración Macri quiere impedirlo, por la significación que en el pasado han tenido las protestas sindicales para debilitar a los gobiernos no-peronistas.

En los últimos setenta años, desde que el peronismo llegó al poder por primera vez, Mauricio Macri es el quinto presidente electo que no pertenece a esta fuerza política, y en los cuatro casos precedentes -todos provenientes del tronco del radicalismo- fue así.

Arturo Frondizi, un disidente del radicalismo, fue electo en 1958 y antes de cumplir un año en el poder enfrentó fuertes huelgas de la industria frigorífica, los bancarios y los ferroviarios. Más adelante tuvo que lidiar con un “plan de lucha” de la CGT peronista que hostigaba a su gobierno, y el triunfo de un sindicalista del gremio textil, Andrés Framini, en las elecciones de gobernador en las provincia de Buenos Aires -en marzo de 1962- se transformó en el detonante político del golpe militar que lo destituyó.

Un año y medio más tarde fue electo Arturo H. Illia, candidato del radicalismo. Su relación con el sindicalismo peronista también fue difícil y enfrentó un prolongado “plan de lucha” de la central obrera, que duró varias semanas e incluyó la toma de centenares de empresas. Ello contribuyó a generar una imagen de gobierno “débil” que influyó en el clima en el cual fue destituido por un golpe militar en junio de 1966.

Con el restablecimiento de la democracia en 1983 llegó al poder Raúl Alfonsín, otro presidente del radicalismo. En sus cinco años y medio de gobierno sufrió 13 paros generales, pero 10 de ellos fueron en la segunda mitad del mandato, previos a las derrotas electorales de 1987 y 1989. Alfonsín intentó inicialmente confrontar con el sindicalismo peronista, pero la capacidad de éste de bloquear sus proyectos en el Senado a través del PJ fue clave para impedirlo, y los paros contribuyeron -como en los dos casos anteriores- a debilitar al gobierno.

Dieciséis años más tarde llegó otro presidente del radicalismo, Fernando de la Rúa, en este caso en alianza con una coalición de centro-izquierda: el Frepaso. En los dos años de gobierno que llegó a ejercer, tuvo 8 paros generales. Alfonsín había tenido uno cada 5 meses y De la Rúa tuvo uno cada 3. También en este caso, la debilidad frente a los sindicatos fue relevante en la construcción de la imagen de fragilidad del presidente, que hace crisis a fines de 2001 con la ola de saqueos que lo llevaron a renunciar.

Con estos antecedentes resulta lógico que Macri quiera evitar un paro general que puede significar el retorno de la “sombra” de la oposición sindical a través de medidas de fuerza que debilitaron a los cuatro gobiernos peronistas previos y contribuyeron a sus respectivas interrupciones; los dos primeros por golpe militar y los últimos por crisis de gobernabilidad económica.

Cabe recordar que Alfonsín tuvo su primer paro general en el noveno mes de gobierno y De la Rúa en el tercero y que Macri cumple diez meses de gobierno el 10 de octubre sin haberlo tenido.

Macri no es un improvisado en la relación con los sindicatos. Integró un grupo empresario que cuando manejaba Manliba -que recolectaba la basura en la ciudad de Buenos Aires- no tuvo problemas en el manejo con el gremio de camioneros; cuando controló Sevel tampoco los tuvo con el gremio de la industria automotriz y cuando tuvo a su cargo el correo, no registró conflictos con el gremio telepostal.

Al mismo tiempo, los ocho años de Macri como jefe de Gobierno porteño evidencian que no los tuvo con los tres gremios claves en su ámbito: docentes, municipales y camioneros.

Una vez en la Presidencia, conociendo el funcionamiento de los sindicatos, ubicó a un médico de las obras sociales sindicales al frente de la Superintendencia de Servicios de Salud, la cual administra y redistribuye sus fondos, y en la primera semana de agosto llegó a un acuerdo con los gremios para la devolución gradual de aproximadamente 30.000 millones de pesos que les fueron retenidos durante el segundo mandato de Cristina Kirchner.

Además sabe manejar gestos. A la semana siguiente a que la CGT se reunificó renovando su conducción, invitó a almorzar, a solas, a Hugo Moyano en la Casa de Gobierno.

Pero no será una negociación fácil. Es que el sindicalismo sabe que evitar el paro general es una prioridad política para Macri y por esta razón tratará de obtener el máximo rédito de esta situación. Así, lo probable es que se llegue a un acuerdo que posponga el paro general, pero no hay que olvidar que las crisis suelen escalar por errores de cálculo.

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