En fuga y cada vez más acorralado, el narcotraficante más famoso de la historia regresó el viernes a través de Netflix con la segunda temporada de "Narcos", en la que la intriga no es si Pablo Escobar Gaviria logrará sobrevivir sino quién conseguirá matarlo.
Esa es la pregunta que desliza el trailer que Netflix dio a conocer para promocionar la nueva entrega que, al igual que en su primera temporada, tendrá a disposición de los usuarios de esa plataforma de streaming sus diez capítulos de forma simultánea.
La trama retomará la historia en el mismo punto en el que la abandonó en la primera temporada: con el poder del capo del cártel de Medellín en declive y progresivamente rodeado de enemigos.
Al estar basada en los hechos reales protagonizados por Escobar durante los años 80 y 90, los espectadores saben, y sus creadores no lo esconden, que el narco colombiano morirá en algún punto de los diez próximos episodios y que lo que resta por dilucidar es a manos de quién.
Es que pese a que la historia oficial señala que "el Patrón" murió de un disparo el 2 de diciembre de 1993 a manos del escuadrón del Bloque de Búsqueda, de las fuerzas policiales colombianas, desde entonces surgieron versiones que indicaban que en realidad pudo ser ultimado por la DEA -la agencia antidrogas de Estados Unidos-, por fuerzas paramilitares, por sicarios del rival cartel de Cali e incluso que se suicidó al ver que no tenía escapatoria.
La reconocida "Narcos", con nominaciones a "mejor serie dramática" y "mejor actor" en los últimos Globos de Oro, volverá a contar con el protagónico del actor brasileño Wagner Moura, famoso por la también brasileña "Tropa de Elite" (2007).
A pesar de su forzado acento “paisa”, Moura consigue componer con verosimilitud y gestos de fascinante frialdad a un hombre complejo, que imponía su ley bajo el lema de “plata o plomo” - lo que no se arregla con dinero, se consigue a balazos - mientras mostraba devoción por su familia y repartía dinero entre los más necesitados.
Los creadores de la serie, Chris Brancato, Carlo Bernard y Doug Miro, no cayeron en la obvia tentación de representar a Escobar como un monstruo y prefirieron utilizar su figura como un disparador para exhibir algunos de los aspectos más increíbles de la historia del narcotráfico que, a comienzos de los 80, comenzaba a volverse un verdadero problema para Estados Unidos.
“El realismo mágico se define como un entorno realista y detallado que se ve invadido por algo tan extraño, que resulta increíble. No por nada el realismo mágico nació en Colombia”, son las líneas que aparecían sobreimpresas en la pantalla en los primeros segundos del comienzo de “Narcos”, en lo que parecía ser justamente una declaración de intenciones: una mirada norteamericana que buscaría tratar de entender esos violentos episodios de Latinoamérica.
Documentada y con imágenes fílmicas y gráficas de la época, la serie está narrada a través de la voz en off del agente de la DEA Steve Murphy (Boyd Holbrook), encargado junto con su compañero Javier Peña (Pedro Pascal) de encontrar la manera de acabar con Escobar, aunque a veces implicara recurrir a prácticas ilegales.
Murphy expresa el desconcierto de las autoridades estadounidenses ante los métodos de los narcotraficantes, la corrupción presente en todos los estamentos de la sociedad y ante hechos inverosímiles, como la elección de Escobar como diputado o el acuerdo con el Estado por el que se entregó en 1991 para ocupar una cárcel construida por él mismo, con guardias a sus órdenes, sus sicarios como compañeros y con comodidades y lujos de todo tipo.
Mientras que la primera temporada concentraba el lapso de alrededor de 15 años que cubre los primeros acercamientos de Escobar con el tráfico de cocaína hasta su fuga de la prisión que él mismo había edificado, la segunda temporada comprenderá el último año y medio de vida de su vida, cuando se vea cada vez más desesperado y sin salida.
