"Lo que hay que hacer no es tanto ni por sí un Estado ad hoc, cuanto una sociedad nueva".
Ortega y Gasset
El tercer discurso del gobernador Alfredo Cornejo ante la Asamblea Legislativa fue una larga descripción de lo que él considera la obra magna de su gestión: la creación de un Estado nuevo, aún en ciernes pero ya en funcionamiento dentro de todas las estructuras públicas. Se trata de la continuación de sus dos discursos anteriores.
En el primero explicó cómo reconstruiría el orden y la autoridad estatales literalmente destruidas, según él, por el ex gobernador “Paco” Pérez.
En el segundo habló de “la revolución de lo sencillo”, vale decir de las mil pequeñas transformaciones con las cuales pondría en funcionamiento el aparato estatal colapsado.
Ayer detalló los frutos de esa revolución compuesta de infinitas partículas que están gestando el Estado nuevo, el Estado cornejista.
El Estado cornejista, según Cornejo, es aún imperfecto pero con rigor y austero. Está reconstruyendo el liderazgo político. Dice la verdad, enfrenta los problemas y paga lo que puede pagar. Tiene una policía sin temores para enfrentar el delito porque el gobierno la respalda.
Y pone los dientes apretados cuando se trata de defender los intereses de Mendoza. Aunque casi nada dice sobre el tema crucial de las tarifas; prefiere que lo critique la oposición por no hablar de los aumentos a que lo haga Macri por hablar mal de ellos o sus correligionarios por hablar bien de ellos.
Lo cierto en que en sus dos años y pico Cornejo cree haber ordenado el Estado a través de su obsesión por la seguridad, la obra pública y la educación.
Se lamenta de no haber reformado la Constitución. Llama al diálogo entre fuerzas políticas, cosa que antes no solía destacar. E insinúa que necesita consenso para la ampliación de la Corte y para que, con los debidos controles, se pueda aplicar el fracking. Y como muestra de buena voluntad ofrece aprobar el juicio por jurado postulado por los kirchneristas aunque éstos no hayan cumplido su parte del pacto autorizando los dos jueces nuevos.
En fin, para verificar si el Estado cornejista de veras existe, aunque esté en sus inicios, en su último discurso ante la Asamblea Legislativa, dentro de un año, el gobernador debería hablar menos de él y explicar de qué modo la sociedad mendocina (que es mucho más que su Estado aunque éste sea vital para ella), comenzó a recuperar la potencia, la energía, la fuerza que décadas atrás supo tener cuando era la avanzada del oeste argentino porque todos sus ciudadanos, todas sus instituciones sociales, toda su economía privada estaban insufladas de un dinamismo productivo y cultural tan grande que aunque sus gobiernos no fueran los mejores, nada detenía el avance y el progreso de la provincia toda.
En síntesis, que ahora que según Cornejo se ha creado el Estado cornejista, la última pregunta que deberá responder el gobernador antes de su partida no es cuán bueno es ese Estado, que no es más que un medio, sino si está haciendo de Mendoza una sociedad nueva y recuperando su mejor historia; que ese es el verdadero fin.