Antes de la llegada de las vacaciones de invierno, los mendocinos tuvimos la oportunidad de disfrutar de la ópera "El barbero de Sevilla", de Rossini.
Las voces de los solistas, el coro, el juego escénico atraparon al espectador, ávido de este tipo de obras musicales. Uno de los momentos inolvidables, eternizado en la producción discográfica y aplaudida por todos los públicos, es aquel en que Fígaro, el barbero de la ciudad, irrumpe en escena y se autodefine como el "factótum de la ciudad". ¿Qué es un factótum? ¿De dónde proviene el vocablo?
'Factótum' es una voz derivada de dos términos latinos, que se fundieron en una sola palabra: el verbo 'fac', imperativo de 'facere', en segunda persona del singular', y el sustantivo 'totum', de género neutro; la traducción de la voz así formada es "haz la totalidad" o "hazlo todo"; dicha definición responde, perfectamente, a la caracterización que de sí mismo realiza Fígaro:
"Todos me llaman, me solicitan, mujeres, muchachos, viejos y niñas; (…) Fígaro acá, Fígaro allá, Fígaro arriba, Fígaro abajo, rápido, rapidísimo, soy como el rayo, soy el factótum de la ciudad".
El propio diccionario académico nos confirma este carácter diverso de un factótum, en la tercera acepción del término, de género masculino y femenino, de uso coloquial: "Persona entrometida que, oficiosamente, se presta a todo género de servicios".
Quizá, en palabras más conocidas actualmente, se podría decir 'meterete', 'entrometido' o 'entremetido', 'metomentodo', sinónimos de uso corriente, siempre de carácter coloquial.
Fuera de esta acepción del vocablo, que es la que le conviene al carácter del personaje en la ópera, 'factótum' puede usarse también para indicar a la persona de plena confianza de otra y que, en nombre de esta, despacha sus principales negocios. Generalmente, en todos los ámbitos laborales, las autoridades cuentan con un factótum a quien confiar tareas y en quien delegar responsabilidades. Desde el punto de vista gramatical, debemos decir que se trata de una palabra que se usa tanto para masculino como para femenino; además, su plural es 'factótums', pues añade directamente una "s" al singular, del mismo modo que otros latinismos como 'vademécum' e 'ítem' que pluralizan, respectivamente, 'vademécums' e 'ítems'. Al españolizarse este latinismo, lo escribimos en letra común, no en cursiva, y lo tildamos como vocablo grave; la tilde se conserva en plural por tratarse de un vocablo terminado en consonante agrupada, como 'bíceps', 'cómics' o 'fórceps'.
Al consignar la definición de 'factótum', hemos dado la descripción que corresponde a un tipo de persona. ¿Tenemos otros términos en nuestro idioma que sean también descriptivos de un modo de actuar? Sí, poseemos varios vocablos muy ilustrativos del accionar de los sujetos a quienes se atribuye. Un ejemplo es el sustantivo 'hazmerreír', definido como 'persona que por su aspecto o conducta es objeto de diversión o burla de otros': "Es triste que Pedro se haya transformado en el hazmerreír de la clase". Es clara la formación de esta palabra: el verbo 'hacer' en imperativo, el pronombre personal 'me' y el infinitivo verbal 'reír'. Destacamos que, para conservar el carácter de vibrante múltiple del verbo, hemos usado el dígrafo 'rr' en la grafía del término resultante. Si deseamos pluralizar 'hazmerreír', diremos 'hazmerreíres'; el femenino se indica anteponiendo el artículo, sin otro cambio: 'el/la hazmerreír'; 'los/las hazmerreíres'.
Otro vocablo descriptivo del quehacer de una persona es 'curalotodo', utilizado, tanto en masculino como en femenino y a nivel coloquial, para nombrar a aquella persona que cura cualquier enfermedad. También es posible aplicar esta voz para designar una medicina o remedio que sirva para cualquier mal. Esta segunda aplicación del vocablo tiene como sinónimo 'sanalotodo', que se define como "el medio que se intenta aplicar a todo lo que ocurre o con que se juzga que se puede contrarrestar cualquier especie de daño".
Si, en cambio, deseamos aludir a una persona que presume de sabia sin serlo, encontraremos en nuestra lengua el término 'sabelotodo', utilizable también para los dos géneros y siempre en forma coloquial.
Al buscar sinónimos para 'factótum', mencionamos 'metomentodo', del cual el diccionario académico nos dice que equivale a 'entremetido'; como los dos vocablos precedentes, es común para masculino y femenino y se registra su uso en formas coloquiales.
Tanto 'curalotodo', como 'metomentodo', 'sabelotodo' y 'sanalotodo', por terminar en '-todo', no sufren ningún cambio al pluralizar y solamente advertiremos el cambio de número por el artículo usado en plural. Diremos, entonces, 'el/la curalotodo' y 'los/las curalotodo' y lo mismo en los restantes vocablos.
Una palabra descriptiva del quehacer humano es 'correveidile', que presenta al chismoso, a la persona que lleva y trae cuentos y noticias; además, puede nombrar al hombre o mujer que concierta una relación amorosa. El vocablo es de uso coloquial, igual para masculino y femenino, con plural como cualquier otro término acabado en -e. Así, entonces, el/la correveidile y los/las correveidiles.
Existe también para ser usado en forma despectiva, el vocablo 'todólogo, todóloga', que nombra a aquella persona que cree saber y dominar varias especialidades.
En una columna anterior de mi autoría, publicada en este matutino en 2014, bajo el título "Vocablos que sorprenden", aludí a varios de estos términos y concluí con el siguiente párrafo, adecuado para esta ocasión:
"Me parece curioso citar a la autora María Marta García Negroni, quien en su obra "Escribir en español" incluye, entre estos términos formados por la suma de elementos simples, el vocablo "sicarlista".
Un sicarlista era alguien cuya sumisión, condescendencia y obediencia al presidente en ejercicio (en ese momento, Carlos Menem) podía llevarlo a decir constantemente 'Sí, Carlos. Sí, Carlos'. La idea de este tipo particular de obsecuencia que se hace presente en la palabra 'sicarlista' es construida así a partir de una cierta manera de hablar ocasionada por ese carácter".