Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
Cualquier estudiante de economía habrá recibido, entre sus primeras lecciones, los ejemplos de los modelos de mercados de competencia perfecta. Estos mercados son ficticios porque solo funcionan en la mente, pero en la realidad, los mercados funcionan con seres humanos, que son falibles, por lo que tampoco su funcionamiento y resultados son perfectos.
En estos días se está discutiendo fuerte acerca del atraso cambiario, de las altas tasas de interés, de la falta de reactivación de la economía y, en general, los funcionarios prefieren responder con definiciones teóricas acerca del funcionamiento de los mercados, como si éstos fueran perfectos. En realidad no lo son porque, además, el Estado está interviniendo en ellos, pero lo está haciendo mal.
Los funcionarios han respondido que el valor del dólar no estaría atrasado y que al ser un mercado libre, el precio depende de la oferta y la demanda. Esto es en teoría, pero el mercado no ha sido ni es libre. Primero, el Tesoro decidió financiar el déficit con deuda externa, y eso generó un fuerte ingreso de dólares que no ha permitido la evolución del precio de la divisa.
En segundo lugar, la preocupación del gobierno fue mantener sostenido el precio de la moneda norteamericana y, con la excusa de evitar alimentar la inflación, el Banco Central aplicó altas tasas de interés, muy altas (28%), para evitar que los inversores fueran a comprar dólares.
El problema es que este nivel de tasas paralizó la economía, no generó nuevas inversiones, mientras el elevado déficit se mantuvo porque el gobierno quiso mantener el gasto bajándolo en forma gradual sin aplicar ninguna decisión que modificara el esquema tradicional peronista de manejo de la economía.
Hace unos días en Mendoza, el ministro Dujovne se sacó el tema de encima diciendo que el dólar no estaba atrasado, y que si así fuera, los especuladores ya se habrían lanzado sobre el dólar y en su presión compradora lo habrían hecho subir. Pero de hecho no es así porque los especuladores son tentados por el Estado con instrumentos de corto plazo que les permiten ganancias muy superiores. En cambio, los particulares han batido récord en la acumulación de divisas. También están asegurándose a futuro comprando viajes al exterior o autos importados, algo similar a lo que hacían en el gobierno kirchnerista.
Dicen en los corrillos políticos que el presidente Macri está muy enojado con su entorno porque le prometieron que con el gradualismo no habría quejas y que las inversiones ayudarían y ahora se dan cuenta que las mismas no se generan por causa del gradualismo que es tan lento que mantiene la situación de quejas, no reactiva y genera aumentos, aunque pequeños, cada dos meses.
Miedo a la salida
Macri quiere acelerar los procesos. Se dio cuenta que no puede esperar al mercado porque ahora, con los conflictos políticos de por medio, el camino electoral es más complejo y los inversores esperarán el resultado de octubre próximo. Los argentinos esperaban un presidente con personalidad y no un gurú de la felicidad. Alguien con firmeza para la toma de decisiones.
Ya nadie discute que el gobierno debe intervenir pero debe hacerlo bien, para que funcionen los mercados. Hoy los funcionarios están frente a un problema que es ¿cómo salir sin costos? Pero en realidad tampoco han evaluado como seguir así sin costos.
Por lo pronto, el presidente parece haber tomado la iniciativa. Ya el discurso de apertura de sesiones del Congreso lo mostró más firme. Se presentó para exponer el plan para ampliar el mercado de las aerolíneas, dio instrucciones precisas para ampliar la oferta de créditos para viviendas vía el Banco Nación.
El gobierno está en una verdadera encrucijada. Hoy no puede hacer lo que no hizo al principio de su gestión. Pero tiene una necesidad inmensa de bajar el gasto en forma drástica para mostrar una caída del déficit que, a su vez, ayude a parar la inflación. Pero para eso debería acelerar a quita de subsidios, algo que les está costando muy caro en términos políticos porque, aunque todos sabían que las tarifas estaban atrasadas, nadie quiere pagar los nuevos valores.
No puede devaluar, aunque podría bajar las tasas a un ritmo más acelerado y, de esa manera, bajar los costos del crédito y, eventualmente, estimular al mercado a comprar los dólares sobrantes para que el peso siga el ritmo de todas las monedas de la región ante la revaluación constante del dólar a nivel mundial.
Probablemente, deberán esperar un empuje de la inflación, pero hoy la prioridad es reactivar la economía y el crédito accesible es un motor indispensable, aunque también necesita una actualización razonable del valor del dólar para poder sostener la apertura de los mercados.
El presidente se juega su destino electoral y ya no puede cometer más errores. Quizás algunos cambios de caras le vendrían bien. Por ahora, el mayor desafío es demostrar que no es débil para enfrentar a los grupos que quieren instaurar el caos. La imagen que le dibujó Durán Barba ya no sirve. Deberá cambiar si quiere la confianza de los mercados y la sociedad.