Por Alfredo Leuco - Periodista.
Está claro que Cristina y sus muchachos van a dejar un verdadero campo minado al futuro gobierno. Deudas sociales y económicas de todo tipo y magnitud. Una herencia maldita de un unitarismo extorsivo donde el Estado nacional se lleva 76 pesos de cada 100 que producimos todos los argentinos, megacorrupción a cielo abierto, la tercera inflación más alta del mundo, después de Venezuela y Sudán, el 35% de los trabajadores en negro, destrucción del empleo y caída del salario real en 2014 y el rosario de indicadores que se cayeron a pedazos.
Cayó todo, el Producto Bruto, la actividad, las importaciones y las exportaciones, la inversión productiva, el consumo y hasta los precios internacionales. Todo cayó y se vienen grandes vencimientos de la deuda que es exactamente el doble de lo que Cristina dijo en su último discurso de apertura de las sesiones en el Congreso de la Nación.
En su mentira descomunal aseguró que había desendeudado totalmente a la Argentina. Y la triste realidad es que el gobierno que venga tiene vencimientos por 44 mil millones de dólares hasta el 2019 y el total de la deuda asciende a la friolera de 147 mil millones de dólares. A eso Cristina le llama desendeudamiento total. Parece broma pero genera bronca e indignación que nos trate de estúpidos.
De todos modos, la peor herencia va a ser la fractura social expuesta por donde se inoculó odio a las venas abiertas de la sociedad. Es lo que Jorge Lanata llama la grieta. Para cubrir su retirada el gobierno apeló a tres mecanismos. Intento de colonización de la Justicia, cosa que logró a medias. Consolidación de un oligopolio mediático de amigos de Cristina, cosa que también logró a medias. Y, finalmente, el operativo copamiento del Estado que está en pleno desarrollo.
Muchos no se dan cuenta. Pero entre las bombas de tiempo que Cristina dejará a su sucesor está el nombramiento ilegal e ilegítimo de un ejército de más de 100 mil empleados públicos en los distintos ministerios. Todas las designaciones son graves pero la más peligrosa es la que se produjo en la Agencia Federal de Inteligencia. La metodología fue la misma en todos los espacios. Primero se identificó a los empleados que no se ponían la camiseta de Cristina.
Se los obligaba a ir a los actos y a realizar tareas incompatibles con la ética. Los que no se sumaron, en su mayoría fueron despedidos. No importaba si esas personas que resolvieron mantenerse independientes eran gente de excelencia profesional y de gran capacitación. Ya se sabe que la meritocracia no es algo que Cristina valore.
Ella prefiere la ‘chupamedicracia’. Más leales que inteligentes. Más subordinación y valor y verticalismo que eficiencia en la gestión. Así fue como tiraron por la ventana del Indec a profesionales de prestigio internacional y lo llenaron de patoteros y militantes que solo saben decir “Sí Cristina”. Así despidieron a Cinthya Pok, o a Silvina Martínez en la IGJ o a Laura Haag en Energía, entre las más conocidas.
Después de limpiar de enemigos los ministerios, pasaron a la segunda fase. Hacer entrar en cataratas a la Agrupación Amigos de Máximo Kirchner, aunque fueran gente inútil para todo servicio. Por eso la diputada Margarita Stolbizer le hizo una denuncia penal en la Justicia a Cristina y a varios ministros.
Porque ella entiende que violaron la ley al designar a gente que no tenía los requisitos mínimos de idoneidad para ocupar cargos de importancia. En muchos casos la cuestión fue burda, grosera y evidencia la bulimia por el abuso de poder que tiene este gobierno. Jóvenes militantes sin título, sin experiencia, que en un abrir y cerrar de ojos, entre gallos y media noche se convirtieron en espías de los servicios de inteligencia.
Fue aluvional el ingreso de amigotes de Oscar Parrilli, Carlos Zannini y Máximo Kirchner. Esta gente tendrá la misión de espiar a los opositores y a los periodistas, de fisgonear la vida privada para extorsionar disidentes y, en el futuro, de convertirse en verdaderos topos y piedras en el camino del gobierno que viene. En casi todos los casos el único mérito (si es que se le puede llamar así) era tener un amigo en el Gobierno.
Es vergonzoso que Máximo crea que el Estado le pertenece a él y a su madre. Tal vez piensen que en la sucesión de Néstor Kirchner, además de hoteles y millones en dólares, les tocó el Estado nacional. No sienten pudor ni vergüenza. Se tienen que ir dentro de 9 meses pero quieren dejar un ejército de fanáticos camuflados o escondidos entre los pliegues del Estado. De paso todos los argentinos bancamos con nuestros bolsillos la posibilidad de que estos muchachos puedan militar en La Cámpora y otros experimentos similares.
Frente a la denuncia de Stolbizer y este verdadero atropello de Cristina, la pregunta es qué van a hacer los que vengan. ¿Se van a comer estos sapos o están dispuestos a sacarles tarjeta roja a todos los ñoquis e infiltrados que son inútiles para el pueblo? Sería bueno que los candidatos a presidente se pronunciaran al respecto y dijeran lo que piensan hacer. Cuentas claras conservan la amistad. Transparencia y manos limpias es un reclamo de las mayorías. Basta de impunidad y de abusos de poder, es la exigencia de la hora.
¿Cuándo comprenderán Cristina y Máximo que el Estado no es de ellos, que es de todos los argentinos? Ellos son apenas inquilinos y el 10 de diciembre se les vence el contrato. Deben volver al llano después de tantos años de tener casi la suma del poder público. Volver al llano tiene sus complicaciones. Y eso los desespera. (Gentileza Radio Mitre).