"Me gusta la soledad de mi casa y la posibilidad de ser mi propio jefe. No hay mucha gente que pueda manejar sus tiempos y te diría que eso me convierte en un privilegiado”, dice el artista plástico Daniel Jimenez (47) entre las herramientas del galpón donde armó su taller, en el fondo de su casa, y en el que se encierra largas horas para dar forma a sus obras.
Jimenez vive al este de la ciudad de San Martín, en una casa llena de sus trabajos y construida al frente de un enorme lote de 2.000 metros que está aislado de vecinos y que de tan grande apenas ha podido perimetrar con tela; desde hace algunos meses, el hombre trabaja en una escultura del padre Macuca Llorens, el sacerdote jesuita que convirtió al basural del oeste de la capital mendocina en el barrio San Martín. Y es que como en noviembre se cumplirán 30 años del fallecimiento del cura villero, el gobierno le encargó una serie de obras para montar en la plaza, en la escuela y también en la iglesia del barrio.
“Al cura lo hice vistiendo una sotana jesuita, pero cuando visité el barrio la gente que lo conoció me contó que en realidad nunca las usó, que siempre andaba de zapatillas y de jeans”, dice Jimenez mientras repasa con una espátula la arcilla que da forma a uno de los brazos. “Tuve que arrancar de nuevo y quitarle la sotana. A veces pasa eso de volver a empezar y a veces pasa que tenés que abandonar un proyecto porque el que lo encargó ya no lo quiere”.
-¿Y eso es común?
-Por suerte, no tanto.
-¿Y recuerda cuándo le pasó?
-La última vez no fue hace mucho, con una escultura enorme de Néstor Kirchner que iba a medir más de cuatro metros... Después le cuento.
¿Artista oficial?
La imagen del cura Llorens no es el primer trabajo que Jimenez hace para la Provincia y en realidad, la mayor parte de sus obras son encargos de gobiernos, especialmente de algunos municipios. Y así es como en los caminos de la zona Este hay más de una docena de sus esculturas, asunto que ha llevado a que algunos lo llamen el “artista del gobierno” o el “artista peronista”. Le comento ese tema durante la charla, pero no le gusta: “No me caso con nadie. Estoy agradecido con el intendente de San Martín (Jorge Giménez), que fue quien me encargó mis primeros trabajos pero no quiero que me pongan etiquetas con partidos políticos”.
Jimenez es también el autor de obras dramáticas y muy simbólicas, como el Friso de la Memoria frente a los tribunales federales, inaugurado el 24 de marzo de 2010: “Eso fue muy emotivo, especialmente por el abrazo que recibí aquel día de algunas de las madres de plaza de Mayo”, recuerda el artista y completa: “Usted verá que este trabajo es solitario la mayor parte del tiempo, pero a veces sucede algo especial y en algún momento, todo el taller se llena de la energía de lo que está buscando representar. Me ocurrió con el friso de los desaparecidos y también con el Juan Pablo II que está en el parque Agnesi”.
La intolerancia ideológica
En San Martín, Daniel Jimenez le dio forma a media docena de obras e incluso trabajó en 160 bustos del Libertador, que hoy están repartidos en las escuelas y dependencias estatales del departamento; pero además, es autor de la nueva escultura de Leonardo Favio en el ingreso a Las Catitas, del enorme Cristo en marmolina blanca levantado frente a la parroquia de Junín, del fatigado cosechador de uvas que corona una de las rotondas de Palmira y del monumento a las enfermeras en el predio del hospital Perrupato.
A veces algún vándalo daña una de sus obras por simple maldad y a veces eso ocurre por cuestiones ideológicas: no hace mucho, en la madrugada de una interna de la UCR, alguien se robó un busto de Eva Perón que Jimenez había colocado debajo de una campana de vidrio, muy cerca de la comuna de San Martín; también el friso de la Memoria fue dañado en octubre de 2012 y por eso mismo, tuvo que ser reinaugurado meses después. “Hay cierta intolerancia que lamentablemente no hemos podido erradicar”, reflexiona el artista.
Después de más de 20 años de trabajos, el Estado sigue siendo su cliente más importante y aunque Jimenez está por inaugurar en estos días una obra abstracta al frente de un nuevo geriátrico en Junín, admite que los encargos privados son una rareza: “No existe la costumbre y a veces la gente ni siquiera se lo plantea. El dueño de una empresa recuerda a su abuelo fundador con una foto colgada detrás del escritorio, cuando podría tener un busto en el ingreso”.
Hace una pausa y agrega: “Tal vez la gente imagine que encargar una escultura cuesta una fortuna de plata y no es así”. En eso, suena su celular y Jimenez toca la pantalla para habilitar la llamada pero no lo consigue e insiste sin suerte hasta que el teléfono deja de llamar. Muestra entonces sus dedos ásperos y sin huellas digitales: “Jeje, lo peor de este trabajo es que uno vive mugriento y a veces los dedos no sirven con un teléfono digital”.