Un día antes de su controvertido y cuestionado mensaje ante las Naciones Unidas, la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, participó de dos actos que ratificaron la "alianza estratégica" que, para ella, debe seguir la Argentina.
En los hechos, constituyó una muestra clara de alineamiento político que dejó a quien le suceda en el cargo -sea el candidato oficialista o el opositor- en la disyuntiva de tener que tomar decisiones inmediatas a nivel de política internacional.
La Presidenta se reunió con los mandatarios de China, Xi Jin ping y de Venezuela, Nicolás Maduro, encuentros que la comitiva argentina destacó como datos clave entre las actividades oficiales que realizó en los Estados Unidos, cuando lo lógico y coherente hubiera sido que dedicara su valioso tiempo a la redacción de su último discurso ante la Asamblea General de la ONU, en lugar de la tediosa y en gran parte incomprensible charla que brindó, y que las alianzas estratégicas las dejara para quien le suceda en el cargo.
Si tomamos lo decidido desde el plano individual, podría resultar comprensible la reunión con el Presidente de China, porque se trata de una potencia en la que han puesto la mira la mayoría de los países del mundo.
En segundo lugar, porque en un momento en que las reservas financieras del país comienzan a flaquear y el Gobierno debe enfrentar en los próximos días un vencimiento por 6.500 millones de dólares, podría recurrir a China en caso de la necesidad de auxilio. Aun a pesar, por supuesto, que es sabido que China no hace nada gratis.
Pero lo que realmente no se comprende es la ratificación de la alianza estratégica con Nicolás Maduro, un presidente que ha visto deteriorada su imagen como consecuencia de las medidas autoritarias adoptadas en su país, que han generado que se pierdan las libertades individuales y donde la gente cae presa y es juzgada por el solo hecho de pensar distinto.
Esas actitudes provocaron el abierto rechazo de la gran mayoría de los países, que han sido cuestionadas por las Naciones Unidas y hasta la presentación de una carta pública de de dos ex mandatarios chilenos de la democracia, ambos de la coalición de izquierda.
Si bien es criticable el llamativo silencio del Mercosur y del resto de los países latinoamericanos, mucho más inaceptable es que Cristina Fernández se preste para una foto que, para Maduro, puede resultarle importante en razón de que Venezuela se encuentra en un período preelectoral y que el presidente recurre a cualquier estrategia posible en procura de mejorar su imagen.
Es más, cuando el Papa Francisco no aceptó reunirse con los disidentes cubanos en su visita a la isla, el mismo Pontífice dijo que tampoco le había dado una audiencia a un jefe de Estado. Se estaba refiriendo, dicen a coro las versiones, a un pedido efectuado por Nicolás Maduro.
Resulta difícil entender el motivo por el cual la Argentina continúa alineada a una alianza que en su momento encabezaron Hugo Chávez y Néstor Kirchner, impulsando una denominada "revolución bolivariana", pero que perdió efecto esencialmente por la muerte de los dos líderes que la encabezaban y porque sus sucesores han demostrado que no se encuentran en el mismo nivel de liderazgo regional.
Además, la Argentina ya hizo mucho por Venezuela, a punto tal que fue el principal impulsor para que ese país pueda integrarse al Mercosur. Queda preguntarse sobre cuáles son los motivos para que la Presidenta Cristina Fernández mantenga tan tercamente la necesidad de que la Argentina mantenga esa alianza con un país donde sus autoridades están severamente cuestionadas a nivel internacional.