Propongo algo. Sería cuestión de tomar una libretita y anotar punto por punto, como un almacenero de barrio en la tarea de trazar el stock de nuestras desgracias. Se lo pongo más fácil: como país, como sociedad, tenemos que hacer un pacto. Pero no de la Moncloa, tampoco un pacto de supervivencia ni mucho menos un pacto de silencio; algo más sencillo, más de andar por casa... Un pacto de sentido común.
En esa libretita que les decía debemos dejar registro de las cuestiones que están mal, y que todos sabemos que están mal. ¿Estamos todos de acuerdo en que los jueces tienen que pagar Ganancias? ¡Obvio que sí! Se anota y se pone: “Los jueces sí tienen que pagar impuesto a las Ganancias porque si un obrero de una fábrica paga, es justo y necesario que también el honorable magistrado con su honorable sueldo de varios ceros, pague. Y además, ¡porque se supone que los jueces hacen justicia!”.
Arrancamos bien con el anotador espiralado. Pero sigamos: ¿es necesario que existan listas sábanas y obligar a la gente a votar a un fulano que no conoce en pos de votar a otro que supuestamente sí? Tonces, chau lista sábana.
Ya que estamos birome en mano, no paremos: ¿como sociedad podemos permitir que el patrimonio en “blanco” de los sindicalistas, los políticos, o el que sea, no pueda ser justificado con la suma de sus sueldos?... Parece un tema menor, pero es obvio que si somos laxos con la colección de propiedades de estos señores (que parece más bien un catálogo inmobiliario), después no podemos sorprendernos con el revoleo de bolsos y la multiplicación de los cuadernos glorias. A tomar nota...
Que esta fiesta de lo obvio no pare: ¿queremos vivir en una sociedad donde un chofer, con todo el respeto que me merece un chofer, gane más que un maestro? Sigamos, ¿es correcto que los intendentes se mantengan más años en el poder que Mirtha en la TV? ¡Se tacha la reelección!
¿Saben qué? La lógica de este anotador colectivo, así de rústico, de naif, puede funcionar. Porque cuando se plantee, por ejemplo, que no está bien que la política gaste tanto dinero en asesores, no daremos lugar al “siga siga” con la excusa de que “¡total no afecta al presupuesto global de un país!”. Me importa un rábano. Está mal y está mal.
Hay cuestiones más complicadas de resolver, como por ejemplo darles un sueldo digno a los jubilados; pero hay que anotarlo en la hojita igual, y mientras vemos de dónde rascar la olla, seguimos con la larga lista. Por ejemplo: ¡eliminar de una vez por todas las jubilaciones de privilegio!
2. Creemos en la democracia, y creemos que esta tarea de registrar las “desviaciones” que permitimos a diario debiera caberle al Congreso nacional y a las Legislaturas provinciales. Pero como ciudadanos, con la parte que nos compete, tenemos que mantener el espíritu de no dejar que los legisladores rompan los quinotos con estrategias politiqueras y acuerdos tras bambalinas para alargar los tiempos y no solucionar nada de lo solucionable.
Los que tuvieron el placer de leer “Sociología de la vida cotidiana” de la autora húngara Ágnes Heller, a la que muchos llegamos gracias a la profesora mendocina Norma Fóscolo, saben de la importancia de no olvidar que las sociedades crecieron sobre la base de situaciones muy sencillas que con el correr de los años se fueron complejizando.
Es decir, alguna vez dos vecinos se tuvieron que poner de acuerdo sobre cómo costear la medianera, y hubo que establecer una negociación, que luego se “sociabilizó” porque le sucedió lo mismo a otros vecinos; y más tarde todo esto se fue institucionalizando en sistemas de gobierno locales precarios que con el correr de los años fueron evolucionando en las instituciones que hoy “disfrutamos”.
Pero nunca hay que olvidar que esta pirámide llamada sociedad se sostiene sobre los hombros de esos dos tipos o tipas que un día dijeron, “che, veamos cómo solucionamos este problema”... Con sentido común. Con buena leche. Que si no existe esto de piso, todo lo demás se desploma como un castillo de naipes.
3. No se puede joder con la democracia. Los políticos debieran ser los primeros en darse cuenta de que una cosa es equivocarse, otra es buscar el camino correcto a través de diferentes debates (como pueden ser los temas delicados como el aborto, donde decididamente no hay un solo “sentido común”)... Pero muy distinto es mantener en statu quo algo que está mal, que nosotros sabemos que está mal y que ellos saben que está mal.
Si hay algo que nos ha enseñado la historia es que muchas veces los pueblos parecen boludos... hasta que dejan de parecerlo. Anotemos eso también en la libretita...