“¡¡¡Este es el famoso Looooboooo, los famosos 33.... !!!”
Esos rostros de felicidad hablan por sí solos. Abrazados en el centro del campo de juego, los juveniles futbolistas de Gimnasia saltan, cantan y sonríen. La alegría es toda blanquinegra, que venció a su eterno rival y se sacó de encima un verdadero karma. Es que hacía ocho años (desde 2010) que el Lobo no se quedaba con los tres puntos en un derby liguero ante Independiente.
Por 90 minutos, el Lobo se olvidó de sus principios futboleros. Con el objetivo de dejar atrás esa molesta y dolorosa racha de ocho años (y ocho partidos) dejó de lado el esmoquin y se calzó el mameluco. Fue pura tenacidad, vigor y entusiasmo. Y desde el vamos asumió el protagonismo que exigía su localía.
Fiel a su historia, Independiente también fue intenso para defender y concentrado para tomar las marcas.
En el complicado campo de juego de Barrancas Martelén (luce verde pero el balón pica muy mal), el partido se armó recién sobre el cuarto de hora cuando Romano apareció por el segundo palo e hizo estrellar el balón en el palo. El ‘9’ bravo del Lobito avisaba.
Un minuto después, “Memo” Gutiérrez entró al área y Juan Trentín le cometió falta. Penal bien sancionado por Matías Ferreyra que Nicolás Romano facturó con un remate a la derecha de Rodríguez.
Tocado en su orgullo, Independiente no tardó en reaccionar. “Chuky” Zarralanga recibió un balón sobre la izquierda e inteligentemente fabricó una falta con mucho olor a gol. Cataldo se hizo cargo del tiro libre, fuerte y al primer palo, con mucha rosca y el lateral izquierdo Mauro Almeida, en su afán de rechazar, la metió junto al primer palo.
A medida que los minutos pasaban el trámite del encuentro elevaba su punto de ebullición. Cortado, friccionado y muy dialogado. Hasta que a los 39’, Tadeo Marchiori (hermano de Tomás, el arquero del equipo que actúa en el Federal A), recibió un balón por la derecha y mandó el centro al punto del penal, allí donde el “chiquitín” Romano esperaba para definir con el gesto técnico de los goleadores: cabezazo con parietal izquierdo de pique al suelo y a cobrar: 2-1. En un clásico feo por estética pero entretenido por las emociones, el Lobo se fue al descanso con la tranquilidad de la victoria parcial.
La Lepra salió con todo en el complemento. Aceitó la presión y ahogó la salida del Lobo, que tuvo que resistir cada embate azul y defender con uñas y dientes lo que había conseguido.
El Azul tuvo el empate en cuatro o cinco situaciones claras, pero a veces Giménez, otras los defensores y también los palos le dijeron que no. El famoso Lobo recuperó la memoria y festejó en un clásico.