Muy pocas veces hablamos de un nudo muy simple que hacemos numerosas veces a lo largo de nuestra vida: el estornudo. Es una explosión de aire, bacterias, otros bichos, mocos y un montón de inmundicias más que salen de la boca y la nariz impulsadas por una contracción involuntaria del diafragma.
Suele ser ostentoso y notable y su onomatopeya más conocida es “¡Atchís!”: el ‘at’ implica la aspiración que impulsa el estornudo y el ‘¡chist!” el estallido del estornudo afuera.
Así como hay cadenas de oraciones, hay cadenas de estornudos: el tipo no puede parar de estornudar y se pasa diez minutos de atchís seguidos de atchís.
Según lo que indican los estudiosos (los “estornudólogos”), la inspiración de aire que se produce en el instante previo al estornudo es de 2 litros a 2 litros y medio; la velocidad con la que sale el estornudo es de entre 50 y 70 km/hora, salvo estornudos de Fórmula 1.
El aire con su saliva de inquilina puede cubrir un área de 7 metros cuadrados y contagiar con una serie de bichitos que no vamos a mencionar porque nos pasaríamos el monólogo bacteriando.
Hay muchas historias ligadas a esta narizotada. El 3 de setiembre del 401 aC (la hora es dudosa), antes de una batalla contra los persas, el soldado ateniense Jenofonte pronunció un dramático discurso instando a sus colegas a acompañarlo a la libertad o la muerte.
Después de una hora de arenga, un soldado estornudó, lo que sus compañeros consideraron una señal favorable de los dioses hacia Jenofonte, que mandó a castigar al maleducado por interrumpir su discurso.
¿De dónde arranca el “!salud!” con el que se le contesta al estornudador? Pues del año 590, cuando la peste acechaba a Europa (también la hora es dudosa). El Papa Gregorio Magno ordenó que aquél que estornudaba debía ser inmediatamente denunciado con la expresión “¡salud!”, que funcionaba como una oración para bendecir el lugar.
Era corto, porque de haber ordenado rezar un Padrenuestro por cada estornudo, se hubieran pasado toda la Edad Media estornudeteando. En definitiva, la expresión “¡salud!” era una expresión botona que terminaba poniendo en serios aprietos al estornudoso.
Gradualmente la exclamación perdió su connotación negativa, y pasó a ser considerada un acto de cortesía. Pero también tiene sus connotaciones negativas porque en algunos lugares de México se cree que si un varón estornuda significa que su esposa le está siendo infiel. Sería entonces el estornudo como la bocina del pata ‘e lana.
Es tremendamente difícil mantener los ojos abiertos mientras se estornuda. El aire que va de los pulmones a la nariz aumenta la presión ocular y eso produce la cerrazón.
También es casi imposible estornudar sin mover la cabeza: la cabeza se mueve hacia adelante así que el tipo no solo estornuda sino que afirma su estornudo, le dice que sí, cosa que lo valoriza aún más.
Uno puede estornudar por alergia, por irritación a distintos polvos (pimienta, talco, y varios más), por gripes o resfriados, por reacción a la luz, o por frío.
El problema de los estornudos es cuando se producen en circunstancias delicadas, como puede ser un pianísimo de la sinfónica en una sinfonía de Mozart, en una obra de teatro cuando el asesino está a punto de cometer el homicidio, o cuando el que está disertando sobre los hábitos alimenticios de la ameba hace un silencio estremecedor.
Seguramente en esas circunstancias el estornudador será mirado, habrá sonrisas alrededor de él y que se sepa, Mozart no incluyó ningún estornudo en sus sinfonías.
Pero no se preocupe en contenerlos porque son incontenibles. Por las dudas a usted le ocurra este fin se semana: ¡Salud!