El envenenamiento de un ex espía ruso que vivía con su hija en Londres, en un episodio que parece sacado de una novela de espionaje, ha abierto un interrogante sobre el futuro de las relaciones entre Gran Bretaña y Rusia.
El gobierno británico está muy enojado por el incidente, que podría provocar la ausencia de representantes de Gran Bretaña en el mundial de fútbol de junio en Rusia, incluido el príncipe Guillermo, según medios ingleses.
El caso de Serguei Skripal, de 66 años, y de su hija Yulia, de 33, recuerda el asesinato del ex agente ruso Alexander Litvinenko, cometido en 2006 también en Londres mediante envenenamiento con la sustancia radiactiva polonio 210.
Algunos diarios mencionaron que el gas nervioso utilizado contra Skripal, que aún no ha sido revelado, podría haberse elaborado en el laboratorio de Yasenovo, cerca de Moscú, uno de los pocos sitios del mundo donde se produce gas sarín o VX, que se sospecha fueron los usados.
Policía en grave estado
En el incidente resultó afectado además un oficial de policía identificado como Nick Bailey, de 38 años, que fue el primero en socorrer al padre y a la hija cuando fueron hallados desmayados el domingo pasado en el sur de Inglaterra. Los tres permanecen internados, con riesgo de muerte.
Los investigadores británicos, sin embargo, están analizando si la sustancia pudo haber sido traída por Yulia desde Moscú, camuflada en un supuesto regalo de un amigo para su padre.
Los Skripal vivían en la ciudad inglesa de Salisbury, 145 kilómetros al suroeste de Londres.
Mientras avanza la investigación, con especulaciones de todo tipo, hay varios datos que empezaron a ser considerados por los expertos.
Por ejemplo, la esposa de Skripal, Ludmila, murió de cáncer en 2012, y su hijo, Alexander, falleció el año pasado durante un viaje a la ciudad rusa de San Petersburgo por supuestos problemas hepáticos.
“Mientras los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores mantienen la mente abierta, ellos tienen pocas dudas de que los rusos están detrás de este caso, así como el Kremlin fue directamente responsable por la muerte de Litvinenko”, dijo el diario The Telegraph.
Para dicho rotativo, de tendencia conservadora, “las implicaciones de este caso para las relaciones entre Rusia y Londres son tan serias como es posible, y este incidente plantea un gran desafío para la diplomacia de Gran Bretaña”.
Para muchos investigadores, el crimen de Litvinenko fue un asesinato casi perfecto: fue envenenado con un té contaminado que tomó en un hotel de Londres.
Skripal, por su parte, había ido con su hija a un pub y a un restaurante italiano de Salisbury donde, según algunos testimonios, empezó a sentirse mal y hablar a los gritos. La última hipótesis conocida es que fueron envenenados en su casa de Salisbury tras recibir un gran paquete. El ejército británico también participa de la investigación.
El caso Litvinenko estuvo sin resolverse durante 10 años, hasta que una investigación pública en Londres identificó a varios culpables. “Hay indicios que permiten concluir que fue asesinado por agentes de los servicios de inteligencia ruso en una operación probablemente aprobada por el presidente Putin”, dijo en enero de 2016 el juez a cargo de la investigación, Sir Robert Owen.
Con respecto al caso Skripal, no hay indicios por ahora que involucren al gobierno ruso. Desde el Kremlin, por otra parte, el portavoz presidencial ruso Dmitry Peskov dijo que el presidente Putin no tiene ninguna información sobre los motivos que provocaron el incidente.
Skripal es un ex oficial de la inteligencia militar rusa que actuaba como informante, o doble agente, del servicio secreto británico MI 6. Por esa razón fue condenado a 13 años de prisión por la Justicia rusa, tras ser declarado culpable de “alta traición”. Pero en 2010 fue liberado como parte de un intercambio de espías entre Estados Unidos y Rusia. Desde entonces vivió siempre en Londres.
Su carrera fue meteórica. Trabajó para el GRU, los servicios secretos militares rusos, hasta que ascendió a coronel en 1999 y pasó al Ministerio de Relaciones Exteriores. Se cree que fue reclutado por los servicios de inteligencia británicos en 1995, para proporcionar la identidad de decenas de agentes secretos rusos que operaban en Europa, hasta que fue detenido por los rusos en 2004.
Un caso como en las novelas de la Guerra Fría
El caso de Skripal y su hija parece salido de una novela sobre la Guerra Fría, el enfrentamiento diplomático que mantuvieron en el siglo pasado la ex Unión Soviética y EEUU.
Para John Le Carré, el celebrado autor de la novela “El espía que cayó del frío”, “los espías no ganaron la Guerra Fría”, tras la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1990.
En un reportaje con el diario español El País, en setiembre de 2017, Le Carré afirmó que “la mentalidad que impera hoy en Rusia, desde el punto de vista de Putin, es la misma que impulsó las conspiraciones más exóticas durante la Guerra Fría. Fue útil entonces y es útil ahora”.
Sin embargo, no será fácil para Gran Bretaña probar que Moscú estuvo detrás del envenenamiento de Skripal y su hija como especula por estos días la prensa británica.
Por cierto, en el caso Litvinenko, los investigadores tenían el testimonio del mismo afectado, que acusó a Putin en su lecho de muerte.