El error del euro y un punto de no retorno

“Los casos de una austeridad exitosa, en la que los países ponen freno a los déficits sin provocar una depresión, implican, típicamente, enormes devaluaciones de la moneda que hacen más competitivas sus exportaciones.”

El error del euro  y un punto de no retorno

Por Paul Krugman - Servicio The New York Times - ©2015

Desde hace algún tiempo es obvio que la creación del euro fue un error terrible. Europa nunca tuvo las precondiciones para tener una sola moneda exitosa; más que nada, nunca tuvo el tipo de unión fiscal y bancaria que, por ejemplo, asegura que cuando estalla una burbuja inmobiliaria en Florida, Washington protege automáticamente a las personas de la tercera edad contra cualquier amenaza a su atención médica o a sus depósitos bancarios.

Para empezar, salirse de una unión monetaria, no obstante, es una decisión mucho más difícil y más atemorizante que la de nunca haber entrado, y, hasta ahora, incluso las economías con más problemas en el continente han retrocedido del borde en repetidas ocasiones. Una y otra vez, los gobiernos se han sometido a las demandas de llevar una austeridad dura que han hecho los acreedores, mientras que el Banco Central Europeo se las ha arreglado para contener el pánico del mercado.

Sin embargo, la situación en Grecia ha alcanzado ahora lo que parece un punto de no retorno. Los bancos están cerrados temporalmente y el gobierno ha impuesto el control de los capitales: límites en el movimiento de fondos fuera del país. Parece muy factible que el gobierno pronto empiece a pagar pensiones y salarios en pagarés, creando, en efecto, una moneda paralela. Y hoy se lleva a cabo un referendo sobre si acepta las exigencias de la Troika -las instituciones que representan los intereses de los acreedores- de todavía más austeridad.

Grecia debería votar por el "No" y el gobierno griego debería estar preparado, de ser necesario, para abandonar el euro.
Para comprender por qué digo esto, es necesario darse cuenta de que la mayor parte -no todo, pero sí la mayoría- de lo que se ha oído decir sobre el derroche y la irresponsabilidad de Grecia es falso. Sí, el gobierno griego gastaba más allá de sus medios a finales de los 2000.

Sin embargo, desde entonces, ha recortado el gasto en repetidas ocasiones y aumentado los impuestos. El empleo gubernamental ha caído en más de 25 por ciento, y las pensiones (que, en efecto, eran demasiado generosas) se han reducido en forma drástica. Si a eso se añade todas las medidas de austeridad, han sido más que suficientes para eliminar el déficit original y convertirlo en un gran excedente.

Entonces, ¿por qué no ha sucedido? Porque, en gran medida, la economía griega colapsó como resultado de esas mismas medidas de austeridad que arrastraron a los ingresos junto con ellas. Y este colapso, a su vez, tuvo mucho que ver con el euro que atrapó a Grecia en una camisa de fuerza económica. Los casos de una austeridad exitosa, en la que los países ponen freno a los déficits sin provocar una depresión, implican, típicamente, enormes devaluaciones de la moneda que hacen más competitivas sus exportaciones.

Esto fue lo que sucedió, por ejemplo, en Canadá en los ’90 y, en grado importante, es lo que pasó en Islandia más recientemente. Sin embargo Grecia, sin su propia moneda, no tuvo esa opción.

¿Acaso acabo de argumentar a favor del “grexit” o la salida de Grecia del euro? No necesariamente. El problema con el “grexit” siempre ha sido el riesgo del caos financiero, de un sistema bancario interrumpido por los retiros de pánico y de los negocios restringidos por los problemas bancarios tanto como por la incertidumbre de la situación legal de las deudas. Esa es la razón por la que gobiernos sucesivos han aceptado las exigencias de austeridad y por qué Syriza, la coalición de izquierda que gobierna, estaba dispuesta a aceptar la austeridad que ya se impuso. Todo lo que pedía era, de hecho, un alto a más austeridad.

Sin embargo, la Troika no quiso saber nada al respecto. Es fácil perderse en los detalles, pero el punto esencial ahora es que a Grecia se le presentó una oferta de tómala o déjala que, en efecto, es indistinguible de las políticas de los últimos cinco años.

Se trata, y presumiblemente ese era el propósito, de una oferta que Alexis Tsipras, el primer ministro griego, no puede aceptar porque destruiría su razón política de ser. El objetivo deber ser, por lo tanto, sacarlo del cargo, lo cual es probable que suceda si el electorado griego teme a la confrontación con la Troika lo suficiente como para votar hoy por el Sí.

Sin embargo, no debería hacerlo por tres razones. Primera, ahora sabemos que cada vez más austeridad es un callejón sin salida: después de cinco años, Grecia está en peor estado que nunca. Segunda, ya sucedió mucho del caos temido y quizá la mayor parte del “grexit”. Con los bancos cerrados y la imposición de los controles de capital, no es posible causar mucho más daño.

Finalmente, acceder al ultimátum de la Troika representaría el abandono final de cualquier pretensión de independencia griega. No hay que dejarse engañar por quienes dicen que los funcionarios de la Troika son solo tecnócratas que les están explicando a los griegos ignorantes lo que se debe hacer. Estos supuestos tecnócratas son, de hecho, fantaseadores que han ignorado todo lo que sabemos sobre macroeconomía, y se han equivocado en cada paso que han dado. Esto no se trata del análisis, se trata del poder; el poder de los acreedores para suspender la economía griega, lo cual persistirá mientras la salida del euro se considere impensable.

Así es que es el momento de terminar con esta impensabilidad. De otra forma, Grecia enfrentará una austeridad interminable y una depresión sin trazas de tener un final.

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