A diario se registran diversidad de situaciones, vinculadas a funciones de organismos estatales (nacionales, provinciales y municipales) donde se advierte la falta de previsión. Carencia de planes que, elaborados con anticipación, podrían evitar situaciones negativas para la población.
En esta materia se registra a lo largo de muchos años una verdadera paradoja. El Estado ha pretendido, y pretende, intervenir en aspectos de la economía en la que el mercado resuelve bien problemas como qué producir, cuánto, con qué tecnología, con qué destino. Este tipo de intervención ha asolado nuestra economía desde mediados del siglo pasado, la llamada planificación económica o del desarrollo. La paradoja es que mientras pretendió hacer lo que podían hacer los particulares, fue abandonando funciones que le son propias, que sólo el Estado puede realizar, en todo caso con la colaboración supletoria de los particulares.
Los ejemplos son abundantes. Uno de ellos, emblemático, es el de la energía eléctrica en sus diversas fuentes, especialmente las obras hidroeléctricas. Prever con anticipación cuál será la demanda de energía eléctrica del país a mediano y largo plazo es una tarea que debe realizar el Estado, aunque también encontrará colaboración de instituciones privadas idóneas. Pero la información necesaria sólo la puede reunir el Estado y la disponibilidad de información confiable es la base de la planificación.
Analizar cómo, con qué fuentes se va a satisfacer la demanda futura de energía es una tarea de enorme envergadura. En el caso de la energía hidroeléctrica, proyectar un embalse en un río, elaborar el proyecto, evaluarlo desde el punto vista ambiental y económico-social, son labores profesionales que pueden llevar años para su concreción. Organismos técnicos que realizaban estas tareas se fueron vaciando, sus técnicos se jubilan o, frustrados fueron a trabajar a otro lado.
Resultado, una gran crisis energética que se va resolviendo a los "ponchazos". Obras que se licitan con algún "dibujo de trazo grueso", y quien resulta adjudicatario debe realizar el proyecto ejecutivo para concretarla, puerta grande de entrada de la corrupción, a veces invisible.
En materia de obras hidroeléctricas es frecuente escuchar a quienes están en el tema decir que no hay proyectos; muchas veces se trata de obras anunciadas hace años. Estos ejemplos se tornan patéticos en materia de uso del suelo, urbanismo, vivienda, agua potable, caminos. Todo eso se traduce en enormes costos económicos y sociales, por no haber previsto, por caso, dónde conviene que viva la gente, hacia dónde, por qué y de qué expandir la urbanización.
Las consecuencias de esta falta de previsión, de esta planificación factible (no de utopías económicas) es una sociedad cada vez más caótica, donde se hace cada vez más difícil vivir, que incentiva la agresividad, donde los más vulnerables, niños y ancianos de menores recursos, son los que sufren. Basta verlos en el transporte público: esperas, viajes innecesariamente largos, escuelas mal ubicadas, padres gastando tiempo y dinero para llevar a sus hijos. Con los hospitales y centros de salud las cosas son un poco mejor, pero distan del ideal.
Todo ello se traduce en una sociedad muy ineficiente, de baja productividad y baja calidad de vida.
Se hace necesario que el Gobierno provincial reconstruya los equipos técnicos que otrora supimos tener en hidráulica, energía, vialidad, urbanismo, uso del suelo, administración del agua. Equipos técnicos bien seleccionados, libres de banderías políticas, que puedan trabajar a largo plazo, sin presiones electoralistas. Sabemos que el Gobernador es consciente de esta situación. Sería deseable que pueda resolverla en su mandato.